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Es bastante difícil establecer de dónde viene originalmente la palabra ‘Vaticano’. Claro está, es el nombre de una de las siete colinas de Roma, todas ubicadas en la margen este del río Tíber, dentro de los muros de la ciudad. Sin embargo, hay varias creencias diferentes sobre de dónde viene el nombre de la Colle Vaticano —literalmente, la “Colina Vaticana”—.
Ya en el siglo I, el destacado retórico y filósofo romano Marco Terencio Varrón aseguraba que la palabra derivó de una deidad tutelar local que se creía daba a los niños la capacidad de hablar.
La divinidad, llamada Vaticanus, “presidiría los principios de la voz humana; los niños, en cuanto nacen, hacen el sonido que forma la primera sílaba de Vaticanus y, por ello la palabra vagire (llorar) es la que expresa el primer ruido que emite un bebé”.
San Agustín, muy familiarizado con la obra de Varrón, menciona esta deidad tres veces en su libro La ciudad de Dios y hace referencia explícita a esta extendida creencia romana (cf. Agustín, La ciudad de Dios, 4, 8).
Sin embargo, es más probable que la palabra derive del nombre de un antiguo asentamiento etrusco, posiblemente llamado Vatica o Vaticum. Pero no se ha descubierto rastro alguno de este lugar.
El Vaticano no siempre ha sido la residencia del Papa. De hecho, hasta mediados del siglo XIX, los Papas vivían en su mayoría en el palacio de Letrán, al otro lado de la ciudad.
Pero este hecho histórico no ha evitado que la imaginación popular atribuya al Vaticano todo tipo de historias relacionadas con mitos y “secretos” papales, la mayoría de los cuales son fáciles de derrumbar y desmentir. Aquí tienes tres breves ejemplos.
El Archivo Vaticano está lejos de ser un parque de atracciones para teóricos de la conspiración. De hecho, resultaría bastante aburrido para el público general.
El aura de “misterio” que cubre al Archivum Secretum Apostolicum Vaticanum —tal es su nombre oficial completo— podría deberse únicamente a un error de traducción del latín original: secretum significa simplemente “separado”, como “para uso personal”.
Cualquiera que haya tenido alguna vez un secrétaire (un escritorio de despacho) probablemente tenga más claro lo que esto significa: el “Archivo Secreto” Vaticano es una colección de documentos personales, sobre todo cartas privadas, crónicas y registros históricos de Papas pasados.
En cualquier caso, esto no convierte necesariamente al Archivo Vaticano en un lugar aburrido.
Algunos investigadores podrían considerarlo su propio y privado Jardín del Edén.
En sus estanterías encontramos la bula papal que excomulgó a Martín Lutero y, al lado, un pergamino completo de 60 metros de largo con las actas de los juicios contra los Caballeros Templarios.
Y las cartas de Miguel Ángel al papa Julio II. Y los registros del juicio contra Galileo.
E incluso una carta del papa Clemente XII al séptimo Dalai Lama solicitando protección para los frailes franciscanos en el Tíbet.
Hay un pasillo incorporado dentro del único muro medieval que queda en Roma. Conecta el Palacio Apostólico del Vaticano con el Castillo de Sant’Angelo.
La “última vía de escape de los Papas” es un pasaje subterráneo del siglo XIII y ha cautivado la imaginación de muchos escritores.
La visita de Dan Brown a este pasillo le dio la idea para escribir su novela superventas Ángeles y demonios, una fantasiosa obra de ficción que retrata el Vaticano como un escenario de todo tipo de conspiraciones.
Brown afirma que el pasaje tiene unos 400 metros y llega hasta la biblioteca privada del Papa. Sin embargo, lo cierto es que es el doble de largo. Termina cerca de la residencia papal, por encima de la sede actual de la mensajería vaticana.
Aunque a muchos les gusta pensar en este pasaje como un lugar de “correrías”, el pasillo solamente se ha usado en casos estrictos de emergencia.
Por ejemplo, Alejandro VI (el infame Papa Borgia) lo usó en 1494 para refugiarse en Castel Sant’Angelo cuando las tropas francesas del rey Carlos VIII invadieron Roma.
También se usó el 6 de mayo de 1527 cuando las facciones protestantes de Carlos V saquearon Roma.
En aquel día, 147 guardias suizos murieron intentando proteger la tumba de Pedro, mientras otros 42 protegían al papa Clemente VII, quien se refugió en el castillo cruzando el pasaje de emergencia.
La Biblioteca Apostólica Vaticana se estableció oficialmente en 1475, aunque en realidad es mucho más antigua.
Los historiadores explican que la Biblioteca Apostólica Vaticana tiene sus orígenes en los primeros días de la cristiandad.
De hecho, algunos manuscritos de los primeros siglos del cristianismo se conservan (como es natural) aquí.
Establecida en el palacio de Letrán hasta finales del siglo XIII, creció exponencialmente durante el papado de Bonifacio VIII, que era propietario de una de las mayores colecciones de manuscritos ilustrados en Europa.
Sin embargo, no fue hasta 1451 cuando el papa Nicolás V, un famoso bibliófilo, intentó restablecer Roma como un centro académico de importancia global, para lo cual construyó una biblioteca relativamente modesta de más de 1200 volúmenes, incluyendo su colección personal de clásicos griegos y romanos y una serie de textos traídos de Constantinopla.
Hoy en día, entre los tesoros de la Biblioteca Vaticana se encuentran en torno a 75.000 códices y 85.000 incunables (es decir, ediciones realizadas entre la invención de la imprenta y el siglo XVI) que suman un total de más de un millón de libros.
Lejos de ser secretos, todos estos tesoros están en Internet. Puedes buscar en la biblioteca y descargar sus archivos simplemente haciendo clic aquí.