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Se acaba de aprobar en España una ley que penaliza a las personas que rezan delante de las clínicas abortivas. Y eso es un golpe a la libertad de expresión en este país. Pero reinan en nuestra sociedad unas leyes invisibles que coartan más la libertad, y no sólo la de expresión. Lee un párrafo más y entenderás por qué digo esto.
He formado parte de una de esas asociaciones que ayudan a mamás embarazadas. He estado en muchos "rescates", y recuerdo uno especialmente, uno en el que mi compañera de fatigas en esto de los rescates y yo, acudimos a la cita de una madre que estaba esperando su tercer hijo. Nos invitó a tomar un café en su casa y, allí, en su confortable cocina con una Thermomix y dos PlayStation, la madre nos dejó claro que era su marido el que no quería tener el tercer hijo. Éramos el último cartucho para esa madre y ese chiquitín. Nos llamaba por si nosotras podíamos ser la defensa.
El fiscal y juez, el padre, sentenció, en aquella confortable cocina, que tener ese tercer hijo era una locura, una irresponsabilidad, una insensatez, que era inviable económicamente hablando… Ganó la presión de esas leyes no escritas, pero que esta sociedad se ha encargado de grabar de forma indeleble. Y ese bebé, querido por su madre, nunca llegó a nacer. Son muchos los casos en los que encontramos a madres obligadas a deshacerse de sus bebés por padres, maridos, por la sensatez, por la responsabilidad… Mujeres que saben que los únicos bufetes de abogados que defenderán a esos bebés están en esas asociaciones.
Es una realidad que todas las embarazadas, aunque les silencien el latido del corazón del bebé (como hacen en las clínicas abortivas), saben que son madres. Sólo les queda decidir si van a ser madres de un hijo vivo o de un hijo muerto. Y, en esta decisión, el resultado de la experiencia no es ni tímido ni discreto. Ninguna de las mujeres que decidieron seguir adelante, que apostaron por ver crecer a su bebé, se arrepintió. Pero no se puede decir lo mismo de las otras.
Estas asociaciones, ahora proscritas, salvan vidas con sólo recordarles a unas madres asustadas que las vidas de sus hijos merecen la pena: las penurias económicas, la "insensatez" de seguir adelante, etc.
Un tsunami de abuelos rezando
Ayer hablaba de todo esto con una mujer increíble, de esas que poseen muchos años de juventud, y me decía que quería movilizar a los abuelos para rezar por esos bebés. Ellos ya no tienen que defender un puesto de trabajo, una nómina, son libres de muchas cargas… Quiere provocar un tsunami de abuelos dispuestos a no callarse, dispuestos a emplear su tiempo en defender a esos bebés y a sus madres de la manera más resolutiva que saben: rezando. A Fina Quijano, la heroína del tsunami de abuelos, la podrás encontrar en "40 días por la vida".
¿Por qué les molesta tanto que haya gente rezando?
Mi pregunta es: ¿por qué les molesta tanto que haya gente rezando delante de las clínicas abortivas? Quizás porque, cuando una pareja sube a una ambulancia medicalizada con ecógrafo, ve a su bebé y escucha sus latidos, no acude a su cita para abortar. Y claro, este hecho provoca dos consecuencias inmediatas: las clínicas dejan de ganar dinero y se salva una vida. Con estas consecuencias en la mano, el gobierno se ha posicionado, y ya sabes a quién quiere defender.
El aborto es un gran negocio
Somos muchas las mujeres que creemos firmemente que están utilizando nuestros derechos como pancarta para defender y ocultar, sin que nadie les moleste, una máquina de hacer dinero. Las ecografías de estas asociaciones proscritas son gratuitas, y los rezos también. Los precios de las clínicas abortivas son los siguientes:
María del Himalaya, antigua trabajadora de una clínica abortiva, nos ha dejado una radiografía de cómo es un aborto: "Dura 7 minutos, no más, porque, cuanto menos tiempo se emplee, más mujeres pasan por allí y más dinero se gana. Se aísla a las mujeres para que no tengan contacto con nadie que pueda hacerlas cambiar de opinión. Está prohibido entablar conversación con ellas para evitar sentir compasión. Tan solo se les da la mano para que tengan algo a lo que agarrarse, y para asegurarse de que no se levantan de la camilla durante la intervención".
Esta semana no he podido evitar desempolvar mi fascinación por Robin Hood y los proscritos, sobre todo sabiendo que, en nuestro caso, nuestra líder, la que va a dar la cara por ellos, no es una joven de Locksley, es María… de Nazaret. ¿Te unes a los proscritos? Why not?