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A mi hijo no nacido: No te olvido, la muerte no interrumpirá nuestra historia

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Orfa Astorga - publicado el 26/10/21
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No olvidaré jamás el momento en que el médico me comunicó mi tan deseado primer embarazo, diciéndome que en unas semanas podría escuchar su corazoncito y ver su difusa imagen en ultrasonido.

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Vinieron entonces los sueños en los que un niño o una niña crecerían entre el asombro de vivir y un proyecto de vida cuajado de alegrías y satisfacciones. Tal vez fuera una científica o un artista, tal vez vivirían un feliz matrimonio, tal vez…

Luego llegó el aborto involuntario. Despertaba cada noche con el más intenso dolor en el alma. Abatida, acudí a ayuda tanatológica, en la que se me ayudó a vivir mi duelo y dar el más profundo sentido a mi experiencia.

Descubrir el sentido positivo de aquella pérdida

Un sentido positivo que, desde solo lo humano, pareciera no tenerlo... Sin embargo, lo tenía pues todo lo humano, por difícil que nos resulte, tiene un valor divino.

Lo fui descubriendo ya durante las pocas semanas de embarazo, pues al tocar mi vientre, era como si tocase intensa e inefablemente la inmortalidad del alma de mi hijo, dándome la certeza de su pertenencia a lo eterno, desde el momento mismo de la fecundación. Él fue un chispazo de vida, cuya intensidad alcanzó a ser el fiel reflejo del amor de Dios, del que no puede venir nada malo.

Mi hijo y yo

Con luminosidad ahora comprendo, que en esas pocas semanas mi hijo y yo vivimos una coincidencia amorosa en un espacio y un tiempo, que ciertamente quedó enmarcado con fechas determinadas por nuestro sentido de temporalidad humana.

Pero… en ese mismo espacio y tiempo, hubo un “además”, que anidó para siempre en mi corazón.

Sucedió que el coincidir amoroso entre mi hijo y yo tuvo un carácter decisivo e inaudito, pues más allá de una concepción biológica, hubo además otra concepción, en una dimensión en la que la vida y el amor no están sometidos al pasar y no volver del tiempo, sino a crecer más y más, en una extraordinaria profundidad sin límites.

Un principio de vida superior

Por eso, tengo la certeza de que, entre mi hijo no nacido y yo anidará para siempre un principio de vida superior y diferente a la vida mortal pues, al concebirlo, ambos entramos en un ámbito de la existencia radicalmente distinto al de los demás espacios y tiempos.

Un tiempo y un espacio que son de Dios, y donde mi hijo vive.

Por eso, pienso que no vienen al caso los deseos bienintencionados que me expresaron acerca de que se me concediera esa resignación atravesada por un dolor, que el tiempo cura indefectiblemente. Ese tiempo que asimila las cosas que pasan y simplemente no vuelven.

La muerte no interrumpirá nuestra historia

No, para mí dejar de sentir dolor no ha de ser olvidar.

Ha de ser así ya que para mi hijo y para mí, la muerte no interrumpirá nuestra historia, pues el desintegrarse y volverse polvo no es lo propio del amor verdadero, la más sublime experiencia entre la vida que nos pasa y la vida que nunca se pasa.

Y en esa vida nos encontraremos en el cielo.

El aborto espontáneo es la pérdida involuntaria de un embarazo antes de la semana 20. Alrededor del 10 al 20 por ciento de los embarazos conocidos terminan en un aborto espontáneo, una experiencia relativamente frecuente, pero eso no hace que sea más fácil de sobrellevar.

Por Orfa Astorga de Lira

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