‘Los niños que juegan a la guerra le hacen mofas al diablo’, decía una abuela sabia. A los adultos líderes de países cristianos que juegan con el fuego en estas semanas, el Papa Francisco les recuerda que con el Espíritu de Jesús podemos responder al mal con el bien (Ángelus 20.02.2022).
El Papa denuncia esta guerra "por entregas" a causa de intereses económicos, geopolíticos y fuerzas contrapuestas, más allá del conflicto que persiste entre las fuerzas ucranianas contra rebeldes prorrusos desde 2014 y que ha matado a cerca de 14 mil personas.
Francisco pide a los países cristianos involucrados en un tira y afloja para evitar una invasión en Ucrania y una guerra “ad portas de Europa” a que actúen coherentemente con su fe.
“Podemos amar a los que nos hacen daño. Esto es lo que hacen los cristianos. Y qué triste es que las personas y los pueblos que se sienten orgullosos de ser cristianos vean a los demás como enemigos y piensen en hacerse la guerra unos a otros. Es muy triste” (20.02.2022).
Desde Benedicto XV, Pio XII, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI hasta el Papa latinoamericano, las voces de los Sucesores de Pedro han clamado contra los horrores de la guerra, e invariablemente no han sido escuchadas.
La tendencia es la “indiferencia” con la que las intervenciones del Magisterio Pontificio son acogidas en cualquier momento de la Historia cuando se trata de parar una guerra.
Pablo VI
Pablo VI denunciaba las “agudas divergencias entre varios países que hoy están ya teñidos de sangre y sobresaltados por amenazadores presagios”. Los adultos perdemos la memoria. Entonces, El 262.° papa de la Iglesia nos recuerda el mal de la guerra. Por ejemplo cuando se conmemoraba el cincuenta aniversario de la primera guerra mundial y del veinticinco de la segunda (26.08.1964).
Montini se presentó antes los hombres de “buena voluntad”, diciendo: “escuchad nuestra humilde voz, la de un hermano y la de un padre, evocando el desdichado recuerdo de dos terribles guerras, no para proyectar sobre el mundo actual inútiles y tenebrosos fantasmas, sino para extender en lo hondo de los corazones de los hombres una invitación a prudentes y responsables reflexiones”.
Pío XII
Pablo VI trabajó en la secretaría de Estado por más de tres décadas, fue estrecho colaborador de Pío XII y le escuchó pronunciar en la radio con “voz fue grave y solemne” un sentido llamamiento para evitar la segunda guerra mundial:
«Es con la fuerza de la razón, no con la de las armas, como la justicia se abre paso. Y los imperios no fundados sobre la justicia no son bendecidos por Dios. La política emancipada de la moral traiciona a los mismos que de ese modo la quieren. Inminente es el peligro, pero todavía hay tiempo. Nada se ha perdido con la paz. Todo puede perderse con la guerra, Vuelvan los hombres a comprenderse. Vuelvan a tratar...» (AAS 1939, página 334).
Pablo VI explicaba que estas palabras no fueron escuchadas por quien soñaba con una guerra rápida y decisiva, portadora de potencia y de gloria. Y la guerra, una semana más tarde, estalló. Era la segunda guerra mundial en la que 50 y 60 millones de personas murieron.
Benedicto XV
Benedicto XV que vivió la primera guerra mundial y sus consecuencias la llamó un «inútil desastre». La voz del Papa tuvo “escasa e ineficaz acogida por parte de los gobernadores de las naciones”. Pablo VI citándole indica la indiferencia con la que las intervenciones del Magisterio Pontificio son acogidas en cualquier momento de la Historia.
La guerra total. La iglesia desde entonces enseña que las acciones militares realizadas con armas modernas pueden producir una devastación inimaginable y que superan la legitima defensa. De ahí también la condena de la carrera armamentista o la solicitud de acciones internacionales para evitarla. (Puntos 80, 81, 82 - Gaudium et Spes - sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo. Concilio Vaticano II data: 7.12.1965).
Juan XXIII
El “Papa bueno” también gritó contra la guerra. Y con reflexión sabia escribió la encíclica Pacem in terris. Para Juan XXIII la guerra es enemiga del hombre, es contraria al Evangelio y es fuente de ruinas irreparables; conduce a tremendos desastres. Por ello, habla de la fraternidad que tiene su origen en la paternidad de Dios; la cual no puede fundarse ni en la soberbia ni en el orgullo; nos la enseñó Cristo. Juan XXIII enseñó la paz en todo su magisterio y vida: el hombre no puede darla, pero sí merecerla.
Juan Pablo II
Sin embargo, no existe moderación cuando se busca la paz y la justicia; no debe haber cansancio para evitarla y denunciarla. “¡No a la guerra! Ésta nunca es una simple fatalidad. Es siempre una derrota de la humanidad”.
Lo decía Juan Pablo II que evitó la guerra entre Chile y Argentina, pero no la del Golfo Pérsico. “La guerra nunca es un medio como cualquier otro, al que se puede recurrir para solventar disputas entre naciones” (13.01.2003).