Sabemos que la conducta alimentaria en las personas se instaura en la infancia, pues es el entorno familiar que contribuye en el modo de alimentarse, siendo -según estudios- la madre la principal responsable en transmitir conductas a sus hijos, instaurándose así preferencias y rechazos a distintos alimentos.
Es decir que cuando una persona presenta sobrepeso u obesidad, es muy probable que otros miembros de la familia también la padezcan tarde o temprano.
Pero lo bueno es que del mismo modo sucede que cuando se realizan dietas para bajar de peso, la única manera de lograr cambios reales a largo plazo es modificando hábitos alimentarios en familia.
El Papa Francisco, en una de sus homilías en Santa Marta en 2020, ya destacaba la atención que hay que darle a nuestra salud física y espiritual, porque el cuerpo es el templo del Espíritu Santo y debemos custodiar nuestra salud de forma integral porque es una forma de administrar los dones que Dios nos dio.
Por lo general comenzamos a interesarnos por nuestra alimentación y conductas alimentarias recién cuando aparece un problema de salud y no solo por el hecho de querer cuidar nuestra salud.
Empezar a aprender a llevar un estilo de vida saludable, no es una tarea sencilla, ni de un día para el otro. Pero sabemos que en el momento que aprendemos a cuidar nuestra salud, los buenos hábitos se vuelven tan importantes como buscar la atención médica cuando estamos enfermos.
Santa Hildegarda de Bingen decía claramente algo que comprueban actualmente muchos estudios, “un modo de vida razonable y una alimentación sana influye en un 80% en nuestro estado de salud”.
No obstante, una vez que decidimos cambiar nuestros hábitos alimentarios, y nuestra alimentación, no solo es beneficioso para la propia persona sino que estamos cuidando a otros, es decir, podemos “contagiar” a los demás miembros de la familia estos buenos hábitos.
Una reciente investigación publicada este año en la revista internacional Journal Of Obesity, realizada por el Instituto de Investigaciones Médicas del Hospital del Mar (IMIM) y del CIBER en Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), entre otras instituciones de España, encontró que aquellos individuos que viven con una persona que está realizando un tratamiento de pérdida de peso, también se benefician con ello.
Así, veremos que alimentarse sanamente es rico, fácil y fundamental para mantenernos bien nutridos para desarrollar todo nuestro potencial.
Todos podemos hacer cambios positivos en nuestra alimentación, en cualquier etapa de nuestra vida. Un ejemplo claro es el que se produce cuando una familia migra de un país a otro donde comen muy diferente a ellos. Ante esta circunstancia es común cambiar muchos de los hábitos que teníamos, nos adaptamos a nuevos alimentos, preparaciones y horarios. Es decir, con fe y voluntad se pueden lograr grandes cambios alimentarios.
Cada pequeña modificación en nuestra forma de alimentarnos es significativa, y nos brinda beneficios, y es que no cabe duda que la buena salud está estrechamente vinculada a una dieta y estilo de vida sano.
Pero para llevarla a cabo correctamente es necesario seguir o guiarnos por mensajes sencillos y prácticos. Los encuentras en la siguiente galería fotográfica:
Alimentación seductora, sí, pues la vista viaja más rápido y llega más lejos que el resto de los sentidos. Por lo tanto, la comida tiene que ser atractiva.
La forma en que presentamos el plato para comer estimulará más o menos el apetito. Por lo tanto, podemos usar nuestra imaginación y creatividad, incorporando nuevos ingredientes a las recetas, condimentos, especias y sabores.
Contemplar nuestros gustos. No es necesario comer comidas que no nos gustan, o hacer una dieta privándonos de todo lo que nos gusta. Podemos modificar nuestras recetas, agregando o sustituyendo por ingredientes más saludables, por ejemplo, mezclando de distintas maneras alimentos que nos gustan con otros más saludables.
Buen sueño y descanso. Es primordial tener un sueño reparador, con horas de sueño suficientes para que el cuerpo descanse como debe. También evitaremos picoteos a lo largo del día.
Actividad física. Hildegarda decía que el poder de la vida misma estaba en el ejercicio y descanso. Cualquier tipo de ejercicio diario ayuda a mantenernos activos, con energía y a alimentarnos más sanamente.
Contagiemos lo bueno, contagiemos salud, y motivemos a los nuestros a llevar un estilo de vida saludable.