A santa Teresa de Lisieux le encantaba la Navidad por muchas razones. Por ejemplo, porque era un recordatorio de su “conversión” inicial de niña, además de por ser una fiesta que celebraba al Divino Niño Jesús, a quien amaba profundamente.
También le encantaba la nieve, como cuenta en su Historia de un alma.
El día que tomó los hábitos, cuando se disponía a entrar en el noviciado en el monasterio carmelita de Lisieux, estaba previsto para el 10 de enero de 1889.
El tiempo empezaba a cambiar un poco hacia la primavera en esta región de Francia y santa Teresa tenía pocas esperanzas de que nevara.
El “pequeño milagro” de nieve
No obstante, cuando entró en la clausura después de la ceremonia, la nieve le esperaba, a pesar de la calidez del clima.
El pequeño milagro de la nieve recuerda una clásica película navideña estadounidense, White Christmas (o Navidades blancas, en España), en la que todo el mundo anhela y reza por la llegada de la nieve. A pesar de las circunstancias del tiempo templado, empieza a nevar en el momento más inesperado.
La imagen es un recordatorio de que nunca es infantil rezar por que llegue la nieve, ya que Jesús nos mira a todos con amor y se deleita al vernos sonreír.