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Elżbieta Waligóra trabaja desde hace cinco años en un comedor social para personas sin hogar. Ella ve todos los días cómo la bondad, el amor y la preocupación son tan importantes como la sopa que prepara. Mostrar a sus invitados con el corazón que son importantes a los ojos de Dios es su vocación, aunque no sea la que imaginó en un principio, tal y como compartió con Aleteia.
Rezaste fielmente la novena a San José durante tres años, ¡pero el príncipe azul nunca llegó!
Elżbieta Waligóra: Recé a San José por un buen esposo. Mis amigas que pidieron buenos maridos como yo, obtuvieron la respuesta que querían. Hoy, todos están casados. Fue mi hermana Joanna quien me dio la idea de rezar esta novena. Ella me decía que San José es un intercesor efectivo en esta área. Pero a pesar de mis oraciones, nadie apareció en el horizonte. No vino ningún príncipe. Ni en coche, ni mucho menos a caballo. Incluso me estaba impacientando un poco, porque no podía imaginarme a mí misma como algo más que esposa y madre.
Sin embargo, fuiste escuchada... ¡pero de una manera bastante sorprendente!
Mientras rezaba tan fervientemente para encontrar a mi futuro esposo, fui a un retiro espiritual de unos días con las Hermanas Isabelinas, ubicadas en St. Joseph Street en Wrocław (oeste-sur de Polonia). Después de tres días, cuando salí del convento para ir a casa, ya sabía que regresaría. De hecho, San José tenía planes para mi vida. Y a través de toda esa espera y oración, me estaba preparando para convertirme en una hermana. Hasta que un día escuché una voz interior que me decía: “Vas a sanar el corazón de la gente”.
¿Qué sentimientos tenías entonces?
Durante ese retiro en el convento, viví momentos en que me surgía esta pregunta: ¿Qué significa realmente para mí tener una familia e hijos? Hoy he encontrado respuestas inesperadas que me llenan de alegría. Por supuesto, soy una mujer y tengo sentimientos y emociones como todas las mujeres. Por supuesto, hay momentos difíciles así como también momentos felices. Pero sé lo que me llevó a ser religiosa y lo que me sigue conduciendo. Es el plan de Dios, no el mío.
¿Te has rebelado alguna vez contra este plan de Dios?
No. Porque enseguida comprendí que San José había respondido a mi petición encontrándome el Esposo divino. ¡Acepté y me acerqué a Él! Sabemos que José era un hombre cálido, trabajador, justo y responsable. Sabía cómo lidiar con los momentos difíciles manteniendo a Dios en primer lugar en su vida. Fue lo mismo para mí. Por eso no me he enfadado. Al contrario, agradezco a San José que me haya ayudado a descubrir mi vocación. Incluso hoy sé que siempre puedo contar con él.
¿Es San José un intercesor eficaz?
¡Absolutamente! ¡Ni siquiera puedo recordar cuántas intenciones le he confiado! Pero había una que era muy especial. Necesitábamos dinero para calentar nuestra sala común en el convento. Una de las hermanas me dijo: “Ve y habla con José”. En la capilla, me paré frente a su estatua y le expliqué que tenía que ir a ver a su esposa, la Virgen María, al santuario de Jasna Góra. Esto significaba que no tenía mucho tiempo para hablar con él. Así que enseguida le dije que necesitaba cierta cantidad de dinero para leña y que tenía que encontrar una solución. Resultó que esa misma tarde un alemán vino al monasterio. Dejó una suma de dinero en un sobre: era exactamente lo que necesitábamos.
Sé que le encomendáis varias intenciones y que siempre os responde...
Debo admitirlo: ¡atormento a san José con peticiones constantes! La gente me envía sus solicitudes. Las escribo en tarjetitas que coloco debajo de sus pies.
Desde hace cinco años trabajas como cofundadora de un comedor social para personas sin hogar en uno de los barrios de la ciudad.
Sí, trabajo con voluntarios que me ayudan en mi trabajo diario. Veo lo importante que es mostrar amor y preocupación por todas estas personas sin hogar. Un plato de sopa no es tan importante como acogerlos con amor, mostrándoles tu corazón. A pesar de las dificultades de sus vidas, son importantes a los ojos de Dios. Eso es lo que tratamos de mostrarles. Y ellos a su vez corresponden con gratitud, con una palabra amable. A menudo, en estos momentos, pienso en la Madre Teresa. ¡La quiero mucho!
¿Por qué?
No miró para ver si alguien estaba sucio o olía mal. Prestó atención al hecho de que Dios vive en cada persona. La crisis de personas sin hogar a veces es causada por las tragedias de la vida. Hay situaciones en las que las personas huyen hacia el alcohol u otras drogas. Pierden su autoestima y no pueden volver a levantarse.
“No solo se cambian a sí mismos, sino que me cambian a mí por dentro”. Así es como hablas de las personas sin hogar que cuidas. ¿Qué historia te ha conmovido más recientemente?
Una vez me conmovieron las palabras de un vagabundo. Vino a mí y me dijo: “Mi querida hermana, perdí a mi familia, mi hogar y mi trabajo. Mis padres están muertos y mis hermanos y hermanas están muertos. No tengo a nadie en el mundo. Bebo para olvidar cuánto duele la vida”. Ese día estaba sobrio. Después de eso, nunca más volvió. Sabía que estaba orando a Dios en ese momento para que lo ayudara a volver a la normalidad. Eso fue lo que paso. Recompuso su vida, consiguió un trabajo y dejó de beber. Su historia me dio esperanza. Me conmueve y me hace querer servir más a las personas, ayudarlas y amarlas más.
¿Qué consejo tienes para aprender a confiar en Dios en la vida diaria, para caminar hacia la santidad?
Hay que darlo todo a Dios, pedir la intercesión de María y rezar el Rosario. ¡Es una oración que hace milagros!