Lo que estás a punto de leer, para mí es una de las conversaciones más importantes de la historia, una que define nuestro futuro y la salvación del mundo.
Creo que era san Josemaría Escrivá quien sugería que al leer las Escrituras te metieras en ellas. ¿Cómo es esto? Muy sencillo. Antes de leer, debes imaginar que estás allí, viendo lo que ocurre, eres un espectador ante lo que están describiendo.
Este dialogo extraordinario entre Nicodemo y Jesús se considera uno de los más conocidos y leídos de los Evangelios. Lo encuentras en Juan 3.
Ahora vamos a colocarnos al lado de Nicodemo. Caminemos parte del trayecto con él. Es de noche.
Podemos intuir que lleva en su alma una gran confusión, grandes expectativas y muchas ilusiones.
Porta una lámpara para alumbrar el camino. Va despacio por su avanzada edad. Sabe que no estará ante un hombre cualquiera.
Él es un maestro de la Ley, un líder de su comunidad y puede reconocer que hay algo diferente en ese hombre. Pero ¿quién es Jesús? ¿Qué podrá decirle?
Nicodemo se sienta inquieto, cerca de Jesús, para poder escucharlo con facilidad. Lo mira con amabilidad y sonríe.
Jesús seguro le devuelve la sonrisa y lo atraviesa con la paz de su mirada, para tranquilizar su alma. “Dime Nicodemo, ¿qué deseas saber? ¿Qué te inquieta?”.
Entonces se desarrolla un dialogo profundo que ha llegado hasta nuestros días. ¿Lo contó Nicodemo a los apóstoles? ¿Había alguien más escuchando, tomando notas?
Pon mucha atención a lo que se desarrolla ante tus ojos. Es una conversación realmente extraordinaria.
Jesús le respondió:
Le dice Nicodemo:
Respondió Jesús:
Respondió Nicodemo:
Jesús le respondió:
Ahora le da una explicación maravillosa sobre el amor de Dios por la humanidad.
Nicodemo se pone de pie, agradece a Jesús y se marcha impresionado. Tú, no lo olvides, estás con ellos. Medita las palabras de Jesús camino a tu casa. Siémbralas en tu corazón para que den frutos de eternidad.
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¡Dios te bendiga!