Paulina sufrió violencia desde su embarazo por quien era su esposo en ese momento. Todos los momentos de amargura y sufrimiento la llevaron a la separación y ser madre soltera, refugiándose con sus papás quienes nunca la abandonaron.
Paulina nunca se imaginó que con el tiempo, Dios le concedería un esposo católico y que verdaderamente la amara.
Y después de un largo proceso de nulidad de su primer matrimonio, por fin vio la luz de la mano de san José Sánchez del Río quien fue su intercesor para lograr que ella encontrara el verdadero amor en un esposo que supo esperar los designios de Dios.
Paulina Gálvez es la mamá de Ximena Guadalupe quien también ha recibido nuevos milagros por intercesión de San Joselito, pues Ximena Guadalupe estaba perdiendo la vista hasta el punto de pronosticarle ceguera permanente y de por vida para ella.
Pero la mano del gran mártir de la guerra cristera, una vez más ha intervenido para abogar tanto por Ximena Guadalupe y por su mamá Paulina, para lograr formar una familia llena de amor y comprensión, para lograr una verdadera iglesia doméstica donde reina ahora la paz y la esperanza.
¿De dónde eres? ¿Dónde naciste?
Soy Paulina Gálvez Ávila, soy de Zamora, Michoacán (México) y tengo 35 años. Actualmente tengo dos hijas y uno más viene en camino.
¿Cómo fue tu primer matrimonio?
Me casé en el 2007 con una persona de aquí de Sahuayo, pero vivíamos en Los Ángeles, California y mi matrimonio no funcionó. Había muchos problemas, muchos pleitos, porque él se ponía agresivo.
Cuando estaba en el cuarto mes del embarazo de Ximena Guadalupe, mi primera hija, los doctores me dijeron que venía con síndrome de Down y me sugirieron abortar.
El papá de Ximena optó por mandarme a Sahuayo porque decía que él no podía con los gastos y habló con mis papás.
Ximena nació y, al mes, me regresé a Sahuayo a vivir con mis papás, que me recibieron con los brazos abiertos.
El noviazgo con él fue muy corto y el matrimonio duró dos años. Con mis papás, afortunadamente, nunca nos faltó nada ni a mi hija ni a mí.
¿Superar un matrimonio tan difícil fue un milagro de san José Sánchez del Río?
Así es, porque hubo mucha violencia. Cuando nació mi hija tuvo muchas complicaciones: un infarto cerebral, epilepsia, le cortaron medio pulmón.
Y cuando le hicieron estudios, me dijeron que Ximena tenía muerte cerebral, que me fuera preparando para todo.
Yo no creía en los doctores, nunca accedí. Les preguntaba si no sabían lo grande que era Dios, pero ellos insistían en que mi hija estaba mal.
¿Alguna vez te preguntaste o supiste por qué tu primer esposo era tan agresivo y violento?
Creo que era bipolar y muy voluble. Su mamá influía mucho en él.
¿Se sobrepasaba en sus arranques?
Cuando mi hija estaba enferma me dio un manotazo en la espalda, porque le dije que la comida estaba fría.
Yo empecé a llorar, mi mamá entró al cuarto y le dije que abrazara a la niña, pero no me atreví a contarle lo que había pasado.
¿En qué momento te diste cuenta de que habías cometido un error al casarte con él?
Desde el embarazo, cuando él empezó a cambiar de actitud y a ponerse muy voluble. Entonces, me di cuenta de lo mucho que me faltó conocerlo.
Cuando empieza todo el proceso de Ximena, ¿te asumes como madre soltera?
Sí. Él vino cuando ella estaba enferma y nunca quiso entrar a verla a terapia intensiva, porque los doctores le decían que ya estaba muerta.
Entonces, yo siempre entré sola y le juré a mi hija que pasara lo que pasara yo estaría a su lado.
Después, pasó el milagro con mi hija en el hospital y él siguió con su vida en Estados Unidos, pero yo me sentía fuerte porque tenía todo el apoyo de mis papás, porque me apoyaron en todos los sentidos.
¿Cuándo empieza tu proceso de separación?
Cuando Ximena cumplió dos años me divorcié porque él me lo pidió. Él ya estaba con otra persona, bendito sea Dios y, al año, empecé a tratar a otra persona.
Al principio no me animaba a rehacer mi vida, pero mis papás me insistían y le di la oportunidad a quien hoy es mi esposo.
Cuando éramos novios me animó a ver lo de mi nulidad, entonces, fui a platicar con un gran apoyo que tengo, un tío sacerdote, y empezamos a hacer el trámite.
El proceso duró seis años, pero valió la pena porque conocí a un hombre maravilloso.
¿En qué momento pides la intercesión de san José Sánchez del Río en esta nueva etapa de tu vida?
Yo le decía a Joselito: “Si quieres que yo haga mi vida para bien; si va ser un matrimonio de ejemplo, una familia de ejemplo, con hijos cercanos a ti, ayúdame. Tú intercediste por mi hija y es más tuya que mía, solo te pido que se haga tu voluntad; solo te pido que me enseñes a respetar y hacer tu voluntad”.
Beto, mi actual esposo, se fue involucrando en la causa de Joselito y, junto con mis papás y Ximena, me acompañaba para todos lados, para todo se incluía.
¿Cómo vivieron ese noviazgo?
Mi marido ha sido muy cercano a Dios, devoto de José. Empezamos a ir a misa, a los rosarios.
En nuestro noviazgo no tuvimos relaciones antes de tiempo, nunca se sobrepasó y desde un principio tomó la responsabilidad con mi hija Ximena y ella le agarró cariño, lo ama. Él la ve como si fuera su hija.
¿Qué significó para ustedes que llegaran los papeles de nulidad?
Fue una experiencia maravillosa, porque ya no tenía esperanza de que llegaran, pues habían pasado seis años.
Un día fuimos a hablar con los sacerdotes que nos estaban apoyando y nos dijeron que ya no esperáramos más, que contrajéramos matrimonio por lo civil mientras llegaba la nulidad.
Entonces, en ese momento el sacerdote hace una llamada para saber qué había pasado y le dicen que los papeles ya tenían tiempo ahí en Sahuayo, que fuéramos a recogerlos.
Estábamos felices y me dijo el sacerdote: “No habrá primera comunión de tu hija, habrá boda y primera comunión. Ahora sí vas a hacer las cosas bien porque Él te puso todos los medios”.
¿Esos seis años de espera sirvieron para purificarte?
Sí. Ambos somos de carácter muy parecido y preferimos estar en casa, en lugar de ir a fiestas. Entonces, nos veíamos por ratos, íbamos a misa, a cenar y, si había oportunidad, platicábamos un rato y si no, cada quien para su casa.
Siempre viajamos con Ximena a donde quiera que íbamos. No queríamos agacharle la cabeza a Dios, para siempre estar a su servicio.
¿Él qué te decía, cuál era su discurso?
Mi esposo es muy expresivo y me decía: “Porque te amo tanto y he esperado mucho tiempo para casarme, te respeto porque yo supe elegir a la mejor mujer y te quiero para madre de mis hijos. Vamos a llegar castos al matrimonio”.
Él me lleva 10 años de diferencia, nunca estuvo casado, se dedicó a cuidar a sus abuelos y a sus papás. Y lo mismo hizo con mi papá, lo cuidó en su enfermedad; nunca me ha dejado caer.
Mi papá, antes de morir, dijo que moría en paz porque le había llegado un hijo más, que se iba tranquilo porque sabía que quedaba en buenas manos. Hay momentos que no se olvidan y no tengo cómo pagarle tanto amor.
¿Cómo es pasar del infierno al cielo, de los golpes y la violencia a sentir de un hombre el amor, el afecto?
Es fuerte porque me casé pensando que sería para toda la vida, en las buenas y en las malas.
El gran error fue pensar que todo era color de rosa, pero muchas cosas me llevaron a la desilusión.
Pagué las consecuencias, pero Dios es tan grande y misericordioso que no se equivoca.
Sabe sus tiempos y sus momentos y llegó un hombre maravilloso que, sin ser Ximena su hija, está con ella en las buenas y en las malas.
Ximena es nerviosa y temerosa, pero él llegó a hacerla fuerte, le subió la autoestima, le empezó a hablar y a apoyar; él da la cara por Ximena.
Dios siempre nos recompensa de la mejor manera y no te imaginas qué bendición tan grande llegará a tu vida.
¿Qué les dices a las madres solteras que a veces se desesperan y que no esperan lo suficiente para elegir un buen hombre?
Que no busquen conquistar lo primero, que todo llega a su tiempo, en su momento; que sí hay hombres buenos.
Y que, principalmente hay que entregar nuestro corazón a Dios, dedicarnos a Dios y Él se irá encargando de poner al hombre correcto que será bendición y apoyo. Él es para santificarte a ti y tú a él.
¿A las que sufren violencia?
Que no permitan que llegue un hombre al que le tengan miedo, porque es lo peor que puede pasar.
Una debe sentir por su marido amor, gratitud, apoyo. Entonces, que no se dejen, que pongan un alto, porque Dios no nos deja, no nos abandona y a Dios le gusta vernos felices y contentas.
¿Cómo fue ese día de la boda, esa alegría?
En un inicio la boda sería en el 2016, pero mi papá enfermó, nos dedicamos a cuidarlo y fue una experiencia muy fuerte. Mi papá falleció el 24 octubre del 2019 y finalmente nos casamos el 15 de diciembre del 2019.
La boda fue un momento maravilloso. Fue muy emotivo, una de las mejores experiencias de mi vida. Ximena hizo su primera comunión, la complacimos en todo y fue un bello momento.
¿Qué había en tu corazón ese día?
Gozo, alegría, gratitud con Dios, con nuestra Madre, con mi niño Joselito, al ver a ese hombre a mi lado en un momento que ambos habíamos pedido a Dios Nuestro Señor. Ya éramos una sola persona.
¿Cómo resumirías estos años de matrimonio?
Es lo mejor que me ha pasado en la vida y el hecho de ver cómo se aman mis hijas. Ximena le hace todo a su hermana, la baña, la cambia.
Ahora esperamos a un nuevo ser y Ximena ya tiene nombres: si es niño se llamará José y, si es niña, Regina María, como la mamá del papa Francisco.
¿Hubo otro milagro con Ximena Guadalupe?
Después de la Primera Comunión la llevé a Guadalajara para que le revisaran su graduación y para ver la posibilidad de una operación para que dejara de usar lentes.
La doctora me dio el diagnóstico y me dijo que no la podrían operar porque Ximena se iba quedar ciega, que mejor la fuéramos acostumbrando al método Braille para que se hiciera independiente. Y que lo mejor sería sacarla de la escuela para no forzar su vista.
En ese momento me cayó, otra vez, un balde agua fría. Salí terrible del consultorio y, junto a mi marido, no paraba de llorar.
Ximena tomó las cosas muy en paz. Me dijo: “Mami, todo está bien, yo veo bien”. Me la pasé llorando y la metí a clases para que empezara a aprender el método Braille.
Lo peor era que mi hija no podía escribir dentro de un cuadro, no podía ver, no podía leer y empecé a pasar la peor angustia de mi vida y, la verdad, sí renegué.
Le dije a Joselito que yo ya no daría testimonio, porque qué iba a decir la gente si mi hija no tenía vista. Le dije: “Tú qué quieres a tu niña y cómo es posible que la dejes cieguita”.
Finalmente entendí y platiqué con Dios y con nuestra Madre y le dije: “Aquí estamos para hacer tu voluntad. Ayúdame con mi hija y dame la fortaleza y la sabiduría para salir adelante".
Hace cuatro o cinco meses, fui nuevamente a Guadalajara y la llevé con otra doctora que operó a una sobrina.
La verdad, no quería ir porque ya no tenía la misma fuerza y soy muy miedosa. Le entregué los resultados a la doctora y me dijo que el problema era muy serio.
La empezaron a ver, a poner las letras en la pantalla y Ximena empezó a ver las letras. Entonces, la doctora me miró, no dije nada y empecé a llorar como loca.
La doctora me dijo: “No sé qué está pasando, le haremos más estudios, pero yo a tu hija la opero a los 16 años para que recupere la visión”.
Llorando le dije a la doctora que mi hija Ximena, era la niña del milagro de José Sánchez del Río y que lo que estaba pasando era otro milagro de mi niño José.
Lo primero que se me ocurrió fue quitarle a mi hija la medalla, porque a diario traemos una medalla de Joselito con reliquia, para dársela a la doctora y le dije:
“Usted va ser un ángel para que mi hija esté bien y recupere su vista, y la doctora empezó a llorar muy conmovida”.
Entonces, si Dios quiere, la operan a los 16 años para que recupere su vista. Ahorita tiene 14.
Hace como cinco meses, bañando a Ivana María, que es muy inquieta, Ximena estaba rezando pidiendo un hermanito y yo le dije: “No le estés pidiendo ahorita hermanitos”. Y, al mes, ¿qué resultó? Embarazada.
Nunca hay que olvidarnos de Dios, siempre hay que ponerlo por delante. Porque estando con Él nada nos va hacer falta, porque sus tiempos son perfectos y maravillosos y hay que dejar todo en sus manos. Sin Él no somos nada.