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Matrimonio: ¿Cómo estar unidos siempre?

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Carlos Padilla Esteban - publicado el 06/10/21
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La libertad es esencial: no estar atados, sino elegir cada día a tu pareja, renovar el sí del primer día, y eso solo Dios lo hace posible

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El amor humano es tan frágil... Puede romperse cuando falta el cuidado y se enfría el alma.

Cuenta una leyenda de los indios sioux que unos novios querían que su amor fuera eterno y le pidieron consejo al brujo sabio del poblado para permanecer siempre unidos.

Buscaban un arma para que su amor fuera siempre igual de hondo, apasionado y verdadero.

Y él les pidió que cada uno por su lado buscara un ave. Él un águila. Ella un halcón. Volvieron a su presencia con sus presas. Él les dijo:

Así lo hicieron y lanzaron las aves al cielo esperando que volaran en armonía. Pero el halcón y el águila, acostumbrados a volar en soledad, no podían alzar el vuelo.

Con furia se revolvían la una contra la otra tratando de separarse. No lograban alzar el vuelo tirando en direcciones opuestas. Entonces el sabio les dijo:

Unidos siempre, juntos siempre, pero no atados, aunque el cordel que una esté lleno de amor.

La libertad es esencial para volar unidos. Te elijo a ti de nuevo cada mañana renovando el sí del primer día.

Sin miedo a la aventura eterna que ansío. Ese vuelo a las cumbres que sueño. Pero consciente de las limitaciones de mi alma, de mi amor, de mi entrega.

Y mi corazón sueña con el sí para siempre. Porque no está hecho mi corazón para una soledad sin amor. Dice la Biblia:

Y Dios le dio a la mujer para que no estuviera solo:

MODLITWA MAŁŻEŃSKA

Se hacen los dos una sola carne por amor, en libertad, unidos por el lazo del amor que quiere ser eterno. Cristo lo corrobora:

Es un milagro que dos carnes diferentes, autónomas, separadas, con caminos de vida ya recorridos se conviertan en una sola carne, y recorran un único camino.

Tiene que ser un milagro, de otra forma es difícil de entender. Siempre me conmueve acompañar matrimonios que llegan a los 30, 40, 50, 60 años.

Me parece un milagro que dos vidas tan separadas en su origen lleguen por amor a caminar juntos para la eternidad.

Y me duele en ellos la separación temporal que provoca la muerte.

Porque el corazón humano está hecho para el cielo y la separación cuando hay amor es lo más ajeno a la vida que puedo imaginarme.

Por eso me duele que aquellos que un día se dijeron que sí para siempre llegue un día en que separen sus caminos y no sepan vivir un día más en armonía.

¿Se equivocaron en la primera decisión tomada? ¿Eligieron mal a la persona con la que compartir la vida?

¿Uno de los dos, o los dos cambiaron tanto que lo que en principio parecía evidente dejó de serlo con el paso de los años?

¿Dejaron enfriar el amor y alguien se interpuso en el amor que se profesaban?

SEPARATION,

Es difícil comprender por qué lo que tenía en su inicio una semilla de eternidad puede concluir con el paso de los años.

Hoy muchas personas no creen ya en ese amor para siempre. Dudan de la fidelidad hasta el último día. ¿Quién es capaz de amar así, sin límites?

Tal vez el corazón se ha vuelto egoísta y no quiere vivir renunciando toda la vida. Tal vez el amor inicial no era tan puro ni tan maduro. Ya no lo sé.

Pero me impresionan esos matrimonios que mueren al poco tiempo de nacer, pasados solos algunos años, insuficientes para provocar el desgaste o la hartura.

Me impresiona que después de un noviazgo largo luego sólo puedan vivir unos años juntos de matrimonio. ¿Qué ha fallado?

¿Quizás no se educa hoy en el amor maduro a los hijos? ¿O la sociedad me incita a creer que ese amor generoso y entregado es sólo una pérdida de libertad y autonomía?

Ya no sé si es posible educar en un amor santo en el que no haya sometimiento ni anulación por parte de uno de los dos. Un amor generoso por ambas partes.

Un amor que viven los dos entregándolo todo, buscando dar el cien por cien sin esperar recibir lo mismo a cambio. Un amor fiel en los detalles, delicado y respetuoso.

Un amor en el que haya siempre admiración y capacidad de perdonar los errores y debilidades de mi amado.

Un amor en el que no tenga que renunciar a mí mismo y acepte a mi cónyuge sin exigirle que sea distinto a como es para poder amarlo.

Amar así es seguro fruto del Espíritu de Dios en mi corazón; si no, no me lo explico. 

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