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En el verano de 2010, las calles de la localidad mexicana de Jalisco se llenaron de gente que quería seguir un solemne cortejo fúnebre. La persona a la que se iba a honrar llevaba muerta un siglo y medio. Sus restos habían permanecido en un osario desde su muerte en 1861. Esta persona a la que todos querían mostrar sus respetos era una mujer, Rita Pérez de Moreno. Una mujer valiente, dispuesta a darlo todo por alcanzar sus ideales.