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Hoy me he llenado de una ternura infinita, he sentido un gran amor que me rodea, me inunda, me llena y se desborda.
He pasado en oración, en la presencia amorosa de Jesús, hablando con Él, contándole mis afanes, mi vida.
Y aunque sé que Él ya lo conoce todo, también sé que le agrada escucharlo de nuestros labios. Nos presta atención como si nadie más en el universo importara. Eres tú y Jesús.
Leí este versículo de la Biblia:
Le he pedido esa agua viva y le digo: “Dame Tú de beber, Señor”.
Ama tú a Jesús
He sentido también un profundo dolor en su Sacratísimo Corazón. Le duele tu indiferencia a su amor.
La indiferencia de sus amigo, sus elegidos, llamados a la santidad, le duele infinitamente.
Está pasando en este momento. Recibe de muchos solo ingratitudes, indiferencias, sacrilegios y frialdades. Jesús le dijo a santa Margarita María Alacoque:
Y añadió:
¿Qué podemos hacer para consolarlo?
Es muy sencillo. Haz lo que Él te pide.
Sé un verdadero cristiano. Luego sé santo, como nos pide Dios. Con esto lo consolarás y serás la alegría de Dios, quien te mirará complacido.
Yo, ¿santo?
No es tan difícil como parece. A menudo recibo e-mails de los lectores que amablemente me preguntan qué hacer. Suelo aconsejar a todos una buena confesión. De allí parte todo.
No puedes caminar en la presencia de Dios lleno de pecados y esperar que te mire complacido.
Entonces confiésate y haz propósitos de enmienda. No puedes seguir con esa persona que “sabes” no te pertenece.
Rompe las cadenas de la pornografía. No lo vea más. No será fácil, pero si acudes a la Virgen María y le pides que te auxilie ella lo hará.
Qué sabroso es vivir bajo la protección de la Virgen.
Dios te ha dado muchos dones. Úsalos.
La receta bíblica de la santidad
¿Sientes la inquietud? ¿Te gustaría ser santo? San Pablo nos dio una receta muy sencilla para la santidad. Abre tu Biblia y sigamos leyendo Efesios 4:
Revístanse, pues, del hombre nuevo, el hombre según Dios que él crea en la verdadera justicia y santidad.
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