En sus primeros años en el periodismo y el modelaje, Juan Segundo Stegmann recorrió el mundo; literalmente. En una época dorada de la televisión, se había ganado su nombre.
Pero en uno de esos viajes, realizando un informe en la provincia de Salta, fue hasta una capilla en un cerro. Y en una capilla en un cerro, con tiempo, en soledad, encontró a María. Y cambió su vida.
La conversión de “Juanse” fue narrada por él mismo en una entrevista con el Diario La Nación. Según relató a la periodista Rocío Sueiro, “tenía muchas cosas vacías y muchas preguntas, muchos sinsentidos”. Allí lloró mucho. Pero, reconoció, “fue el comienzo”.
Hablamos con Juan Segundo luego de la publicación de la nota. La repercusión fue inmensa, porque en esta historia que en internet se suele rotular como un “¿Qué hay de la vida de …”, había algo distinto. No había un hartazgo, una debacle, un fracaso, sino una nueva vida de alguien plenamente feliz viviendo franciscanamente de la providencia. Y que en vez de hablar de su pasado, insistía con “La Casa Azul”.
“La Casa Azul es una obra muy inspirada por la Virgen; ella es la que conduce la obra, nada fue idea mía, en absoluto”, relata con humildad a Aleteia. El origen tiene que ver con la oración. Luego del viaje a Salta, y en el marco de ese camino de conversión y discernimiento que inició, todos los sábados, con un grupo de personas, se juntaban a rezar el rosario y la coronilla de la misericordia.
Fue una etapa, recuerda, muy iluminadora, de mucha contemplación, idea que surge permanentemente del diálogo con él al ver los pasos que va dando la obra.
El nombre explica el sentido de lo buscado: “Cuando miramos hacia el cielo a la casa del Padre la vemos azul. Casa Azul también significa en la tierra el corazón de nuestra madre, que es el lugar en el que quiere guardar a todos sus hijos del mundo entero. Es azul por su fidelidad y su pureza”.
Pero a la vez, aclara, “representa un lugar físico donde podamos hacer las obras de misericordia, cobijar, ayudar… Nos llegan a la puerta personas que están muy mal. Y ahí la casa, las cuatro paredes, se hacen fundamentales. La Casa Azul es espacio en el que podemos abrazar, cobijar, escuchar, acompañar”.
“Somos una obra principalmente de oración. No hacemos nada sin la Misa de la mañana. La Eucaristía, el estar muy unidos a la vida sacramental, así como a la obediencia a la Iglesia, el rezo diario del rosario, la hora santa… Nunca vamos a poder hacer cosas si esto no está. La oración, la devoción al rosario y a la coronilla de la divina misericordia. De ahí nacen, todas las acciones de misericordia que Jesús y María quieran hacer”, sintetiza. De ese espíritu, la visita a enfermos, las comidas servidas, las reuniones de oración, las misiones a los distintos rincones del país, la creación de los espacios para el encuentro con María…
En La Casa Azul, contando a Stegmann, hay cinco personas, servidores, que dedican todo su tiempo, su vida, a la obra. Luego cada uno coordina la colaboración de las personas que se suman a las oraciones y las acciones puntuales de espiritualidad y caridad.
Los servidores, no lo dice, pero uno lo percibe, no paran… “Muchos han tenido que dejar sus cosas para seguir este camino”, cuenta, y enumera los distintos apostolados que lideran: de la comida, de la confección de los rosarios, de las visitas a las familias de los enfermos, de los jardines.
Los Jardines de la Virgen, explica, son lugares de oración creados allí donde hay dolor, como hospitales, centros de adicción, geriátricos. Pero también se han creado en colegios, en escuelas, en espacios donde viene bien la presencia de María y donde, como dice, “ella quiere estar”. “El jardín representa el corazón de María, cada flor representa un alma, cuando regamos y rezamos al mismo tiempo, la virgen se hace muy presente en los jardines, que tienen oración, lugares donde ella quiere estar”.
En la Casa Azul están abiertos, desde la oración, a responder a cada necesidad que se vaya presentando con obras de Misericordia. En la pandemia, cuenta Stegmann, “se manifestó completamente la necesidad de comida. Antes no se había manifestado”. A diario sirven el desayuno en la Casa. Y llevan alimentos a distintos barrios de Buenos Aires, e incluso más allá de la Ciudad.
Pero siempre, cada decisión, como esta, como la misión que hacen con la Virgen y este fin de enero los moviliza a Lobos, se da en un discernimiento junto con un Director Espiritual y el acompañamiento en la oración de hermanas de distintos carmelos. De hecho, este 5 de febrero, para quienes estén en la ciudad de Buenos Aires, habrá un encuentro de oración y adoración eucarística a las 13.45 en el Monasterio de Carmelitas Descalzas de la calle Amenábar 450.
Para conocer más de La Casa Azul, acercar ideas, ayudas, o necesidades, escribir a lacasaazuldemaria@gmail.com.