Chicago acogerá a finales de junio una iniciativa única de la Iglesia estadounidense: reunir a los representantes de los jóvenes católicos de las seis "familias" raciales del país. Jóvenes hispanos, de origen europeo, nativos, de origen asiático, afroamericanos y refugiados se reunirán para debatir sobre retos pastorales.
Este encuentro supone la culminación de un proceso "on line" que comenzó hace dos años, en plena pandemia, auspiciado por el Departamento de Diversidad Cultural de la USCCB. Su directora ejecutiva, la española Mar Muñoz-Visoso, lo explica a Aleteia.
– ¿De dónde parte la iniciativa Journeying Together?
Jouneying Together es un esfuerzo de juntar a los jóvenes y los que trabajan con jóvenes a los diferentes niveles: adolescentes, pastoral juvenil, la que llaman aquí jóvenes adultos, y universitarios. Pero no solamente de los hispanos, sino de todas las culturas.
Los jóvenes norteamericanos se agrupan en seis familias culturales: los hispanos, los afroamericanos, los nativos americanos, los asiáticos, los migrantes y refugiados, y lo que hasta ahora se ha conocido como el mainstream, los jóvenes blancos de ascendencia europea, católicos de raíces europeas.
El propósito de esto ha sido, en primer lugar, dar una respuesta a lo que ellos viven realmente. Estamos tratando de implementar la visión del Papa Francisco de una pastoral con los jóvenes, que sea sinodal, que los convoque. Hay varios estudios de años recientes, que nos están diciendo que los jóvenes se están yendo a manos llenas de la Iglesia.
Y por otro lado, los programas de pastoral juvenil, la pastoral de adolescentes, incluso la pastoral universitaria, no está llegando a los jóvenes en los sectores étnicos y culturales donde más está creciendo la Iglesia.
Por ejemplo, los latinos son responsables del 70% del crecimiento de la Iglesia Católica en este país en los últimos 30 años. La mayoría de los jóvenes católicos de este país, más del 50% menores de 18 años son latinos de ascendencia latina, nacidos acá. Pero si damos por supuesto que ellos seguirán en la Iglesia, les perderemos; porque no hay un esfuerzo especial de alcanzarlos a ellos en su realidad y de involucrarlos.
Hemos tenido mucho éxito con la pastoral juvenil de los migrantes y de los hispanohablantes. Pero este joven de origen latino de segunda generación, generalmente católico, ya está integrado tanto culturalmente como en otros aspectos, y busca tener éxito en esta sociedad. Está en la política, está en los negocios, todo el mundo trata de alcanzarlos. ¿Y la Iglesia qué? Vemos que no les está prestando atención, y por eso no hay vocaciones, no está generando el liderazgo laico que requieren las instituciones eclesiales.
Entonces, los latinos son un ejemplo. Pero hay otros más. Tenemos comunidades muy fuertes de católicos filipinos y de otros asiáticos que están creciendo a un nivel porcentual casi más fuerte, aunque el número de latinos es mucho más grande. Pero también hay comunidades africanas que crecen con la inmigración.
La idea partió del Comité de Diversidad Cultural en la Iglesia, en colaboración con la Oficina de Pastoral Familiar, la Pastoral Juvenil y la Pastoral de las Universidades. En el centro está la exhortación Christus vivit del Papa Francisco, que dice que la pastoral con los jóvenes tiene que ser sinodal, implica un caminar juntos (exactamente, un journeying together).
–¿Qué es lo que puede unir a un joven filipino, un joven nativo americano y un joven hispano, a nivel pastoral. ¿Cuál es el núcleo que puede unirles?
Está claro: Cristo. Cristo es el centro. Nuestra fe nos une, pero nuestra fe se expresa de muchas maneras diversas. Y ese es el don y la riqueza que nos ha dado el Espíritu Santo y que está en el designio de Dios. O sea, si estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no sólo como ente, como persona individual, sino como comunidad, también significa que estamos hechos a esa imagen de una comunión de vida y amor. Tres personas diferentes, pero un solo Dios. Uno no es el otro, pero están unidos por un amor inquebrantable.
La idea es que la comunidad cristiana en este país refleje ese ser imagen y semejanza del Dios Trino y uno en el que creemos. Y entonces, partiendo de esa realidad de fe, decimos que el mismo mensaje el evangelio puede hablar a realidades distintas.
Y la realidad que encontramos son estos jóvenes, muchas veces inmigrantes de segunda generación, que ya no se identifican con la realidad de sus padres, ni a nivel eclesial ni cultural, de los países de origen. Pero tampoco se sienten completamente integrados, acogidos, bienvenidos acá. Tienes un joven que sí tiene una herencia cultural católica, pero realmente nunca ha recibido una formación fuerte en la fe, una buena evangelización, una buena catequesis.
Y entonces, al final este mundo materialista del éxito individualista les acaba atrayendo, absorbiendo. Muchas veces ese joven quiere integrarse y piensa que el precio a pagar por eso es sacrificar sus raíces, sus tradiciones, lo que recibió del mundo de sus padres.
– ¿Por el materialismo, no?
Exactamente. El materialismo atrae. Estamos viviendo en una sociedad donde tener, poseer, tener un automóvil de último modelo, tener éxito en los deportes o en el campo artístico o en la educación, ¿verdad? Y estos jóvenes se dejan seducir.
También tenemos a los jóvenes de ascendencia europea, los tradicionales americanos: ese joven siente que la Iglesia es una institución donde no siempre se le ha dado la bienvenida. Donde en vez de procesos de acompañamiento hay programas, programitas. Tenemos pastorales universitarias que aunque tienen diversidad en los campus, no le hablan a esa diversidad que está presente tanto a los estudiantes extranjeros que vienen, como a los estudiantes ya nacidos y criados aquí.
Por ejemplo, una de las inquietudes era ver qué podemos hacer en las universidades con proyectos antirracistas. Sabemos que el racismo es algo que al catolicismo le es ajeno. Pero este país ha crecido con una historia tremenda de racismo, de discriminación. Y no solamente con los afroamericanos, también con los nativos americanos y los hispanos. Es una historia de la que no se habla, pero como dice el Papa Francisco, para que haya memoria histórica primero tiene que haber memoria y tiene que haber historia.
Tenemos que reconocer cuál es la realidad de esa historia y que ha llevado a muchos problemas actuales, donde se ve con sospecha al otro, al que es percibido como diferente de otro grupo étnico o de una cierta realidad; donde se asume que porque eres "moreno" tienes más tendencia a ser violento, a pesar de que las estadísticas, por ejemplo de encarcelamiento o de criminalidad, no apoyan para nada eso.
Entonces, en medio de la pandemia sobre todo, ha sido muy providencial empezar este "viaje juntos", este diálogo. Fue muy difícil hacerlo porque no nos podíamos juntar. Ha sido un proceso virtual de dos años, donde pudimos prolongar y profundizar en algunas de estas cuestiones. Cada grupo cultural, étnico tuvo la oportunidad de presentarse a sí mismo con su propia voz y liderazgo.
Los adultos, los acompañamos por detrás, acompañando, animando y participando, escuchando sobre todo. Eso fue lo más importante. Ha sido un proceso muy bonito que culminará en junio con el Encuentro Nacional.
Además, cada grupo tuvo procesos intra culturales, que también eran muy necesarios. Por ejemplo, en el caso de los nativos americanos, tenemos comunidades indígenas por todo el país, pero hay más de 500 tribus registradas y otras que no. Y no se conocen entre sí.
Cuando les contactamos, respondieron: "Agradecemos mucho que nos hayan pedido opinión, porque nadie nunca nos pide opinión para nada. Pero ahora tenemos que ver cómo hacemos para participar, porque hay tanta diversidad entre nosotros que no estamos acostumbrados a vernos como un grupo, como una familia". Es decir, un navajo del sur de Arizona, no tiene nada que ver con las tribus del área de Nueva York, de Detroit y cerca de Canadá. No hablan el mismo idioma, tienen el sentido de pertenencia, de ser los pueblos originarios, pero no se han visto como una familia y menos dentro de la Iglesia Católica.
Entonces fue un proceso donde primero había que convocar y fortalecer ese sentido de identidad, orgullo de sus raíces y que ellos pudieran expresar sus gozos, pero también sus sombras, sus preocupaciones o la relación que ellos han tenido con la Iglesia Católica en este país.
– Imagino que el caso de las escuelas de Canadá, justo salido a la luz mientras se celebraban los encuentros, sería un revulsivo.
Exactamente. En medio de todo este diálogo sale lo de Kamloops en Canadá; también nos pasó con los afroamericanos, en medio de este diálogo suceden las protestas de Black Lives Matter. Fíjate que las protestas fueron un movimiento fundamentalmente juvenil; no fue un movimiento afroamericano, eran jóvenes de todas las culturas. Desafiaron la pandemia para salir a la calle y decir basta ya, ya estamos cansados. Nosotros no aceptamos que esta situación prolongue más.
Entonces, en medio de todo esto, en un momento de mucha crispación social y política, porque hay una polarización tremenda en este país, la Iglesia Católica se sienta con los jóvenes adultos y con aquellos que acompañan la pastoral juvenil a todos los niveles. Se sienta a hablar, se sienta a escuchar. Y crea un ambiente de escucha, de acompañamiento, de confianza.
Hemos tenido más de 50 obispos que han estado acompañando el proceso desde que empezó hace dos años hasta ahora. Su función no era hablar ni aleccionar: al final de cada sesión escogíamos a dos o tres obispos y les preguntábamos sobre lo que habían escuchado. Y los jóvenes quedaban muy sorprendidos, porque están acostumbrados a que les digan lo que tienen que hacer o los regañen, por esto, por lo otro, porque están perdiendo los valores... Les dimos la oportunidad de que hablaran por sí mismos.
Una de las cosas más bonitas que yo he observado en todo este proceso: los jóvenes vieron que podían hablar con su propia voz, pero también que hay liderazgo en todas las culturas y que no tienes que escarbar mucho para encontrarlo. Está ahí. Lo único que necesitan es un empujoncito. Veían que la Iglesia les necesita, su energía, su entusiasmo, su visión.
Otra cosa que a mí me ha gustado mucho del proceso es ver cómo nos iba guiando el Espíritu Santo, porque no empezamos con una agenda en particular. Lo que queríamos era que la gente perdiera el miedo a hablar, a conocer un poco más al otro, a ver qué teníamos en común o qué miedos teníamos los unos de los otros.
Lo más bonito fueron las amistades. Algunos de ellos se han conocido en las reuniones virtuales, pero luego se han seguido comunicando porque se han intercambiado teléfonos, WhatsApp, Instagram, lo que sea.
Hay historias muy bonitas: una muchacha navajo en Arizona que está dando catequesis en una reserva, y otra muchacha universitaria de Georgetown, ambas muy preocupadas por el cuidado de la Creación, se conocieron a través de Journeying Together, desarrollaron una amistad, y al cabo de varios meses terminó en una invitación de la Universidad de Georgetown, aquí en Washington, para que esta muchacha navajo presentara el programa que ellos tenían de cuidado de la Creación, apoyada por la otra chica.
Entonces ellos al margen de las reuniones, se han ido acompañando y han creado unas amistades preciosas. Ahora el Encuentro Nacional va a ser una celebración de esas amistades. Por fin, después de estar viéndonos por videollamada, vamos a poder abrazarnos, vamos a poder juntarnos.
Y por otro lado, el encuentro va a sellar su participación en la Iglesia, de él va a salir un plan de acción. Vamos a planear cómo vemos el futuro del trabajo de la iglesia con los jóvenes en este país; que, en primer lugar, es inclusivo, abarca e invita a todos los jóvenes. Que sepan que la Buena Nueva es también para cada uno de ellos, que habla a su realidad económica, cultural, que trata de acompañar y de sacar a la gente de realidades como el pandillerismo.
Vamos a definir muy bien las áreas en las que hay que trabajar, y vamos a hacer un proyecto para varios años, donde luego vamos a revisar qué se hizo, que no se hizo.
Pero sobre todo la idea es crear un proceso, una ética de trabajo juntos, donde no es tanto los compromisos que salgan de aquí, sino que ahora ya sabemos que para poder planear la pastoral juvenil o la pastoral universitaria en cualquier sitio, tengo que ver quién está en la mesa y quién no está. Y hacer un esfuerzo por salir e invitar a los que no están.
– ¿Y todo este movimiento que se ha generado, tú crees que podría tener una expresión institucional dentro de la Iglesia? ¿Quiere decir que de alguna manera se quede ya establecido que la Iglesia tiene que escuchar también la voz de los jóvenes cuando toma decisiones, o todavía no hemos llegado ahí?
Sí, sí, ya estamos en ese proceso. Este proceso ya está teniendo repercusiones antes de que lleguemos al Encuentro Nacional. Pasó algo similar con el 5.º encuentro, pero aquí está teniendo una dimensión diferente. La Iglesia está creciendo en Estados Unidos, sobre todo en el sur y en el oeste. Pero esos jóvenes ya no son mayoritariamente de tradición europea, porque la demografía está cambiando. No es que los hayamos perdido, es que las familias de color, las familias hispanas, las familias asiáticas, las familias africanas, están creciendo mucho.
El joven agradece que nos dirijamos a él, pero dice: yo quiero ser parte de la solución, yo quiero comprometerme, estoy listo para comprometerme, pero quiero que mi voz se escuche, porque yo tengo ideas, dones que aportar.
Hasta ahora los afroamericanos, los hispanos, los filipinos, etcétera, han existido como en un lugar marginal, circunscrito a aquellas parroquias o comunidades religiosas que estaban dedicándose específicamente a ese tipo de comunidades. Pero ahora eso pasa a ser mainstream.
Ahora, la manera de hacer pastoral juvenil en este país y pastoral universitaria pasa por reconocer cuáles son los católicos en tu área, en tu organización, en tu parroquia, en tu zona, y buscar y rodearte de los elementos buenos que hay ahí ya listos para participar y para guiar ese proceso. Como el Papa dice, que ellos mismos sean protagonistas de la evangelización de sus compañeros, de sus amigos.
Entonces esa mentalidad ya está cambiando a nivel de la Conferencia Episcopal, el Comité de Secretariado de Familia y de de Jóvenes ha estado participando de lleno y ha estado liderando parte de las sesiones, de la planificación de las sesiones. ¿Por qué? Porque saben que su propio futuro les va en ello.
– ¿Cuántos jóvenes va a reunir Journeying Together?.
Bueno, como aún hay restricciones por la pandemia, no quisimos hacer un encuentro muy grande. Participarán alrededor de 300, 50 representando a cada una de las seis familias culturales. Pero el Encuentro Nacional representa a los que han participado en el proceso, durante estos dos años, más de 1.600 jóvenes.
– 1.600 es un número bastante consistente.
Son los que han participado en las discusiones de los pequeños grupos. Son los que contamos hasta junio del año pasado. Ahora ha habido algunas sesiones de seguimiento, y ha habido nuevos participantes, y lo mejor es que no son individuos que lo hacen a título personal, sino representando a otros jóvenes.
Además, como se reportó a la Asamblea General de los Obispos en noviembre, hemos conseguido convocar a representantes juveniles de todas las regiones episcopales de este país, las 15. No estaban todas las diócesis pero sí todas las regiones. Entonces, a todas luces, la convocatoria ha sido un éxito.
– ¿Y qué sigue ahora? Porque me imagino que todo esto también entra dentro del Sínodo de la sinodalidad. ¿Va a tener este proceso alguna repercusión en el Sínodo?
Yo creo que sí, porque nosotros ya nos hemos comprometido con el equipo sinodal de Estados Unidos que va a recibir todos los reportes que lleguen de cada una de las diócesis. En realidad, nosotros ya nos adelantamos al proceso sinodal, la Christus vivit quería eso para los jóvenes.
Nosotros vamos a presentar las conclusiones y los reportes de este proceso, y lo vamos a remitir al equipo sinodal. Pero además de eso, pediremos que se presente también aparte a la Santa Sede, como la voz de los jóvenes de los Estados Unidos.