No sé ustedes, pero he encontrado personas -incluso católicas-, que califican de desmedido nuestro afecto por la santísima Virgen.
Tantas avemarías les parecen un exceso; y eso que no saben que debajo de la camisa llevamos el escapulario, nunca salimos de la casa sin encomendarnos a la Guadalupana y en las dificultades corremos a pedir su maternal auxilio.
Este valioso tratado deja muy en claro que todas esas muestras de cariño, lejos de ser “excesivas”, resultan migajas para lo que la Reina del cielo y la tierra se merece.
Estamos en deuda con la Santísima Virgen María, quien ocupa el lugar más alto en la Iglesia, después de Cristo.
María debe ser venerada
Comencemos aclarando que nuestra especial devoción por la Virgen se llama "veneración", y se trata de un afecto -que cuando es correcto-, debe llevarnos a amar más a Dios.
Muy distinta es la "adoración", que es el culto reservado exclusivamente para Dios. Conviene tener presente esta diferencia.
El fin último de toda nuestra vida espiritual debe ser Jesucristo, de manera que si honramos a María es únicamente para honrar más perfectamente a su Hijo. Así, de esta manera contundente, lo expresa Montfort.
María debe ser conocida
Es por nuestra ignorancia sobre lo que representa María en la Iglesia y en la historia de la salvación, que no la valoramos y amamos como deberíamos. Por eso el padre Monfort se dio a la tarea de fundamentar e inculcar su devoción.
El argumento más importante, para explicar la grandeza de María y la gratitud que le debemos, es la Encarnación: la salvación de los hombres llegó por el "sí" de María, y desde entonces Ella colabora en la obra de salvación de su hijo.
En el cielo, la Virgen continúa ejerciendo su labor de Madre de Jesús y Madre espiritual de todos los hombres.
Además, este tratado nos recuerda que:
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- "Solo María halló gracia delante de Dios (Lc. 1,30) sin auxilio de nadie, pues María es la más perfecta y santa de las creaturas".
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- En las bodas de Caná, Jesucristo convirtió el agua en vino a petición de su Madre. Fue para complacerla, que inauguró sus milagros.
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- Jesucristo fue sumiso a su Madre durante 30 años, y en el cielo es todavía Hijo de María; aunque Ella es infinitamente inferior a su Hijo, que es Dios.
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- A nadie teme más Satanás que a María, porque no soporta su humildad.
María, camino seguro para llegar a Jesús
Como algunos temen que se honre demasiado a la Virgen, en detrimento de su Hijo Jesucristo, Montfort se pregunta:
"Jesús mío amabilísimo… ¿Es la devoción a tu santísima madre obstáculo a la tuya? ¿Forma Ella bando aparte?... Consagrase a Ella y amarla, ¿será separarse o alejarse de Ti?".
"La Virgen santísima es el medio del cual se sirvió el Señor para venir a nosotros. Es también el medio del cual debemos servirnos para ir a Él.
Pues María no es como las demás creaturas, que, si nos apegamos a ellas, pueden separarnos de Dios en lugar de acercarnos a Él".
María, colaboradora de Dios
Dice Montfort que todo lo más precioso que tiene Dios, incluido su propio Hijo, lo tiene guardado en Ella.
Entonces María es el canal por el que nos hace llegar sus gracias y misericordias, Ella lo distribuye como quiere y cuando quiere:
"Y no se concede a los hombres ningún don celestial que no pase por sus manos virginales. Porque tal es la voluntad de Dios, que quiere que todo lo tengamos por María".
Además, nos regala esta linda frase:
Dios Padre creó un depósito de todas las aguas y lo llamó mar. Creó un depósito de todas las gracias, y lo llamó María.
También hace énfasis en que los ruegos de María a Dios son más poderosos "que las súplicas e intercesiones de todos los ángeles y santos del cielo y de la tierra" (pág.19).
Para decirlo aún más claro: ni siquiera todos ellos juntos le hacen sombra a la Santísima Virgen; por algo los teólogos la llaman "la omnipotente suplicante".
Ponerlo todo en manos de María
Algunos se preguntarán: ¿por qué ir a Jesucristo por medio de María, y no directamente?
Porque todo lo que hacemos está contaminado de imperfección y manchado por nuestras malas inclinaciones.
Entonces, si nos apoyamos sólo en nuestros propios esfuerzos, es más complicado agradar a Dios.
Es por eso que necesitamos de una mediadora, para con el mismo Mediador, que es Jesucristo.
Porque nuestras manos, a pesar de los muchos esfuerzos, están contaminadas por nuestra naturaleza pecadora. Siempre hay residuos de vanidad, egoísmo, impureza…
Entonces, María es el medio más fácil, seguro, corto y perfecto para llegar a Jesucristo, quien siempre recibe todo lo que su Madre le presenta.
Cómo consagrarse a María
Dice Montfort que nuestra devoción a la Virgen no debe limitarse a manifestaciones externas como el rezo del rosario o cargar la medalla de la Milagrosa.
Mucho menos podemos ser devotos interesados, que sólo acuden a Ella ante las dificultades, y luego la olvidan.
Debemos estrechar mucho más nuestro vínculo con María, esforzándonos en imitar sus virtudes, comenzando por su profunda humildad.
En este tratado (está en la web), encontramos un método de 33 días para consagrarnos a Cristo, a través de la Virgen.
Allí están detalladas las prácticas a seguir, así como también los muchos beneficios de elegir este camino para llegar a Jesús.
Consagrarse a María significa poner en sus manos nuestra existencia y comprometernos a hacer todo en unión con Ella, para que así nuestra vida sea una permanente ofrenda a Dios.
Adivinen quién ya se consagró a María
El famoso actor Jim Caviezel, protagonista de La Pasión de Cristo, en una conferencia (publicada en Aleteia) contó sobre su relación con María.
Y dijo que se consagró a la Virgen siguiendo el método tradicional propuesto por san Luis María de Montfort. También agregó:
"A partir de ese momento todo lo que hice en mi vida y en mi carrera estuvo a su servicio (de la Virgen) para que hiciera conmigo lo que Ella quisiera".
María, camino perfecto para llegar a Jesús
A manera de conclusión, dice Montfort:
"María es la obra perfecta que Dios hizo para por medio de Ella, entregarnos a su Hijo Jesucristo y es también por Ella que Él debe reinar en el mundo".
Tengamos muy presente que el Señor nos ha puesto en manos de su Bendita Madre, donde ha colocado todo lo más precioso que Él tiene; es decir, lo que hay que poner a salvo, lo que no se puede perder.
Entonces sintámonos elegidos y abracemos a la Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra, y venerémosla como Ella merece.
Caminar la vida de gancho con María es lo más sensato que podemos hacer, pues si amamos mucho a la Virgen, hacemos muy feliz al Señor.