Los problemas no se van a solucionar solos, pero cabe tener una actitud positiva que nos hará avanzar en medio de las dificultades
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¿Te vienes abajo con la situación que presenta la pandemia a tu alrededor? Seguramente una de las cosas que nos hace sentir peor es darle vueltas a cuándo podremos recuperar la normalidad.
Ese planteamiento lleva a la frustración. Así que es mejor que enfoquemos la vida de otro modo, ¿no te parece?
Tu actitud ante esta crisis
Muchos psicólogos explican que llevamos un año sintiendo que hemos perdido el control de nuestras vidas. Exactamente no es así.
Lo que sí ocurre es que han cambiado las circunstancias y muy posiblemente los planes de futuro, pero esto no implica que lo que viene será peor. Será cuestión de enfrentar el día a día con empeño, con trabajo y con una actitud esperanzada. Esas tres patas nos llevarán al optimismo realista, ese que nos ayuda a sonreír en medio de la dificultad.
¿Qué hago para no perder el control?
Vuelve la mirada hacia las áreas personales.
Son tu vida interior, tu familia, tu trabajo. Y no olvides tampoco tu descanso, porque para estar fuerte de espíritu, hay que cuidar también el cuerpo.
Plantea objetivos alcanzables a medio y largo plazo.
Ten en cuenta que sean realizables y que para ti tengan un sentido: eso es fundamental. Por ejemplo, atender más a la educación de los hijos ahora que a muchos les toca recibir clases online o quedar confinados en casa de vez en cuando.
¿Qué conseguimos así?
Si enfocamos la vida de este modo, conseguiremos dos objetivos importantes:
- Mejorar el bienestar mío y de mi entorno: de mi familia, de mi entorno laboral, de mis amistades…
- Crecer en satisfacción personal.
¿Y los propósitos de año nuevo?
Que la situación en nuestra vida haya cambiado radicalmente no implica que debamos echar por tierra los propósitos de año nuevo, por ejemplo, o los planes que habíamos trazado ya de antes.
Se trata de establecer vías nuevas, alternativas. En todo caso, que sean decisiones realistas.
Optimismo realista en el día a día
Esto implica que el día a día es nuestro momento particular a cuidar, porque eso nos servirá de termómetro para corregir nuestros objetivos a medio y largo plazo.
El optimismo realista y la esperanza son fundamentales: nos proyectaremos hacia el futuro, saldremos del ensimismamiento y descubriremos nuevos pasos.
Decía Winston Churchill que “un pesimista ve la dificultad en cada oportunidad; un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”.
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