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Josafata Hordashevska: una vida dedicada a la ayuda de los más necesitados

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Sandra Ferrer - publicado el 05/04/22
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Conoce a una de las mujeres más admirables de Ucrania

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La congregación de las Siervas de María Inmaculada tiene ciento treinta años de vida. En todo este tiempo, la oración se ha entrelazado con el duro trabajo diario de sus religiosas.

Generación tras generación, han iluminado con su ayuda, su fe y su ejemplo de vida, las almas de miles de personas perdidas en el mundo. Epidemias, hambrunas o guerras, como la actual en Ucrania, han puesto a prueba el valor de estas mujeres guiadas por el modelo de su madre fundadora.

Michalina Hordashevska fue una de esas muchas mujeres que nacen con una misión excepcional en la vida. Una de esas personas destinadas a dejar una impronta de amor a Dios y al prójimo difícil de borrar.

Cuando nació el 20 de diciembre de 1869, su ciudad natal, Lviv, era entonces parte del territorio del vasto Imperio Austro Húngaro. Como buena parte de la población de la zona, la suya era una familia humilde, numerosa, trabajadora, y con una profunda fe católica.

Los padres de Michalina intentaron que, como sus otros hermanos y hermanas, pudiera estudiar en la escuela, pero la precariedad familiar la obligó a regresar a casa y buscar un trabajo que mitigara las necesidades económicas de los suyos.

El trabajo no le impidió desarrollar una intensa vida espiritual. Guiada por el padre Basilio Jeremías Lomnitiskyi, Michalina decidió hacer voto de castidad. Era el primer paso para iniciar el camino que la llevaría a la vida conventual.

En aquellos años, la opción de convertirse en religiosa pasaba por la congregación de hermanas basilias, con las que estuvo un tiempo. Pero Michalina quería ir más allá y con la ayuda del padre Jeremías, terminó fundando la congregación de las Siervas de María Inmaculada, de vida activa.

Después de estar unos meses con las Hermanas Felicianas de Polonia, el 24 de agosto de 1892, Michalina tomaba los hábitos y adoptaba el nombre de hermana Josafata, en honor al obispo y mártir ucraniano San Josafat Kuntsevych.

La nueva congregación, que se caracterizaba por ser la primera de vida activa en Ucrania, inició un largo camino de ayuda a los pobres, asistencia a los enfermos, alfabetización de los niños, campesinos, mujeres, mejora de las iglesias, y una larga lista de labores asistenciales y misioneras que a lo largo de los años se fue ampliando, a la vez que la congregación fue creciendo, guiada siempre por la Palabra de Dios y por la máxima “servir allí donde la necesidad es mayor”.

Al principio, junto a la hermana Josafata, nombrada Madre Superiora de la joven congregación, se unieron siete mujeres. En pocos años, ya en el nuevo siglo, la comunidad había crecido hasta más de cien religiosas y veintiséis conventos en todo el territorio ucraniano.

El 11 de mayo de 1909, la madre Josafata hacía sus votos perpetuos, fue nombrada vicaria general y continuó con su incansable labor de ayuda a los más frágiles del mundo. Hasta que su cuerpo le impidió seguir. Diez años más pudo vivir esta admirable mujer. Un cáncer de huesos terminaba con su vida en 1919, sin haber podido cumplir los cincuenta.

La hermana Josafata fue enterrada en el cementerio de Krystynopil. Tiempo después, en 1982, sus restos fueron exhumados y trasladados a Roma, en la Casa Madre de las Siervas de María en Roma. Algunas de sus reliquias se quedaron en Ucrania.

El 27 de junio de 2001, el Papa Juan Pablo II, en una visita a Lviv, la declaró beata, ante más de un millón de personas que quisieron acompañar al Santo Padre en la beatificación de una de las mujeres ucranianas más querida.

El legado de la beata Josafata Hordashevska sigue vivo en la actualidad, no solo en Ucrania, donde es una de las comunidades femeninas más extendidas y la guerra ha puesto de nuevo a prueba su valentía y solidaridad. También se encuentran en otros puntos del planeta como Canadá, Italia, Brasil o Australia.

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