Todos tenemos una vida interior cuyo núcleo es el corazón con el que sentimos, juzgamos, decidimos y actuamos. Cuando un hombre y una mujer deciden compartir su vida, abren sus corazones para poner en común lo propio dejando que el otro participe de esa intimidad. Y cuando estos mundos interiores se comparten, la amistad entre ellos crece y se fortalece.
De hecho, el Papa Francisco ha dicho que el amor conyugal es la "máxima amistad". El matrimonio está lleno de oportunidades para hacer crecer esa vida interior y aquellos cónyuges que se convierten en verdaderos amigos, permanecen juntos para siempre.
Elegimos querernos pase lo que pase
Lo sublime de los buenos amigos es que eligen quererse en todo momento y circunstancia haciendo que esa riqueza interior que tienen permita que aquellas cosas que parecen imposibles, se hagan realidad. Con amor uno es capaz de decirse las cosas más duras, entenderse con solo mirarse y permanecer unidos en la distancia.
Cuando hay una conexión profunda y un mundo interior recreado, esa amistad trae virtudes que son el resultado de esfuerzos que hacemos para hacer el bien y hacerle la vida más agradable al otro. Todo comienza con una disposición del corazón que abre la puerta a nuestro mundo interior. Esa llave es la benevolencia.
No se trata de sentimientos, sino de un acto voluntario por el cual deseamos el bien para esa persona y buscamos su felicidad. Toda amistad genuina requiere un esfuerzo para entrar en la vida de alguien así como también hacer espacio a que otro entre en la propia.
Por eso, para hacer posible la amistad en el matrimonio, es necesario estar dispuestos a abrir el corazón, acoger al cónyuge y llenar ese mundo interior. ¿Qué actos podemos poner en práctica para fortalecer nuestra interioridad y convertirnos en mejores amigos?
Aquí tienes diez propuestas: