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El historiador Antoine Arjakovsky, codirector del departamento "Política y religiones" del Collège des Bernardins de París, enseñó durante varios años en Rusia y Ucrania.
Él mismo, cristiano ortodoxo, fundó el Instituto de Estudios Ecuménicos en Lviv, una ciudad predominantemente católica en el oeste de Ucrania.
Tras la entrada de las tropas rusas en Ucrania, y la invitación del Papa a una jornada de ayuno y oración el 2 de marzo de 2022, compartió con I.MEDIA su esperanza de que el Vaticano establezca contactos con los ortodoxos de Ucrania.
– ¿Cuál es la influencia de las iglesias, ortodoxa y católica, en la situación actual de Ucrania?
Arjakovsky: Hablé de eso durante una presentación reciente con Ayuda a la Iglesia Necesitada. En Ucrania, las Iglesias están en el centro de las identidades nacionales y del conflicto actual; pero también son indispensables para la búsqueda de la paz. No se puede entender el conflicto, ni concebir la paz, sin mirar la dimensión eclesiológica de esta rivalidad entre Rusia y Ucrania.
De los 40 millones de habitantes de Ucrania, hay 6 millones de católicos y 25 millones de ortodoxos.
Sobre estos últimos, 15 millones pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Autocéfala Ucraniana, reconocida canónicamente por el Patriarcado de Constantinopla en 2019. De 5 a 7 millones pertenecen a la Iglesia Ortodoxa Ucraniana, adscrita al Patriarcado de Moscú desde 1686. Y el resto se autodenominan ortodoxos, sin especificar su jurisdicción de afiliación.
– ¿Están unidas las iglesias locales en la defensa de la integridad territorial de Ucrania?
Arjakovsky: Ante el riesgo de guerra, el presidente Volodymyr Zelensky convocó un día de unidad nacional el 16 de febrero. Este día, todas estas Iglesias se reunieron para orar juntas en la Catedral de Santa Sofía, un lugar cargado de recuerdos para Ucrania.
Los dos principales líderes religiosos del país, su beatitud Sviastoslav Schevchuk, arzobispo mayor de la Iglesia greco-católica, y el metropolita Epifanio, cabeza de la Iglesia ortodoxa de Ucrania, llamaron a la población a mantener la calma; siendo conscientes de que el más mínimo intercambio de disparos puede hacer que todo salga mal.
Ese día, el jefe de la Iglesia católica griega instó a los fieles a mantener la calma; y dijo: "No tengan miedo. Sufrimos mucho durante la era soviética, pero Dios está con nosotros. No debemos perder la confianza, debemos mantener la calma y no entrar en pánico".
Esto es algo que ha resonado fuertemente en la población, como lo hizo la jornada de oración propuesta por el Papa Francisco el 26 de enero.
– ¿Cuál es la imagen del Papa Francisco entre la población ucraniana, especialmente entre los ortodoxos?
Arjakovsky: Los ucranianos tienen un recuerdo muy fuerte de la visita de Juan Pablo II en 2001, y sueñan con ver al Papa Francisco venir a su país, pero eso no parece estar en la agenda.
En la actualidad, el Vaticano persigue una Ostpolitik que se orienta esencialmente hacia el Patriarcado de Moscú. Lo demuestra la reciente reunión en París entre el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y el metropolita Hilarion, responsable de las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú.
Mis amigos católicos tienen razón al entablar un diálogo respetuoso con el Patriarcado de Moscú: esta Iglesia ha tenido muchos mártires y también sufrió mucho la represión soviética, con el 95% de sus obispos enviados al Gulag.
Pero me gustaría que la Santa Sede también se pusiera en contacto con la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, que está reconocida por el Patriarcado de Constantinopla como la 15ª Iglesia Autocéfala, que ha provocado un cisma con Moscú desde 2019.
– Por el momento, ¿Roma no ha establecido canales directos con esta Iglesia?
Arjakovsky: De hecho, tres años después de su elección, el metropolita Epifanio aún no ha tenido ningún contacto oficial con la Santa Sede, que me parece un poco tímido, mientras que podría contribuir a la paz asumiendo una mediación entre los patriarcados de Moscú y Constantinopla.
Insisto en que la jornada de oración propuesta por el Papa Francisco el 26 de enero fue importante, pero el pueblo ucraniano espera ahora gestos concretos. La oración permite el diálogo, una cierta confianza.
No se trata de tirar piedras a la diplomacia vaticana, que es fruto de una larga historia, pero habría que no dirigir los esfuerzos sólo hacia Rusia.
– Más allá de esta posición de la Santa Sede, que considera demasiado cautelosa, ¿le preocupa una forma de "rusofilia" en gran parte del mundo católico, especialmente en Francia, y una ceguera hacia Vladimir Putin?
Arjakovsky: Yo mismo soy de origen ruso y, por supuesto, estoy muy conmovido por el interés de muchos franceses en el "alma rusa", en la cultura y la espiritualidad rusas.
Pero uno debe abrir los ojos a la realidad, a la realidad del poder ruso actual. Vladimir Putin tiene nostalgia de la Unión Soviética; ha declarado abiertamente que considera que la disolución de la URSS ha sido una "catástrofe".
Hoy asistimos a un conflicto de civilizaciones entre quienes piensan que podemos estar orgullosos de la Unión Soviética y quienes creen que el comunismo fue terrible.
No debemos olvidar que en el siglo XX el comunismo causó 100 millones de muertos, es decir 100 millones de personas asesinadas; como nos recordaba Nicolas Werth en El libro negro del comunismo. No podemos dejar sin juzgar un período tan dramático. Pero desde el final de la URSS en 1991, el comunismo no ha sido realmente juzgado.
Además, el presidente Putin no ha respetado los compromisos internacionales de su país. El "Memorándum de Budapest" firmado en 1994 entre Estados Unidos y Rusia dispuso, entre otras cosas, la desnuclearización de Ucrania; a cambio de una garantía de inviolabilidad de las fronteras del país. Rusia renegó de su firma 20 años después al anexionarse Crimea.
– ¿Entonces los cristianos occidentales deben evitar una fascinación que les impida ser lúcidos frente a Moscú?
Arjakovsky: En 2018, creé una comisión para el diálogo, la justicia, la verdad y la reconciliación con la ayuda de la Unión Europea; en ella participaron más de 200 intelectuales rusos, ucranianos y otros europeos.
Trabajamos en particular con el International Memorial, recientemente prohibido por las autoridades rusas. Los occidentales deben abrir los ojos y enfrentarse a la realidad.
Hoy hay incompatibilidad entre quienes quieren defender el comunismo y quienes quieren defender la doctrina social de la Iglesia; es decir, a nivel civil, la dignidad de la persona, la libertad, la democracia y los derechos humanos.
El presidente Putin considera que el liberalismo es una forma de decadencia y que se necesitan regímenes basados en la "verticalidad del poder"; mientras que los ucranianos quieren seguir el modelo europeo.