Hay personas que, en el fondo, tienen miedo a la infidelidad o la sospechan. Entonces se lanzan a tratar de descubrir la verdad y saber lo que está haciendo su pareja a escondidas.
Al notar cualquier cosa inusual, de inmediato surgen todo tipo de inseguridades y fantasías con celos, sobre lo que se le pueda estar ocurriendo a la pareja, para serles infieles.
El drama de los celos ha crecido mucho actualmente, simplemente porque ha aumentado el sentido de territorialidad y posesión del otro. Ha surgido una sensación de sentir que amar es poseer, que es parte de lo "mío" como si fuera una propiedad más que se tiene. Por lo que hay que cuidarla para que no te la quiten o despojen de ella.
El filósofo alemán Johannes B. Lotz nos hacía reflexionar, en alguna de sus múltiples obras, acerca de que el verdadero amor se expresa en la confianza, es decir en dar el testimonio de que se tiene fe en la persona que se ama. De igual manera que Dios nos ama y tiene confianza en nosotros.
Donde hay confianza hay amor, lo que implica que cuando dejas de confiar, también dejas de amar. Así, en muchas parejas que comienzan a dudar del comportamiento y de las decisiones que realiza el otro, en ese momento se comienza a vivir con el opuesto del amor que es el miedo.
Cuando el temor asalta a la mente, se vive en función de las suposiciones y de la imaginación desatada, de lo que el otro está haciendo, y que por ello hay que investigarlo, porque seguramente está haciendo algo mal y se siente que está ocultando y mintiendo. Entonces se deja ya de confiar y de creer en la sinceridad de sus palabras.
El tobogán de la desconfianza
El tobogán de la desconfianza ha iniciado su lamentable proceso, y la ruta conduce a estar con la sensación de que las cosas andan mal y que hay que buscar la verdad a como dé lugar. Por ello se cree que hay que revisar lo que está haciendo, hasta llegar a espiar y entrometerse en su privacidad, con tal de confirmar que efectivamente nos están mintiendo y que ciertamente está teniendo otra relación a nuestras espaldas.
Bien puede ser cierto el dicho de que "el que busca, encuentra". Y como hoy en día los celulares son la herramienta de comunicación por excelencia, no es difícil tomarlo -sin su consentimiento- y encontrar las pruebas de muchas de las actividades que realiza, y así es muy fácil demostrar que miente o es pura patraña su aparente inocencia.
Puede ser muy cierto todo esto y decepcionarse con la realidad. Pero, en el fondo, ya hemos roto lo más importante, que es la confianza. Uno, por hacer lo incorrecto al mentir y engañar, y el otro por dejar de creer y de dudar.
La realidad se impone y ahora ambos están atrapados en el dolor del engaño, la mentira y de la infidelidad al ocultar los verdaderos sentimientos y pensamientos.
La ansiedad por saber la verdad acaba por convertirse en el tortuoso camino del sufrimiento y la alteración de la calidad de vida de los esposos, que repercute en toda la familia.
La valentía de preguntar
Una recomendación muy importante, ante la incertidumbre y la duda de una posible infidelidad o serie de mentiras por parte del cónyuge es no caer en la tentación de hacer de inspector, pues es mejor recurrir a la valentía de preguntar y expresar el agobio de lo que se está sintiendo.
En vez de reclamar y confrontar, lo mejor es expresar lo que se está sintiendo y decir lo que te está pasando a ti sin necesidad de acusar y señalar al otro como un culpable o causante del sufrimiento de lo que nos está sucediendo.
Es muy importante que tu pareja sepa lo que estás sintiendo, lo que temes, lo que llegas a suponer. Y aunque te lo nieguen o te quieran tranquilizar con que son sospechas infundadas, tú ya cumpliste con la responsabilidad de comunicar lo que te pasa y hacérselo saber, para que esté enterad@ de lo que estás viviendo, en vez de lanzarte a la temeraria carrera de Sherlock Holmes.
Si realmente hay una infidelidad o una serie de mentiras, más vale afrontarlas desde un inicio y buscarles una solución, en vez de enojarse y vivir de atrevidas suposiciones o terribles historias que nos hacemos en la mente, en vez de aceptar la realidad.
En conclusión, es mejor confiar, porque es el verdadero acto de amor. Es expresar lo que te sucede y con suavidad y dulzura tratar el tema, cara a cara, para ambos buscar la causa o la posible solución, en vez de hacer dramas y lamentables escándalos.
Un diálogo valiente y oportuno es la mejor solución.