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Al salir de casa se puede tener la sensación de si vas a retornar o no a ella. También cuando se va de viaje, puedes llegar a sentir que podrán suceder muchos cambios a tu regreso.
Pero cuando eres un emigrante y ya no tienes la certeza de regresar a tu tierra, las cosas pueden ser vividas de una forma más dramática. La despedida de tu querido terruño, puede implicar que ya no volverás a regresar y tal vez no ver más a tus seres queridos.
Es una sensación muy particular, que han vivido y siguen sintiendo muchos de los que emigran. La constante preocupación de cómo están los padres, los hermanos, la pareja, los hijos o los familiares y amigos es algo que siempre está en algún rincóncito del corazón y el recuerdo.
Pero nada puede preocupar más que tener la sensación de que algo malo les puede suceder y peor aún cuando recibes la mala noticia de que alguien está enfermo, ha tenido un accidente o de plano ha fallecido.
Cuando algo así llega a pasar, entonces se agrava el malestar y se desata la imaginación cargada de multitud de emociones y sensaciones negativas. Se convierten en momentos de agobio, angustia, vacío, lamento, enojo, tristeza, frustración, impotencia, incertidumbre y desde luego se pueden tener todo tipo de fantasías de lo que está pasando y de lo que puede traer como consecuencia.
Y todo a distancia, sin poder hacer nada, queriendo estar allá y acompañarlos y tener esa amarga sensación de estar atrapado en la impotencia y los límites que la realidad y las circunstancias imponen.
Verdaderos dramas y tragedias de la vida de un inmigrante. De alguien que queriendo estar con sus seres queridos, y no lograr encontrar la calma porque no tiene opciones.
Afortunadamente la vida no debe de quedarse atrapada en un determinismo fatalista, porque siempre hay opciones a nuestro alcance que pueden romper con el pesimismo.
Veamos algunas alternativas que nos pueden ayudar:
1Vivir el presente
De las primeras experiencias que tenemos que aprender cuando ya eres inmigrante. Es que tu pasado ya lo dejaste atrás. Que por el momento, sólo está el presente y los pasos adelante que hay que dar.
Lo que sucedió anteriormente y a las personas amadas que ya no están contigo, sólo quedan en tu corazón y en el agradecimiento de todo lo que hicieron por ti. Por lo que aprender a manejar bien el tiempo presente, es un ejercicio de vida muy importante.
2Dominar la mente
Uno de nuestros más grandes enemigos, es nuestra propia mente, es combinar imaginación, miedo y futuro. Así que si le empiezas a dar rienda suelta a tus fantasías con miedo y además proyectándolo a un futuro que no sabemos realmente qué va a suceder, tenlo por seguro que estás construyendo tu propio salón de torturas.
Por lo que si te encuentras fuera de tu país y no estás bien enterado de lo que sucede, de seguro echaras a volar la imaginación con muchas suposiciónes llenas de temores y eso te hará sufrir de forma innecesaria.
Por lo que detén, desde un inicio, el estar dándole vueltas al tema y sólo concrétate a la información que tienes sin agregarle pensamientos negativos inventados por ti.
3Cultivar la oración
Como realmente no puedes hacer nada, estando tan lejos, lo mejor que puedes hacer es aprender a resignarte con humildad. Es aquí, donde el bendito recurso de la oración, cumple un papel indispensable.
Es el momento de mostrar tu fe, al mantenerte tranquilo, porque estás convencido de que efectivamente estamos en las manos de Dios y que por algo suceden las cosas así.
4Focalizarse en las tareas cotidianas
Aprender a enfocarte de nuevo en tus actividades normales y no permitir que ni la ansiedad (que es miedo a lo desconocido que pueda suceder en el futuro); ni la angustia (que es miedo a que se repita el pasado conocido) te abrumen y desconcentren en los compromisos y tareas que hay que continuar desempeñando.
5Aceptar
Si ya se han recibido noticias del deceso de un ser querido, entonces el aceptar la realidad de su muerte y seguir con el duelo habitual que todos debemos practicar. Que según algunos especialistas consideran los siguientes 6 pasos:
1.- Aceptar la realidad y no negarla.
2.- No ver a la muerte como algo negativo, mucho menos como un castigo "divino" y sí reconocer que así es la voluntad de Dios, aunque no la entendamos. Siempre hay un entorno de misterio.
3.- Hacer un recorrido en la memoria de lo vivido con la persona fallecida y agradecer todo lo bueno y en su caso perdonar y también dejar ir lo malo que pudo existir.
4.- Ejercitar con particular intención las oraciones, los sacramentos y la caridad, realizando acciones extras por el descanso eterno y la misericordia del Señor.
5.- No permitir sentimientos de culpa por no haber estado presente a la hora de su muerte o no haber acompañado a los familiares dolientes en los momentos oportunos.
6. Tener el cuidado y la atención de enviar los debidos pésames y condolencias a los demás familiares y amigos que han sufrido también la pérdida. Haciendo patente tu solidaridad y apoyo moral. Y si cuentas con recursos económicos suficientes, puedes enviar algo para la compra de unas flores o aportar a los costos funerarios.
6Seguir adelante
Esmerarse por seguir adelante con tu vida y valorar aún más todo lo que tienes, abrazando con particular afecto, a los seres queridos cerca de ti; y procurar utilizar las herramientas de la comunicación que tenemos, para fortalecer tus lazos con los demás.
En la vida tenemos que practicar los enormes beneficios que nos regala la Providencia y gracia de Dios, para nunca sentirnos ni abandonados ni tristes. Porque siempre contamos con su íntimo e incondicional Amor, que nos fortalece y vivifica para vivir con paz y alegría, pase lo que pase.
Lejos o cerca de nuestros familiares y amigos, El siempre nos acompaña y por ello, en ningún momento, hemos de soltarnos de sus sacrosantas manos.