Recuerdo haber leído el encuentro de san Pío de Pietrelcina con un increyente. Este le dijo durante una confesión:
- Padre Pío, no creo en el infierno.
A lo que el buen sacerdote respondió:
- Ya creerás cuando estés allá.
Muchos dicen que el infierno es la ausencia de Dios.
Otros que el mayor sufrimiento de los que están allí es ver la gloria de Dios a la distancia, con un muro impenetrable de por medio y no poder disfrutar de su Amor, vivir eternamente alejados de Él.
La Biblia por otro lado lo describe como un lugar de sufrimientos eternos.
Igual lo describen muchos santos de nuestra iglesia a los que Dios les ha permitido tener una visión corta de ese estado.
Sabemos que es un lugar de tormentos eternos, “un estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica)
He querido dedicar unos escritos a estos temas tan delicados porque se trata de nuestras almas inmortales y de su salvación. No es cualquier cosa.
Hablamos de nuestra eternidad, que debemos pasar en la presencia amorosa de Dios en el Paraíso.
Creo que es hora de empezar a leer la Biblia y conocer mejor nuestra fe para poder saber lo que Dios espera de nosotros y cuidarnos mejor.
Decía la beata sor María Romero Meneses: “No podemos elegir la fecha ni el lugar de nacimiento o nuestra muerte, o la familia con que viviremos en este mundo, pero sí podemos elegir nuestra eternidad. Procura que sea una feliz.”
Dios quiere que seas santo, para que pases una eternidad feliz, a su lado. Si actualmente eres infeliz y vives en pecado, ese que te atormenta por las noches, es hora de cambiar.
Nuestro Dios es el Dios de las oportunidades, mientras tengas vida puedes hacerlo.
San Josemaría Escrivá aconsejaba soltar en la confesión primero aquello que más nos avergonzaba y torturaba, ese pecado tan difícil de soltar.
Busca hoy un sacerdote y haz una confesión sacramental. Limpia tu alma de todo pecado y restaura tu amistad con el Padre Eterno. Seguro te mirará complacido desde el cielo y sonreirá.
Debemos estar en vela, preparados para ir al encuentro de Dios, en cualquier momento.
Conserva tu estado de gracia como un tesoro. Piensa más en tu alma, no la descuides. No cometas ese grave error. Te espera una eternidad, ¿cuál elegirás?