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Miles de desplazados y pueblos bombardeados. El Estado de Kayah, en el este de Birmania, es desde hace varias semanas el escenario de violentos enfrentamientos entre el ejército birmano y grupos de defensa popular opuestos al régimen. El 6 de junio, los soldados atacaron la iglesia de Nuestra Señora de la Paz de la diócesis de Loikaw sin causar heridos, según un sacerdote de la parroquia.
La zona fronteriza con Tailandia, donde los combates causan estragos, alberga el mayor número de cristianos del país. El vicario general de la diócesis lamenta, informa la agencia Fides, que los cristianos y sus lugares de culto estén siendo objeto de tantos ataques. “Todas las comunidades religiosas de la diócesis están dando refugio y ayudando a los civiles en sus respectivas iglesias y edificios. Pero las iglesias están en el punto de mira de los militares”, lamenta el padre Celso Ba Shwe.
En efecto, el movimiento de desobediencia civil nacido tras el golpe de Estado del 1 de febrero está siendo duramente reprimido por el ejército. La urgente necesidad de seguridad y alimentos empuja a las familias a huir tras la destrucción de sus hogares. En el lugar, las iglesias continúan atendiendo, como buenamente pueden, las necesidades espirituales y materiales de la población.
En una carta pastoral, el sacerdote birmano invitaba a los fieles “a recurrir a la Virgen María y a rezar el Rosario todas las tardes a las 19 horas por la paz y el retorno de la estabilidad”. El papa Francisco ha encargado a la Iglesia universal tener en sus oraciones a Birmania y la Tierra Santa. Y es que a la crisis social y política corre el riesgo de sumársele una crisis económica.