Una serie de fenómenos desconcertantes a veces acompañan el desarrollo de la vida mística. Se pueden distinguir tres categorías, como explican Max Huot de Longchamp con Antonino Raspanti en “Cos’è la mistica” (Città Nuova).
Algunos, por muy impresionantes que sean, corresponden solo a una intensificación del funcionamiento mental habitual: visiones, palabras interiores y otros impactos de lo sobrenatural en la psique.
Otros, que a menudo acompañan a los primeros, corresponden a reacciones anárquicas de la psique, cuando el impacto de lo sobrenatural es de tal violencia que la priva, más o menos completamente, del autocontrol. Son éxtasis, arrebatos, incluso levitaciones, que atestiguan la incapacidad de la naturaleza para acoger armoniosamente lo que la sobrepasa.
Otros, finalmente, no reflejan la debilidad de la naturaleza, sino que usan sus capacidades para expresar lo que la sobrepasa, ya que el alma y el cuerpo del místico revelan el misterio que se está realizando en ellos, en el que el cristiano reconocerá la prolongación del misterio de la Encarnación de Cristo.
Se trata de los estigmas y otras manifestaciones somáticas relacionadas, la más significativa es la muerte de amor, culminación para el cristiano de su identificación con Cristo.
Toda experiencia mística es un encuentro. Encontrarse con alguien es algo más que cruzárselo en la calle: encontrarlo es tomar conciencia de su presencia en nuestra vida. Ya estaba ahí, pero ahora forma parte de nosotros, y eso puede implicar reacciones muy diversas. Se habla comúnmente de "enamorarse", cuando el encuentro es de una cierta intensidad, algo que subraya la novedad e imprevisibilidad del evento; cuando se trata del encuentro de un joven y una joven, esto hace que la cara se ruborice, el corazón lata, a veces muy rápido …
Cuando se trata de encontrar a Dios, eso produce reacciones similares, pero su fuerza puede llegar a absorber completamente a Bernadette en sus visiones, volviéndose absolutamente insensible a lo que pudieran decirle o hacerle, hasta el punto de que no apartó la mano cuando una llama se acercó a ella.
Y aquí, entre los fenómenos místicos, tenemos el principio del arrebato-rapto, el éxtasis y otras levitaciones, que tienen en común una desconexión real de la conciencia del mundo exterior. Ruusbroec el Admirable resume el fenómeno en pocas palabras y nos da la explicación: