He tenido la suerte y la oportunidad de pasar este fin de semana entre influencers. Una instagramer gallega, @treshermanasyunamonovolumen, organizó un fin de semana en el balneario de La Toja con el fin de dinamizar la zona mostrando toda su riqueza paisajística, gastronómica, de ocio y cultural. Un fin de semana maravilloso, que me dejó varias reflexiones en la mente.
La primera, es el hecho de que la publicidad ha cambiado muchísimo. Un cambio que ha generado que grandes y pequeñas empresas apuesten por la difusión a través de influencers. ¿Algo que objetar? Si han comprobado que invitar a una influencer reporta más ventas que un anuncio en el periódico, ¿puede alguien atreverse a ponerle una pega a esto?
Por otra parte, son mujeres de carne y hueso, con muchas batallas a sus espaldas. Algunas ganadas, y otras perdidas. Todas con cicatrices en el alma que llevan con garbo, y con la grandeza de secarse las lágrimas y colocarse la más bonita de las sonrisas para la foto. ¿Postureo? No, es la vida misma. La gente en su sano juicio no lleva el corazón en la mano para que se lo despellejen. Y, muchas de ellas, no contarán jamás un disgusto en Instagram: utilizan su cuenta para mostrar las cosas bonitas de su vida. ¿Un planteamiento reprobable? Por supuesto que no.
El fin de semana reunió a mujeres con planteamientos de vida muy distintos, con protocolos dentro de las redes absolutamente dispares: están las que no sacan jamás a sus hijos en internet, las que los sacan de espaldas, las que sí lo hacen, poco o mucho, las que aún no tienen hijos, etc. Un fin de semana con mujeres muy diferentes, pero con un denominador común: la forma de valorar el respeto, la libertad de expresión entendida desde la delicadeza. Algo muy codiciado entre la gente que ha sufrido estas faltas de respeto por parte de los cobardes haters, escondidos tras la careta de una cuenta.
Con Sara Lúa, participante del talent show culinario de Masterchef España, hablamos de cómo el hecho de formar parte de este programa acarrea, casi inmediatamente, una lista de haters que lanzan granadas de odio mientras se parapetan en las trincheras de internet. Nos acordamos de Verónica Forqué, y nos preguntamos: ¿qué cantidad de odio puede tolerar, asumir o procesar un ser humano en su día a día? ¿Ese es el precio de la fama? Tener una cuenta con miles de seguidores, ¿hace que ya no tengas derecho al respeto, a juicios justos o incluso a cometer errores?
Y yo (vas a pensar que soy muy presuntuosa), pensaba que estos haters tienen que ser personas que no hablan habitualmente con la Virgen, que no van a misa los domingos. Que hace mucho tiempo que no repasan los Diez Mandamientos de la Ley de Dios. Porque quien sí lo hace, sabe que en las tablas que Dios le dio a Moises no hay ninguna excepción. Mentir, insultar, amenazar, murmurar, difamar o calumniar, siempre, siempre, está mal, sin excepciones. No hay reglas diferentes con los famosos. Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios son aplicables a reyes, instagramers, youtubers, artistas, deportistas, etc. Todos han sido queridos y soñados por Dios. Quienes reconocemos que cada vida ha merecido toda la sangre de Cristo, ¿cómo vamos a negarle nuestro respeto a nadie?
P.D. Sólo me queda una pena de este fin de semana. He constatado que todas y cada una de las mujeres con las que he convivido son más grandes, más valiosas y más espectaculares de lo que podrás apreciar en sus redes. A muchas las reconocía, pero, a lo largo de este fin de semana, las he conocido de verdad. Tengo que dar muchas gracias a Alma y a Dios por este weekend que me regaló la vida online, y que me ha enseñado a apostar por las personas, no por las cuentas; por los instantes, y no por las instantáneas; por la vida real, la que te brinda el offline. Why not?