El buen amor jamás se acaba. La fatiga y las preocupaciones por sacar adelante a la familia afecta a la vida matrimonial pero nunca alterarán el verdadero amor que une a los esposos para siempre
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En consultorio he recibido testimonios de esposos para los que la chispa de la pasión inicial no logra encenderse en medio del agotamiento por sacar económicamente adelante la familia, problemas con la educación de los hijos, enfermedades, sus propias reacciones temperamentales y demás claroscuros de la vida.
El enamoramiento del que partieron no ha escalado a un amor más maduro, por lo que, confundiendo el buen amor con la pasión de amor, concluyen que ya no se aman o se aman menos.
Lo cierto es que están en el momento de aprender a amar más.
Cómo aprender a amar
A ellos les propongo comparar el amor conyugal con un avión construido para volar con dos motores, uno principal y otro secundario, necesarios ambos tanto para despegar como para volar aun en medio de las turbulencias.
El motor auxiliar: La pasión.
Es la atracción física romántica del “me gustas” que se funda en atributos como la juventud, la belleza física, los talentos, carácter, temperamento. También en el “te quiero” con fuerte componente emocional, afectivo, que brota del corazón.
La naturaleza del amor conyugal ha dispuesto que aquí operen todo bioquímico de la atracción como la testosterona, los estrógenos, la serotonina y demás dinamizadores neurológicos que inciden en el enamoramiento.
El avión no puede volar con este único motor pues se terminaría reduciendo el amor a lo solo sensorial y emotivo, desembocando en el egoísmo, que no resistiría las primeras turbulencias.
Sin embargo, se trata un motor muy necesario, porque en el amor conyugal es necesario que el corazón sienta y las entrañas se conmuevan. Sin embargo, aun cuando no se desee, puede descomponerse, e incluso apagarse, afectado por las pruebas físicas o morales. Mas se puede volver a encender.
El motor principal: La voluntad.
Este motor no se apaga sin nuestro consentimiento, y por sí solo, puede lograr que el avión siga su vuelo, sin contar con el motor auxiliar.
Es el amor de donación que consiste en la voluntad recíproca de querer el bien para el otro, por lo que ya no se ama tanto por lo atractivo que tenga la persona amada, cuanto por lo que es en sí misma. Se ama ya no por el ropaje físico cuanto por el núcleo de su persona incomparable e insustituible.
Un ejemplo muy claro de este sublime amor es cuando tras un grave accidente uno de los cónyuges queda para siempre con un rostro terriblemente deformado y es besado en sus heridas por su cónyuge, porque por la voluntad pueden más los dinamismos espirituales de su amor sobre un sentimiento natural de repugnancia.
La integralidad y la integración del amor conyugal.
Cuando en el amor conyugal se vuela con los dos motores hablamos de la integralidad del amor en el que concurren para bien de la unión toda nuestra bioquímica, la pasión y sentimientos, así como el entendimiento y voluntad.
Cuando el avión por las exigencias de las circunstancias, vuela solo con el motor de la voluntad, se trata de un amor integrado y maduro.
Por ello, cuando se intenta volar solo con el motor auxiliar, se trata de un amor desintegrado, por el que la nave peligra, pues se abandona ante el rigor de las pruebas.
“Querer seguir queriendo”
La integración es una dinámica propia del amor conyugal. Esta capacidad se manifiesta en un “querer seguir queriendo”, por cuya verdad el amor se manifiesta abnegado, sacrificado, desinteresado, respetuoso y libre, pues establece un orden en aspectos que ocupan una atención y una importancia diferente según las circunstancias y los ciclos de la vida.
Así se comportan los matrimonios que quieren seguir queriéndose.
Y más…
Desarrollar la capacidad de integración por la voluntad de amar en los matrimonios jóvenes y maduros es la mejor forma de ser felices y hacer brotar de nuevo la llama del amor romántico, deseo y capacidad de intimidad física.
Y si por los ciclos avanzados de la vida, los esposos ancianos terminan el vuelo de su vida en unión, solo con el motor principal, lo logran por la plenitud de su amor.
En ambos casos es el verdadero orden del amor conyugal, el cual no resulta ser integral e integrado, solo por ser racional y concurrir la voluntad, sino por ser verdadero.
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