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El 8 de enero de 2021, en horas de la tarde, por los callejones y escaleras de La Vega, ingresaron funcionarios de los cuerpos de seguridad del Estado, persiguiendo a supuestos delincuentes. Sus acciones dejaron 23 fallecidos, entre ellos algunos vecinos de reconocida honestidad, que fueron alcanzados en sus viviendas por las “balas perdidas”.
Otros, sencillamente, murieron atrapados en el “fuego cruzado” de las partes en conflicto. Este es uno de los episodios que han marcado a la parroquia “San Alberto Hurtado y José Gregorio Hernández”, en la parte alta de La Vega, al suroeste de Caracas.
Una parroquia de piedras vivas
En estos sectores la iglesia viva, la de personas de carne hueso; la iglesia de gente humilde, sencilla, alegre y llena de esperanzas, no posee un templo de piedra.
“La parroquia está constituida como una red de pequeñas comunidades que son semillas del Reino de Jesús para ser promotoras de la paz, la convivencia ciudadana y la cultura democrática”, acentúa el padre Alfredo Infante, párroco de “San Alberto Hurtado y José Gregorio Hernández” que forma parte de este sector de Caracas.
“Esto es una manera de formar iglesias vivas antes que templos de concreto”, llegó a decir el jesuita en una conversación con Aleteia.
Por las calles, escaleras y callejones de la parte alta de La Vega, bajan y suben los vecinos para llegar a tiempo a sus puestos de trabajo, a cumplir con sus estudios o alcanzar algunas ofertas en la compra de comida o medicamentos. También lo hacen llevando envases de agua al hombro, debido a la mala calidad del servicio que recientemente generó protestas.
Entre estos sectores el padre Infante cumple su labor pastoral apegado al concepto de “una iglesia en salida” que el papa Francisco impulsa para la Iglesia Universal.
Desde el tercer domingo de adviento, celebra las misas de aguinaldo en cada sector, motivando la esperanza y la alegría. Un día la realiza en la redoma, donde solo pueden llegar vehículos 4x4; y al día siguiente, se cumple entre callejones similares a los que hace menos de un año llegó la violencia oficial para dejar sus macabras huellas.
Pero los vecinos están allí con sus niños y dispuestos a participar en la misa de aguinaldo. Se suman así a la espera del nacimiento del niño Dios el 24 en la medianoche. En sus rezos recordarán a familiares y amigos que marcharon a otros países en calidad emigrantes, se encuentran enfermos o fallecieron por motivos de la pandemia.
El frío de diciembre que los caraqueños llaman “Pacheco”, justifica desempolvar coloridas bufandas, chaquetas y gorros navideños. Con tambores, cuatros y maracas llevan la alegría, apenas despunta el sol. Es la alegría de la Navidad en La Vega.
La buena noticia de la iglesia que sale al encuentro el otro
Alfredo Infante explica que la tradicional novena de aguinaldos la realizan recorriendo cada sector y los edificios en la parte alta de La Vega. Cada día corresponde a un sector distinto para ir fortaleciendo la vida de fe. “Lo bonito de todo esto es que la gente prepara su misa, sus ofrendas y peticiones”. La reflexión de la lectura es compartida y permite la participación. “El Evangelio va iluminando la vida de cada uno de ellos”, explicó.
Expone que la misa a las seis de la mañana se da en contexto de parranda. “En medio del frío y la neblina, se observa a la gente recorriendo la zona para acompañar y apoyar al sector donde corresponde la misa”. También en la noche, la misa es a las 7, y se cumple con un grupo de niños que amenizan la celebración, esta vez, en los edificios.
“Creo que estos espacios de fe son muy importantes para salir al encuentro del otro, como salió María; para acoger al otro, como fue el caso de Isabel con María; para saludarnos y fortalecer los vínculos comunitarios”, indicó el jesuita.
“En este tiempo en que estamos en un proceso sinodal, esta iglesia en la calle que celebra y se prepara para la venida del niño Jesús, generando vínculos comunitarios, caminando y rezando juntos, creo que es una muy buena noticia. Especialmente, en un país como Venezuela tan estropeado, herido y fracturado”, acotó Infante.
El jesuita aprovecha para denunciar las “dinámicas políticas injustas que, en vez de apoyar el bien común y fortalecer los vínculos, han ido más bien fracturándolos”.
Por eso -de acuerdo con Alfredo Infante- compartir la fe como ocurre en estas misas de aguinaldo, “es importante para reconocernos como hermanos más allá de nuestras diferencias, así como alimentar la esperanza en Jesús que viene a nosotros”.