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El arte católico ha cumplido muchas funciones a lo largo de la historia, desde la educación en la fe hasta la inspiración espiritual.
Sin embargo, las obras de arte más famosas y preciadas palidecen en comparación con un simple grabado en la pared de un campo de prisioneros nazi. Aunque no hay color y poca definición, la pieza fue grabada en el momento más desesperado del artista.
La obra expresa esperanza y una confianza en Cristo que se opone al terror y la desesperación que infundían los campos de concentración.
En el infame campo de prisioneros de la Segunda Guerra Mundial, Auschwitz, no faltan historias inspiradoras sobre la perseverancia católica frente a la persecución. Fue allí donde San Maximiliano Kolbe se sacrificó para salvar a un judío, que sobrevivió al cautiverio y asistió a la beatificación de Kolbe.
El ejemplo de San Maximiliano Kolbe ha inspirado e inspirará devoción durante generaciones.
Muy cerca de la celda donde san Maximiliano Kolbe encontró su destino, encontramos aún otro ejemplo de la perseverancia de la fe católica. Allí, en la celda 21 de la prisión, hay dos imágenes: El Sacratísimo Corazón de Jesús y la Crucifixión.
Sor Kathy DeVico, abadesa del monasterio de Redwoods, identifica al artista como Stephan Jasienski, subteniente de las Fuerzas Armadas de Polonia. Jasienski, un prisionero de guerra, talló estas imágenes con sus propias uñas. Murió en Auschwitz en 1944, pero su proclamación de fe permanece en la pared hasta el día de hoy.
Sobre el artista, la abadesa DeVico escribió: