Según explica Jaime Vázquez Allegue en el diario ABC, “la invasión de Ucrania por el ejército de Vladímir Putin obedece a causas geográficas, a motivaciones económicas, a cuestiones políticas, a sueños nostálgicos y a otras muchas razones”, entre las que este profesor destaca “la motivación religiosa”. Pero cabría incluir una inspiración más: la que viene de las doctrinas esotéricas.
En los dos artículos anteriores que hemos dedicado al filósofo y politólogo Alexander Dugin (el primero sobre su biografía y el segundo sobre su propuesta ideológica) sólo se ha mencionado que el esoterismo ha sido un elemento importante en su vida. Muchas veces se ha hablado del peso de las doctrinas ocultas en el nazismo… ¿podríamos decir lo mismo del eurasianismo?
Su asunción de “teorías nebulosas”
En su novela Limónov, el escritor francés Emmanuel Carrère incluye a Dugin (cofundador del Partido Nacional Bolchevique junto con el propio Eduard Limónov) como un personaje más, alguien que “parece saberlo todo” y al que enmarca en la categoría de “los fascistas intelectuales, chicos por lo general febriles, macilentos, a disgusto en su pellejo, sumamente cultivados, que frecuentan con sus grandes carteras pequeñas librerías esotéricas y desarrollan teorías nebulosas sobre los templarios, Eurasia o los rosacruces”.
Esto es una realidad en Alexander Dugin desde el primer momento. Al inicio de la década de los 80 formó parte del Círculo Yúzhinsky, un grupo ocultista que simpatizaba con el nazismo. Los estudios más recientes muestran cómo Dugin empleó en ocasiones el nombre (y la identidad alternativa) de Hans Siever, en homenaje a Wolfram Sievers, que fue director de la Ahnenerbe, entidad del Tercer Reich dedicada a los estudios de cuestiones ocultas y paranormales.
En la década de los 90, Dugin fundó la Asociación Arctogaia, que en un manifiesto llegó a evocar la Última Thule, una referencia legendaria que podemos encontrar también en la Sociedad Thule (Thule-Gesellschaft), nombre que tomó el llamado inicialmente Grupo de Estudio de la Antigüedad Alemana, un movimiento ocultista y racista precursor del nazismo. El estudioso Markus Mathyl se refiere a Arctogaia –ya desaparecida– como “grupúsculo neofascista”.
Es significativo que desde la propia Ordo Templi Orientis (OTO), una importante secta ocultista, se afirme que en los años 90 Dugin y sus compañeros del Partido Nacional Bolchevique “intentaron llevar las ideas de Aleister Crowley a amplias masas populares en Rusia con envidiable persistencia”, refiriéndose a los planteamientos antimundialistas de Crowley, figura fundamental en el ocultismo del siglo XX.
Este repaso podría parecer insustancial para quienes piensen que Dugin habría dejado atrás sus veleidades espirituales para asumir una visión más realista de la realidad. Pero lo cierto es que su teoría geopolítica debe mucho a conceptos de raigambre esotérica y gnóstica, y sólo se puede entender desde su dependencia e inspiración de los autores que veremos enseguida.
Esto se puede observar, por ejemplo, en la idea de que la Historia de la humanidad ha consistido siempre en un enfrentamiento entre las potencias terrestres y las potencias marítimas, llamadas “telurocracias” y “talasocracias” respectivamente. Entre las primeras, que serían las garantes de la tradición y del eterno retorno de lo igual, estaría Rusia. Entre las segundas, responsables de los cambios y la modernización, principalmente la civilización anglosajona (Inglaterra y los EE.UU.). Una lectura dualista, verdaderamente peculiar.
En la raíz: el tradicionalismo
Alexander Dugin no esconde que entre las principales fuentes de inspiración de su pensamiento se encuentran René Guénon (1886-1951) y Julius Evola (1898-1974). Se suele encuadrar a ambos autores como las figuras fundamentales del tradicionalismo o perennialismo. Pero hay que entender correctamente a qué nos referimos con este término, que aquí no significa una simple defensa de las tradiciones o una ideología conservadora.
Como explica Nicolás de Pedro en su artículo en Letras Libres, “este tradicionalismo se construye sobre la idea de la supuesta transmisión de unas prácticas espirituales y un sustrato metafísico común desde tiempos inmemoriales”, interrumpido en Occidente con la llegada del Renacimiento y la modernidad. No es casual que entre las obras principales de los pensadores citados encontremos los títulos La crisis del mundo moderno (Guénon, 1927) y Revuelta contra el mundo moderno (Evola, 1934).
Frente a la decadencia que estos autores constatan en la cultura occidental durante los últimos cinco siglos, su mirada se dirige a ese pasado legendario, entendido en clave pagana y orientalizante –por eso se refieren al presente con el concepto hindú de Kali Yuga o edad oscura–, y con una visión muy determinada de las religiones.
Guénon y la filosofía perenne
En efecto: René Guénon –muy influido por el taoísmo y el sufismo en sus vertientes más esotéricas, e iniciado en la masonería–, defendía el origen sobrenatural de las religiones, su carácter revelado, pero afirmaba que todas ellas tienen una base común, de carácter esotérico. A este sustrato metafísico primordial de las diversas creencias lo llamaba “filosofía perenne” (philosophia perennis) o “tradición perenne”, de ahí las denominaciones de tradicionalismo o perennialismo.
Por eso algunos autores hablan de “gnosis eterna”, de un conocimiento primordial, una sabiduría que, tal como afirma Alexander Dugin, no es antigua, sino eterna, y hay que recuperarla para así salir de la edad oscura que padece nuestro mundo.
Este ideólogo ruso incluso ha llegado a identificar su pensamiento político con el “sendero de la mano izquierda” que estaría presente en todas las religiones. Y llegó a sentenciar, en un artículo publicado por la Asociación Arctogaia, que “este camino es monstruosamente difícil, pero sólo este camino es verdadero”, frente a las miradas optimistas sobre la realidad, que serían visiones ingenuas propias del “sendero de la mano derecha”, que se ha impuesto en la modernidad.
Evola y la “aristocracia espiritual”
Más polémicas aún son las conexiones de su pensamiento con el de Julius Evola. Incluso otros paralelismos que se les han señalado, como la crítica de Dugin al mandatario ruso actual en la obra Putin vs. Putin. Vladímir Putin visto desde la Derecha (2014), que recuerda mucho –empezando por el título– al libro de Evola El fascismo visto desde la Derecha (1964).
Precisamente Julius Evola ha sido uno de los pensadores más influyentes en la derecha de tendencias totalitarias, ya que fue un fuerte opositor a la modernidad y el liberalismo, entendidos como la causa del declive de toda trascendencia en el ser humano. Para superar esta autodestrucción mundial, defendía la legitimidad de la violencia y la guerra como “vía de realización espiritual” y la necesidad de una “aristocracia del espíritu” para el orden social.
La trampa de una apariencia cristiana
Isabel Cubero, investigadora de la Universidad de Cádiz, resume así el propósito de Dugin para el mundo actual, desde el punto de vista de la Cuarta Teoría Política: “se necesita unir a la derecha, a la izquierda y a las religiones tradicionales del mundo en una lucha contra el enemigo común”. Un propósito loable, aparentemente, para solucionar los problemas globales. Pero… ¿esto es así?
En su reseña de un libro reciente de Dugin (Ethnos and Society), Rodrigo Fernández señala a Mircea Eliade como otro autor que ha influido de forma destacada en el ideólogo ruso. Pero, a diferencia de Eliade, Dugin “no afirma el cristianismo como solución, sino que plantea la posibilidad de recuperar el paraíso idílico pre-moderno, pagano incluso, revirtiendo la secuencia histórica”. Hay una clara “dirección pagana” en el propósito de Dugin, que se fundamenta claramente en su trayectoria esotérica.
Son elementos importantes a tener en cuenta para valorar en qué sentido el esoterismo influye en los postulados de la Nueva Derecha europea (tan lectora de Dugin), al igual que lo hizo en la ideología totalitaria nazi. Como explica Rodrigo Fernández, la idea de “un logos oculto en las tradiciones mistéricas de los pueblos” explica “por qué la obra de Dugin puede ser tan atractiva para posmodernos con tendencias conservadora o comunitaristas”.
Puede despistar a muchas personas con palabras como éstas, escritas por Alexander Dugin en 2012: “los conservadores queremos un Estado fuerte y sólido, queremos orden y una familia sana, valores positivos, fortalecer la importancia de la religión y de la Iglesia en la sociedad”. Pero, como hemos visto, su aparente cercanía con el cristianismo se queda en eso, en apariencia, en similitud de valores e ideales… pero, si profundizamos, nos encontramos con algo muy distinto. Porque, en realidad, bebe de otras fuentes espirituales ocultas.
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