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La empatía o la capacidad de “sentir con” y compartir las emociones de los demás, puede ser un hermoso regalo que nos conecta entre nosotros. Sin embargo, también puede hacernos sentir tristeza e incluso llevarnos a una situación insoportable.
Es muy valorada en el trabajo. Pero si sentimos como propio el sufrimiento de los demás, puede convertirse en nuestra espada de Damocles.
Chris Westfall, en un artículo publicado en la revista Forbes, afirma que esta situación de angustia puede llevar a la “fatiga por compasión”.
Los líderes ven en la empatía el poder de una comprensión más profunda. Porque, en esencia, la empatía es comprensión: poder ver el mundo desde el punto de vista de otra persona. Sin esa capacidad, los equipos se rompen, asegura Westfall. Los líderes pierden el respeto. Los individuos no son reconocidos y los potenciales no se desarrollan.
La empatía en el lugar de trabajo está relacionada positivamente con el desempeño laboral.
En otras palabras, los profesionales que practican un liderazgo empático hacia los empleados directos son considerados por sus jefes mejores ejecutores en sus tareas.
Es fundamental, en el trabajo y en la vida, ser compasivo y tener capacidad para conectar con los demás. La interacción mejora y permite la comunicación efectiva y positiva.
Demostrar empatía en el lugar de trabajo es parte clave de la inteligencia emocional, así como la efectividad del liderazgo.
Los investigadores nos dicen que nuestras respuestas empáticas iniciales pueden tomar dos caminos: la angustia empática y la preocupación empática.
La angustia empática, asociada con sentimientos negativos, puede provocar mala salud y agotamiento.
La preocupación empática, por otro lado, puede generar sentimientos positivos, buena salud y deseo de ayudar.
Con el enfoque en los demás, podemos motivarnos a aliviar el sufrimiento de otra persona, pero la angustia empática puede dejarnos atrapados en nuestro propio sufrimiento porque es una respuesta más centrada en uno mismo, una especie de caída emocional.
Cuando experimentamos una preocupación empática, no necesariamente estamos compartiendo los mismos sentimientos dolorosos que la otra persona.
De hecho, también podemos ser bastante conscientes de que somos distintos y diferentes de la persona que sufre cerca de nosotros.
Para saber si hemos caído en la “trampa de la empatía” por la lucha de otra persona, vale la pena hacer una pausa, tomar un respiro y reflexionar. ¿Cómo saber si sufrimos angustia empática?
Estas son algunas de las señales:
1. Estás fatigado sin causa aparente.
Las emociones negativas causan alteraciones. Puedes “sentir” demasiado sin conocer la causa.
2. El dolor de los demás te supone una carga.
Sientes la inclinación de cuidar de los demás, pero olvidas cuidarte a ti mismo.
3. Eres vulnerable a las decepciones.
Eres sensible y sientes en exceso decepcionar a los demás.
4. Decir “no” te cuesta y te sientes culpable.
La autoexigencia extrema provoca ese sentimiento de culpa.
5. Eres demasiado diplomático.
La tolerancia llevada al extremo puede llevarnos a un callejón sin salida.
6. Revives una y otra vez las mismas situaciones.
Las personas sensibles rumian los conflictos sin poder huir del pasado.
7. Necesitas estar a solas.
Requieres un equilibrio entre sobreestimulación y soledad.
8. Te sientes incomprendido, aunque te expliques constantemente.
Si tienes a alguien que te está escuchando, siéntete afortunado.
Conocer los problemas de la empatía nos ayuda a aceptar nuestra realidad. De esta manera, ya no necesitamos mendigar la aceptación de otras personas. Solo necesitamos conocernos a nosotros mismos.
Cuestionarnos de modo habitual nuestro pensamiento de una manera ordenada, nos ayuda a cambiar y minimizar los sentimientos de angustia. Para gestionar mejor nuestras emociones podemos hacernos las siguientes preguntas: