Cada año, para estas fechas hago nuevos propósitos de vida. Una especie de plan de vida, que no sea una limitación en mi vida sino un incentivo para continuar escalando la montaña de Dios.
Lo hago en torno a mi cumpleaños. Cada año es algo diferente y emocionante.
Curiosamente de pronto, ante el sagrario o en misa sé lo que ocurrirá, lo que debo hacer.
Estos son algunos de los propósitos que he tenido que cumplir en diferentes años, aunque no siempre lo consigo.
Este año ha sido diferente, especial.
Me cuesta cumplir lo que Dios me pide cuando pierdo la gracia. En esos momentos me sé perdido.
Corro para confesarme con un sacerdote y siento un gran, enorme alivio cuando recibo el perdón de mis pecados.
Qué maravilloso sacramento es la Reconciliación, que nos restaura la amistad con un Dios, que es Padre y Misericordioso.
Y me cuesta aún más hacer su voluntad cuando abandono la oración. Para mí, orar es ponerme en su presencia amorosa.
Dificultades no me faltan.
Debes comprender que mientras vivamos en este mundo, todos pasaremos por aflicciones y dificultades.
Esto no significa que Dios nos ha dejado solos. Al contrario, camina más cerca de nosotros. Él que es amor, no puede dejar de amar.
Esto es algo asombroso que siempre me ha impresionado. Las Escrituras son claras, nos explican la profundidad del misterio, más de lo que humanamente podamos comprender: “en Dios vivimos, nos movemos y existimos”. (Hechos 17)
Mi experiencia me ha enseñado que puedo confiar en Dios. No necesito señales ni signos externos, sé que Dios está vivo, que existe y que es un Padre amoroso.
Este año tengo un propósito que sin ti no podré cumplir. En otros escritos te contaré de qué se trata. Y te iré compartiendo cómo nos va.
Necesito pedirte el gran favor que ores por mí, por nosotros en Aleteia.
La oración de intercesión es muy grata a Dios y te bendice por ello. La Biblia hace referencias a este tipo de oración. En Santiago 5 nos dice: “orad los unos por los otros”.
Hay una oración muy simpática que solía hacer san Felipe Neri. Cuando atravesaba alguna gran dificultad él decía: “Jesús, acuérdate de Felipe”. Y cuando oraba por alguna persona le imploraba: “Jesús acuérdate de tal persona”.
Es de lo más agradable. Haz la prueba y pide a Jesús por ti y los tuyos, tus hijos.
Me atrevo a pedirte otro enorme favor. El día 3 fue mi cumpleaños. Cuando vayas al sagrario a ver a Jesús por favor dile: “Señor, acuérdate de Claudio”.
¡Dios te bendiga!