¿Cómo es posible dejar que Dios transforme tu alma, moldeándola como el escultor modela la arcilla? En este arte, desde sus inicios, la Iglesia cuenta con verdaderos artistas, las monjas y los monjes.
Y, ¿cuál es el método que siguen estos consagrados a Dios para tratar de parecerse lo más posible a Él?
La “lectio divina”, es decir, la lectura en oración de la Biblia, la Palabra de Dios, un diálogo con Él, que interpela la vida del creyente.
Desde inicios del cristianismo
Si vemos los horarios de vida de la mayoría de las monjas y monjes, nos daremos cuenta de que, además del trabajo, el estudio, los sacramentos y la oración en comunidad, su actividad más destacada está constituida precisamente por la “lectio divina”.
Esta forma de hacer oración tiene sus raíces en las sinagogas judías, donde leer las Escrituras, su meditación y oración, eran enseñadas para comprenderlas mejor por los rabinos.
Pronto se hizo popular entre los primeros cristianos. Algunos padres de la Iglesia, como Orígenes de Alejandría (c. 184-c. 253) o san Juan Crisóstomo (347-407), ya dieron testimonio de su importancia.
De este modo, la "lectio divina" fue desarrollándose entre los monasterios, convirtiéndose en un pilar importante dentro de la vida religiosa monástica.
El beato Guigo, que es conocido como “el Cartujo” (un discípulo de san Bruno), estableció hacia el año 1150 los pasos básicos de la “lectio divina” como método de lectura bíblica, plasmándolo en una obra titulada “La escalera de los monjes”.
Los ocho pasos que transforman la vida
Inspirado en los consejos ancestrales de estos monjes, también tú puedes escoger un pasaje de la Palabra de Dios (ya sea del Antiguo o del Nuevo Testamento) y seguir estos ocho pasos para que tu vida pueda quedar transformada por el amor de Dios.
1Preparación (Statio)
Esperar la Palabra.
Nos ponemos a la espera, nos ponemos en disposición interior de escucha de la Palabra de Dios. Implica hacer un alto en las actividades regulares para emprender otra ruta, el camino de la lectura orante de la Palabra de Dios.
2Lectura (Lectio)
Escuchar la Palabra.
Leemos el texto con atención. Leer bien es escuchar en profundidad. Se trata de leer la Palabra de manera inteligente para captar tanto su sentido literal, como su sentido espiritual, lo que Dios nos está diciendo.
3Meditación (Meditatio)
Comprender la Palabra.
Quiere decir, concentrarse para comprender el significado de la Palabra: ¿qué dice? ¿Qué nos dice? ¿Quién me dice? A través de la meditación, la Palabra se encarna en nosotros y nos introduce al misterio de Cristo.
4Oración (Oratio)
Orar con la Palabra.
Nuestra palabra responde a la Palabra de Dios. Iniciamos un diálogo con su Palabra. De ahí, en diálogo con el texto, brota la oración. La oración tiene sentido en sí misma. Su valor radica en expresar a Dios lo que nace de nuestro corazón. Es el diálogo de corazón a corazón.
5Contemplación (Contemplatio)
Contemplar la Palabra de Dios.
Gracias a la contemplación, la Palabra puede penetrar en nuestra vida. Ante la manifestación de Dios en su Palabra, nos postramos y adoramos en silencio. Nuestra atención pasa de la Palabra hablada a Aquel que habla: Dios mismo, para perdernos en Él.
6Discernimiento (Discretio)
La Palabra como criterio para tu vida.
Prolongamos la escucha, discerniendo, analizando, la voluntad de Dios para nosotros. Empezamos a discernir al hacer la lectura y seguimos en la oración. Luego la contemplación nos ayuda de modo singular, ya que nos da un color distinto a nuestra vida.
7Compartir (Collatio)
Comparte la Palabra con los demás.
Sopesamos con otros nuestra respuesta a la Palabra. El diálogo con nuestros hermanos, nos enriquece. La Palabra de Dios es para todos los cristianos. Al responder a la Palabra en la vida, lo hacemos como cuerpo de Cristo activo en la historia.
8Acción (Actio)
La Palabra en acción.
La Palabra da frutos, se cumple, se realiza. Nuestra vida es testimonio, anuncio y compromiso. La Palabra de Dios es letra muerta, si los cristianos no la hacemos vida. Es un compromiso y testimonio en la vida cotidiana.