Para ayudar a Aleteia a continuar su misión, haga una donación. De este modo, el futuro de Aleteia será también el suyo.
Marta sabía que se iba al Cielo y quiso ‘disfrutar’ de la vida hasta el último suspiro, con la música que le puso Dios. Su entereza y alegría han conmovido los corazones de quienes conocen su historia. En Hakuna, el grupo católico al que pertenece, ha dejado una huella imborrable.
Cáncer de huesos
Marta no llegaba a los 20 años cuando recibió un noticia que iba a cambiar su vida. Tenía osteosarcoma parostal, un cáncer de huesos contra el que batalló con una fe inquebrantable hasta que puso rumbo al Cielo con 23 años. Todos los que la han conocido coinciden en destacar una cualidad que llamaba la atención de todo el mundo: su alegría. Pero no una alegría vacía, una alegría enraizada en Cristo y que compartía con su familia y con el colectivo cristiano Hakuna, al que pertenecía.
Funeral en Oviedo
Hace apenas una semana se celebraba el funeral por su eterno descanso en la basílica de San Juan el Real de Oviedo, de donde era natural. Se quedó pequeña por la gran afluencia. Marta era tremendamente querida. La ceremonia fue “hermosa e impresionante”, según el párroco. Un centenar de jóvenes de Hakuna acudieron a darle el último adiós. Y lo hicieron con el característico sello de este grupo: adoración con canciones. Con música daban gracias a Dios por haber puesto a Marta en sus vidas. Los padres daban las gracias a todos los presentes. Pidieron hacer otro funeral en Madrid, donde su hija participaba de Hakuna, para conocer más de cerca su experiencia. Y se hizo. En el Convento de Cifuentes de Guadalajara, en un funeral presidido por Mons. Carlos Osoro, cardenal Arzobispo de Madrid. Varios cientos de personas acudieron a la cita.
Entereza y tenacidad
Su prima Covadonga, periodista, publicó en el diario "El Comercio" un artículo sobre Marta en el que la define así: “familiar, coqueta, trabajadora, responsable, tenaz, cabezota, detallista, amante de la buena comida, en especial la asturiana, y siempre dispuesta a ayudar a los demás... deja un imborrable recuerdo entre todos los que la conocimos”. Narra además cómo luchó contra la enfermedad, siempre con entereza y tenacidad: “La dureza de los tratamientos y operaciones a los que se sometió no le impidieron culminar su carrera año por año ni trabajar siempre que tuvo oportunidad. Tal vez la explicación a tanta fuerza hay que buscarla en su profunda religiosidad, que le ayudó a sobrellevar todos estos años sin jamás perder la sonrisa”.
“Baila y déjate de historias”
Ese era su lema. Entendía que la vida era como una canción, que no la ponía ella, la ponía Dios. Y ella optó por disfrutarla. Y que todo el mundo tiene problemas. Esa forma de vivir la enfermedad impactó a quienes la fueron conociendo ya con la enfermedad. Su naturalidad y su sonrisa, como reconoce a Aleteia Borja –un amigo-, que nos cuenta que “ella tenía claro que iba a ir al Cielo. Por eso sabe que esto es una canción que hay que bailarla y cuando se acabe la canción iba a ir al Cielo”.
Encuentro con el Papa
Entre los miembros de Hakuna corrió la petición como la pólvora. Había que rezar por Marta porque la iban a operar del corazón. Una intervención muy delicada. Pero con ayuda de Dios todo salió bien. Un día después recibió el alta. Esto ocurrió un mes antes de que el cáncer acabara con su vida. Y con valentía, tras recibir el alta, un día después, se fue a Roma acompañada de miembros del grupo. Antes, le había escrito una carta pidiéndole audiencia, con “las ganas de vivir la vida que Dios me quiera regalar”. Y así fue. El encuentro con el Santo Padre fue reconfortante, una inyección de paz para los últimos momentos de su vida.
¿Qué es Hakuna?
La propia Marta, antes de morir, pidió a su familia que en la esquela apareciera escrito “pringada de Hakuna”. Y así fue. Es la forma en la que se denominan a los socios de esta asociación privada de fieles.
Ellos mismos se definen como “cristianos que juntos seguimos a Cristo, compartiendo un estilo de vida que aprendemos arrodillados ante Cristo Hostia. Y así aprendemos a vivir arrodillados ante el prójimo, ante la vida y ante el mundo”. Su carisma es la alegría y su modo de expresarse, la música y los cánticos: “Disfrutamos de todo -aun de lo que el mundo desprecia- porque todo es bueno, y así glorificamos a Dios. Deseamos colaborar con el Espíritu para transfigurar todas las realidades. Tenemos el empeño de vivir con alegre cara de resucitados. Queremos hacer de la vida una fiesta, y hacer de las fiestas momentos de vida”.