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Cuba no es un país muy grande, pero si el trayecto es a pie, debe verse inmenso. Se sabe que la distancia en línea recta entre la capital y oriente es de 813 kilómetros y la distancia en coche es un tiempo estimado de viaje de 9 horas 41 mins.
La isla de Cuba es la mayor de las Antillas. Desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí, sus extremos occidental y oriental respectivamente, la ínsula mide 1. 250 km. Ese es el trayecto que está recorriendo Omar Quintero Montes de Oca.
Hace 10 años diagnosticaron a su hijo un tumor en el mediastino, la parte del tórax que está entre el esternón y la columna vertebral, y entre los pulmones. Es una zona que contiene el corazón, los vasos sanguíneos grandes, la tráquea, el timo, el esófago y tejidos conectivos. El término mediastino viene del latín, estar en medio y, justamente, es la región media entre los dos sacos pleurales.
Se trata de un cáncer muy poco frecuente y suele ser asintomático. Dicen los diccionarios médicos que si tiene mal pronóstico serán necesarias medidas específicas, como colocar un stent o radioterapia, para mejorar la situación. Aunque es un síntoma tardío, tiene una mortalidad elevada. Además, los tumores mediastinales deben tratarse porque, de no hacerse, podrían crecer y provocar una compresión en la médula espinal o extenderse hacia estructuras próximas, tales como el corazón.
La ciencia se cruzó de brazos
La nota de CubaDebate dice:
Al hijo de Omar lo operaron pero no fue mucho lo que la ciencia pudo hacer con él. Fueron días muy duros. Así los relató a la periodista Lisandra Gómez Guerra del diario Escambray: “Mi hijito era un muchacho fuerte, bello. Le gustaba hacer ejercicios y un día comenzó con un dolor. Pensamos que era propio de esas actividades. Al hacerle la placa le encontraron el tumor. Y ahí comenzó todo”. Se llama Lázaro, como el patrono de La Habana, Lázaro Quintero Bermúdez. En aquel momento, el padre ofreció a la Virgen ir caminando toda Cuba, de Oriente a Occidente, si Ella lo salvaba.
Por una década, Lázaro ha estado viviendo con ese tumor, el cual permanece en el mismo lugar pero sin hacer metástasis, lo que no es para nada común. El joven lleva una vida difícil, sigue recibiendo radiaciones y apenas puede caminar porque se cansa mucho, tose con mucha flema y a veces necesita oxígeno pero allí está, vivo y resistiendo luego de tantos años y contra todo pronóstico.
Así que, fiel a la promesa a la Madre del Cielo, Omar se dispuso a comenzar su larga caminata. Salió el 15 de Enero desde Marianao, en La Habana, al despuntar el alba.
"¡La adoro!"
Va empujando un pequeño carrito, fabricado de manera casera, parecido al de un vendedor de perros calientes, donde guarda sus pertenencias. Va dotado de un espacio a la vista, protegido por un vidrio, donde se ve una imagen de la Virgen de La Caridad, patrona de Cuba, rodeada de flores. “La adoro. Me levanto y duermo con mi virgencita. También, llevo en mi corazón a Yemayá”, proclama a quien lo quiera oír.
Las condiciones de Omar tampoco son las mejores. Con 56 años sufre de una hernia discal y de hipertensión. Fuma desde los 14 años. Pero nada de eso le ha impedido enfrentar ese reto. De hecho, dice que subió las lomas de Matanzas “como si nada” y que sólo se preparó para esa travesía “sicológicamente”. En otras palabras, se metió en su papel y arrancó decidido a cumplir la meta, sabiendo que no era empresa fácil. La hernia no lo ha molestado y revela: “Claro, yo sé que en eso está mucho mi fe”. Una fe recia en la Virgen patrona y un hijo que lo alienta constantemente llamándolo para saber cómo va.
Ríos y portales
Dice el diario isleño: “No ha pasado un día en que no le rece. Y desde que empinó su camino le guía. Cada cierto tiempo, se sostiene en las fotos de su hijo Lázaro Quintero Bermúdez con 36 años, que guarda en el celular. Sus cambios físicos y la terrible cicatriz en el medio del pecho le redoblan las fuerzas para seguir hasta la búsqueda de sus raíces espirituales”.
Omar prometió otra cosa. No dormir en casas particulares sino, fuera de ellas, en los portales y agrega: “Como tanto mi Virgencita de la Caridad como Yemayá son de agua, solo me puedo bañar en los ríos, aunque tenga que romper el hielo de sus aguas”.
Sus coterráneos también están pendientes de él. Lo mencionan en las redes sociales, van siguiendo la ruta a través de Facebook y avisando a las ciudades y poblaciones por donde va pasando para que le presten asistencia. La gente sale a su paso y de inmediato le ofrecen apoyo. Dice que donde pasa se lleva “una piedra de afectos”. Un mar humano lo espera por doquier. Lo llenan de obsequios, víveres, dinero, ofrendas.
Una hermandad
En una ocasión relata que casi se desmaya por el gentío, “la presión arterial me subió, porque eran demasiadas las personas rodeándome y los pitos y música de las motorinas. La cabeza me hizo: ¡boom!”
Todos quieren fotografiarse con él. Omar, sin quererlo, se ha hecho famoso, es admirado y todos quieren protegerlo. Lo esperan decenas de motorizados y gente a pie que lo aplaude.
Él no esperaba tanta expectación y confesó a la prensa: “No tengo palabras para agradecer. Me dieron demasiadas cosas que no puedo llevar porque el peso de mi carrito me impide la marcha. Compartiré lo que no necesite con otros que lo requieran. Quiero, al regresar a La Habana y con el dinero que me sobre, comprar juguetes y donarlos a los niños con cáncer. Esto ha sido una hermandad”.
“El pagador de promesas”
Son muchos los kilómetros que aún debe cubrir y le hará falta la ayuda de su gente. No obstante, va entusiasmado y agradecido a la Virgen por tener a su hijo. Lo quiere vivo y vivo está. Él lo atribuye, sin la menor duda, a la intercesión de María Santísima a la que tanto pidió ese favor. Y, como hombre cabal, está cumpliendo la promesa que una vez le hizo.
Los diarios, dentro y fuera de Cuba, distanciados en sus líneas editoriales, coinciden en un titular: "Omar Quintero Montes de Oca, el pagador de promesas”.
Su meta es llegar a las escalinatas del Santuario de El Cobre donde está su Virgencita. Es el centro físico de la fe cubana. No sabe cuándo ni en qué condiciones lo hará pero está seguro de que lo conseguirá. “Voy a llegar. No sé si de rodillas, con las manos, pero lo haré por mi hijo y por todos los enfermos de cáncer del mundo. Hay que vivirlo para saber la crueldad de una enfermedad que puede afectar a cualquier persona”.
Ama a su país y ahora apreciará mucho más a sus semejantes después de esta experiencia de amor y solidaridad que está viviendo. Cuando pasó por Sancti Spíritus la gente se volcó: “La inmensa bendición de mi Virgen se queda aquí, por la grandeza de su gente”.
Y también sobre él, con su generosidad de alma al querer compartir con los que tienen todavía menos que él, su consecuencia con la Virgen y su fortaleza en la fe. Sobre todo, por recibir, no sólo el milagro en su hijo, sino el don de ser un maravilloso y responsable padre.