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Deseos que te mantienen con vida

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 24/03/21
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Reconocimiento, admiración, pertenencia, amor, eternidad,… el deseo de amar y ser amado hace que la vida merezca la pena, valga y tenga un sentido

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Cuando dejo de desear en lo más profundo de mi corazón, ¿llega la muerte? Quizás sí, o puede ser que sólo llegue el sinsentido. El vagar por el mundo sin desear nada más, sin soñar, sin esperar un tiempo mejor. Sólo sobrevivir una hora más, un día más en medio de hondas tristezas.

Los deseos nacen y mueren. Algunos desaparecen al ser satisfechos y dejan un vacío en el alma. Un deseo que muere deja una alegría pasajera, efímera.

Se colma lo que deseo, se alcanza lo que busco. ¿Y después? Surgen nuevos deseos en una espiral que no acaba nunca.

O puede que se rompa esa búsqueda y deje de desear

Ser reconocido, admirado, amado, eterno

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Global Panorama | CC BY SA 2.0

Hay deseos que tengo grabados en lo más hondo. Los he vivido con fuerza, unos más, otros menos. Hay un deseo de infinito que llevo muy grabado en mi interior. Es un deseo que permanecerá insatisfecho, hasta el cielo.

Y luego hay deseos que me despierta el mundo y se me han pegado al alma. En mi interior hay un deseo de ser reconocido, admirado, seguido por muchos.

Tiene que ver con ese deseo de ser poderoso y lograr todo lo que me propongo. El deseo de ser admirado, el de ser el que más talentos tiene.

Son deseos que desaparecen con los desengaños y con el vacío que deja la frustración de no ser tan poderoso como quisiera. E incluso si lo consigo tampoco se llena el alma, permanece una sed honda que duele.

Tengo otro deseo, el de ser buscado, amado, necesitado. Me buscan, me requieren y soy feliz. Ese deseo también puede morir dejándome insatisfecho. Los desengaños y las heridas que deja la vida frustran ese deseo.

Brota el deseo de pertenecer a un lugar, a una familia, el deseo de tener hermanos y echar raíces. Es un deseo puro y muy humano. Pero también puede morir cuando sufro experiencias negativas de abandono y rechazo, y me siento solo.

Nace en mi corazón el deseo de ser correspondido cuando amo y ver realizados todos mis sueños. Los fracasos y abandonos, el rechazo y la no aceptación, me desaniman.

Cuando los deseos son frustrados

SAD GIRL

Di Aleshyn_Andrei – Shutterstock

Hay deseos más hondos que se resisten a morir. Es el deseo de ser querido en mi esencia, por lo que soy, no por lo que he hecho o conquistado. Es el deseo de recibir un amor incondicional, haga lo que haga.

Este deseo hondo permanece vivo más tiempo, pero también puede morir cuando experimento que sólo me quieren si soy de una determinada manera.

Los deseos frustrados dejan tristeza y amargura en el alma.

Puedo llegar entonces a vivir sin desear. Y ya sólo sobrevivo, sin desear nada más en mi vida. Sin soñar imposibles, sin desear las altas cumbres.

O me puedo conformar con deseos desordenados que no me hacen bien, deseos “que están mal ordenados, como diría san Bernardo.

Deseos que me sacian por tiempos cortos y a la larga me quitan las ganas de vivir con un sentido. En la película Soul hay una reflexión que me pareció interesante:

“Llevo aquí muchísimo tiempo y nunca he visto nada que me haga querer vivir. Luego tú apareciste. Tu vida es triste y patética. Aun así te esfuerzas tanto por volver a ella. ¿Por qué? Tengo que ver eso. ¿Me comprendes?”.

Un motivo para querer vivir. Una razón para querer seguir soñando y deseando. El deseo del protagonista parecía frustrarse siempre. Pero él quiere vivir, quiere desear, quiere amar.

Siempre vuelven

BOOMERANG

Shutterstock | karenfoleyphotograph

En realidad el deseo de amar y ser amado no desaparece nunca. Por más que experimente decepciones vuelve a resurgir de sus cenizas.

Es el deseo hondo de que mi vida merezca la pena, valga y tenga un sentido. El amor le da dirección y fuerza a todo lo que intento y me propongo.

Amar a alguien con toda mi alma, con mi pensamiento, con mis palabras, con mis obras. Y tocar el amor, aunque sea un amor imperfecto. Alguien que me quiere con sus límites y aceptando mis propios límites.

Es el deseo de pertenencia, de tener una razón para amanecer cada mañana. Ese deseo no puede morir nunca. Porque si muere significa que estoy muriendo por dentro.

Ese deseo último es el de dar la vida por algo, por alguien. Un motivo por el que merezca la pena renunciar hasta el extremo.

Buscando en los deseos

PERSEIDS

Shutterstock | heartwood-films

Me gusta mirar así mi vida. Pienso en todos los deseos que anidan en mi interior. Y me pregunto en qué deseo se arraiga mi propio corazón. Decía N. Lash:

“Ninguno de nosotros es tan transparente para sí mismo como para saber realmente dónde tiene puesto el corazón.

No me desanimo por no saberlo. Pero busco detrás de deseos insatisfechos dónde sigue buscando mi alma.

Dejo a un lado los deseos ya cumplidos que no me dejaron alegrías permanentes. Y vuelvo a enamorarme de esos deseos hondos que me llevan al corazón de Jesús y a vivir una vida más plena.

No dejo de soñar, de desear, de anhelar, lo que aún no poseo. Mi sed de infinito no se sacia. Se hace más honda y sigue buscando en lo más profundo fuentes de agua viva que colmen mi mar.


HOPE
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