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Cuando entramos en una habitación oscura, no vemos lo que está alrededor y corremos el riesgo de tropezar y de caer. En cambio, al encender la luz logramos caminar con facilidad. La realidad no cambia, es la misma, pero logramos ver y palpar aquellos obstáculos delante de nosotros.
Luz de Jesús
En la vida, sucede igual, cuando vivimos en la oscuridad interior, sin esa luz que guía y que transforma, no logramos ver la salida, ver el camino. Cuando hay oscuridad es difícil sortear la vida, pues todo se vuelve difícil para contemplar y analizar.
La presencia de Jesús en la vida de las personas es una luz que guía y permite abordar la realidad con más serenidad.
No quiere decir que la realidad mágicamente se va a resolver, que los obstáculos dejarán de existir, que no habrá problemas. Todo lo contrario, seguirán ahí, pero será más fácil encararlos con esperanza. Porque la luz de Jesús es paz, es amor, es mirada tierna que abraza.
Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: «Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida». (Jn 8,12)
¿Somos capaces de mirar como Él?
Nueva mirada
¿Cuántas veces miramos nuestra vida, nuestra realidad e incluso a las personas con desdén, con poco respeto o incluso con desamor? ¿Cómo nos deja esta mirada?
Jesús nos invita a mirar con sus ojos, porque de este modo todo será más llevadero, más fácil. Con esta nueva mirada, podremos sanar relaciones heridas, vivir más tranquilos ante las obvias dificultades que todo ser humano tiene. Y también nos será más fácil vivir con paz y esperanza lo desconocido, doloroso y complejo de la vida humana.
¡Atrévete a mirar como Jesús!