Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Muchos se mostraban escépticos sobre los estigmas milagrosos del Padre Pío y toda la atención que estaba recibiendo de los miles de peregrinos que acudían en masa a su monasterio.
A algunos en el Vaticano les preocupaba que la fama del Padre Pío se basara en una mentira y que la gente estuviera siguiendo a un falso profeta.
Lanzaron múltiples investigaciones e incluso colocaron dispositivos de escucha secretos para escuchar sus conversaciones.
Había unos pocos entre la jerarquía que estaban empeñados en atrapar al Padre Pío, y que insistían en que estaba engañando a todos y llevando una doble vida.
Esto culminó en un esfuerzo por trasladar al popular fraile a un monasterio diferente y prohibirle actuar como sacerdote de manera pública.
La gente del lugar se enfureció cuando se enteró de que lo iban a trasladar. Según la biografía Padre Pio: La verdadera historia publicada por Our Sunday Visitor, "alrededor de las 10:00 p.m., una multitud furiosa se lanzó sobre el convento".
La multitud cerró el paso a un sacerdote que creían que se llevaría al Padre Pío. Y la gente no se fue hasta que el Padre Pío les habló, diciendo:
Esto dejó en claro a los funcionarios de la Iglesia que el Padre Pío no podía ser trasladado pacíficamente. Entonces el Vaticano decidió restringir sus facultades, sacándolo de la vida pública.
Fue una cruz difícil de llevar para él, pero obedeció y se sometió al decreto.
El superior del monasterio leyó al Padre Pío el decreto y el santo fraile respondió: "Que se haga la voluntad de Dios … La voluntad de los superiores es la voluntad de Dios".
El Padre Pío pasaría los siguientes años en silencio, celebrando la Misa en privado y sin recibir visitas.
Ni siquiera podía escribir a sus hijos espirituales.
Durante este tiempo, muchos acudieron en defensa del Padre Pío, presentando peticiones, escribiendo cartas e incluso publicando libros.
El Padre Pío quedó consternado por esta respuesta y los instó a detenerse, escribiendo al obispo local para afirmar su disociación con ellos.
Sobre todo, aunque las acusaciones lanzadas en su contra resultaron falsas (y eventualmente se le permitía ejercer su ministerio sin restricciones), el Padre Pío se sometió al decreto y permaneció en silencio, confiando en el plan providente de Dios.
Además de en sus actos, puedes inspirarte en sus palabras: