En el Museo de San Francisco en Montefalco, ciudad de la región italiana del Umbría, se encuentra un cuadro de la Virgen María muy particular, la Virgen del Socorro. Tan particular como la historia que representa.
En el centro del cuadro se ve la Virgen con el brazo derecho levantado sosteniendo un bastón. Con la mano izquierda tiene de la mano a un niño que intenta asustado escapar de las garras del diablo, y subirse al vestido de la Virgen.
En el lado derecho de la obre se puede ver al diablo de horribles facciones con cuernos, patas de cabra, alas de murciélago, boca ancha y la culebra alrededor de la cintura, que intenta llevarse el niño agarrándolo por su vestimenta.
Del otro lado se ve a una mujer de rodillas, rogándole a María, es la madre del niño que pide ayuda desesperadamente.
Delante de esta imagen generaciones tras generaciones han trasmitido su historia.
La tradición cuenta que cansada la madre por las tantas travesuras de su hijo, en un momento de exasperación pidió al diablo que se lo llevara y el diablo se presentó inmediatamente para ejecutar la petición.
Desesperada la madre, viendo del gran error cometido y a su hijo estremecido del miedo, sabiendo que su alma estaba en grave peligro porque su niño aún no había sido bautizado, rogó a la Virgen.
Nuestra Madre enseguida vino a “socorrerla” y corrió literalmente a palos al horroroso diablo.
En realidad esta historia y el tipo de iconografía de la obra, era muy extendida en todo el centro de Italia en el período del Renacimiento.
Servía para desalentar la práctica del bautismo tardío, un tema que preocupaba mucho a la Orden de los Agustinos. De hecho, muchas pinturas como la de la Virgen del Socorro de Montefalco provienen de iglesias agustinas.
Seguramente más de un padre se apuró a bautizar a su niño, después de ver la imagen, sobre todo, después de ver aquel demonio horrible y siniestro queriéndose llevar a un pobre e indefenso pequeño espantado.