En muchos lugares causa extrañeza y sobrecoje encontrar restos de animales sacrificados en un parque, al lado de una fuente o en un cementerio. Los defensores de los animales ponen el grito en el cielo, y con razón. Pero podemos preguntarnos: ¿cual es la razón de estos hechos aparentemente vandálicos?
Nos estamos refiriendo a la Santería, religión de adivinación, magia y sacrificio de animales. Se trata de una religión afro-caribeña que combina aspectos animistas y panteístas con la adoración de los antepasados y el catolicismo cubano.
Se trata de una religión sincretista que combina la creencia en los orishas, o dioses del panteón yoruba con los santos católicos. Este fenómeno se produjo principalmente en la isla de Cuba. Los esclavos negros procedentes del suroeste de Nigeria, ante la imposición de sus dueños de aceptar el cristianismo, disfrazaron sus creencias con los santos católicos; y así pudieron seguir con sus ritos.
La santería contiene un gran número de mitos, cuentos o leyendas que dan razón de ser de muchos de sus ceremonias y costumbres y las hace más comprensibles. Muchas personas sin formación caen en la confusión por su aparente vínculo con elementos católicos.
En esencia, la santería es una religión adivinatoria que ofrece al creyente los medios para tener acceso al conocimiento del mundo y a las fuentes principales de poder. A su vez practica la magia imitativa con preceptos positivos y negativos. Reclama enfáticamente que no practica la magia negra, solamente la blanca.
La santería adora a Olofi, que también se le llama a Olodumare y Olorun, el Dios Todopoderoso y el Ser Supremo, y a los orichas en las fuerzas de la naturaleza donde se manifiesta la voluntad de Dios.
Principales orishas
Obatalá, representado por el santo católico de la Virgen de las Mercedes, es el padre de los orichas, el patrón de la paz y la pureza.
Orunla, también conocido como Ifá y Orúnmila, es el patrón de los sacerdotes (babalawos) y el principal adivino del panteón yoruba. Es representado por el santo católico de San Francisco de Asís.
Yemayá, la patrona de los mares y de la maternidad por ser la primera madre de la humanidad, es madre de catorce de los más importantes orichas, incluyendo a Changó. Suele ser representada por la Virgen de Regla.
Ochún, la hermana menor de Yemayá y la pródiga dueña del amor, del matrimonio, del oro y de los ríos, es la concubina favorita de Changó. Se le representa como la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba.
Oyá, la reina de los muertos, dueña de la llama (fuego) y patrona del cementerio, es una de las queridas favoritas de Changó y esta hija de Yemayá suele ser representada por Santa Teresa y la Virgen de la Candelaria. Se conoce en Puerto Rico como la tierra de Oyá.
Changó, la divinidad de la virilidad, el patrón del fuego, el relámpago y el trueno, proporciona victoria sobre los enemigos y toda dificultad. Se le representa a este hijo de Yemayá con la imagen de Santa Bárbara. Cometió incesto con su madre y tenía otras tres mujeres incluyendo a Ochún y a Oyá.
Alrededor de estos orichas que son a su vez deidades y santos se celebran ritos de iniciación, adivinación y magia. La meta central del santero es adorar a los santos (orichas), observar sus fiestas, obedecer sus órdenes y llevar a cabo sus ritos.
A cambio de una sumisión total, se le promete poderes sobrenaturales y protección de lo malo. Eso incluye el bienestar, la salud, influencia, puestos, la posibilidad de prever el futuro y modificarlo y las otras cosas que el ser humano busca.
El sacrificio de animales
El sacrificio es fundamental en el culto a los orichas, pues piden y agradecen este alimento. Para garantizar su eficacia hay que ceñirse a la tradición y la técnica del sacrificio. La sangre de los animales no debe faltar en las ceremonias más importantes y cada divinidad tiene sus sacrificios favoritos que sirven de alimento para el oricha, pues no es un ser todopoderoso.
Por eso el sacrificio le brinda la energía cósmica vital (ashé). Un oricha puede tener preferencia para el chivo, el carnero, el cerdo, el pez, la oveja o la tortuga mientras que a otro le gustan las aves tales como las gallinas blancas o negras, las palomas, los pollos, el gallo, la guinea, el codorniz, el ganso, el pavo o los patos. Además hay ofrendas como la miel, la fruta o vegetales como el frijol negro cocido y el arroz.
Los orichas no consumen la carne de los animales sacrificados, sino el ashé que contiene la sangre, la cual se derrama sobre los fundamentos de los santos y las cabezas de los iniciados. Se libera esta energía en virtud de la consagración por medio de las palabras sagradas en yoruba en las invocaciones.
La sangre acrecienta las energías de los dioses. Los mantiene potentes, eficientes y satisfechos de sus adoradores. De esta manera el oricha se alimenta y también se beneficia al santero.
Hay que tener en cuenta que para la Santería sin sacrificios no hay salvación ni prosperidad ni seguridad. Además, los dioses no pueden prescindir de la sangre de los sacrificios, porque aumentan sus energías.
A la vez la sangre beneficia al que la ofrece y a los que participan en el sacrificio, pues les infunde nuevas fuerzas y vitalidad (ashé). Así aumenta sus energías y defensas naturales. Mediante el sacrificio se comulga y se estrecha la unión con los orichas, y los mismos beneficios alcanzan los que asisten a la matanza impregnándose de la esencia sagrada y poderosa de la sangre que es "vida de la vida".
En ocasiones la sangre de los animales sacrificados, o se derrama directamente sobre las piedras (otanes) de las divinidades, o los orichas la toman directamente por la boca de sus hijos cuando están poseídos por ellos. A veces cuando un santero está poseído ("montado") por un oricha, éste bebe la sangre que sale de la vena yuglar después de quitar la cabeza del animal sacrificado.
¿Qué beneficios se pretenden obtener con el sacrificio de los animales?
En ocasiones ha sido un medio de obtener el perdón de algún oricha. Se hace además en ocasiones para evitar que la furia del creador se descargue sobre los seres humanos.
En el ritual de la iniciación la sangre suele simbolizar a veces el nuevo nacimiento del iniciado. En otras ocasiones su propósito es suplicatorio; tiene el fin de obtener un favor o un beneficio de algún oricha. A veces tiene el propósito de librarse de la mala influencia de un trabajo de hechicería, tal vez de una enfermedad o aun de la muerte.
Además suele usarse para una limpieza, una purificación o un despojo para recoger los envites de espiritus de poca elevación moral. Por último en algunos rituales los animales simbolizan factores negativos o la muerte que se adhiere a esos animales y así se aleja de uno.
A su vez los santeros aprovechan de varios argumentos para justificar este sacrificio de animales. Afirman que desde la creación todo pacto entre Dios y el hombre ha sido ratificado por la sangre animal. Se necesita la víctima como prueba de la intención del hombre de honrar el pacto.
La misma sangre representa la energía de la cual todas las cosas fueron creadas. Ofrecer sangre a la deidad es darle un regalo de energía pura que puede ser usada otra vez en la creación. Tanto la sangre de los animales sacrificados como las velas y las ofrendas de comida se dan a los orichas, y a través de estos al dios creador Olofi.
Finalmente, puesto que todo en la naturaleza está repleto de fuerza energética (ashé) o vida, cuando se le da parte de esta energía a los orichas, el que se los ofrece recibe en cambio mil veces en la forma que se prefiere. Es indispensable darse cuenta de que la sangre tiene la mayor concentración de energía, aunque también las velas dan mucha debido a la cera que tienen, y los cigarros sueltan mucha también. La deidad a quien se dedica absorbe esta energía.
Los espíritus de los antepasados muertos
Uno de los aspectos muy importantes es el culto y la veneración de los antepasados muertos. Sus raíces se encuentran en la creencia en que los orichas también vivieron y murieron, pero ahora son simplemente otro aspecto de la misma fuerza sobrenatural.
Los muertos son algo fundamental para la Santería, pues al propiciarlos primero se abren las puertas que conducen a los orichas. A los muertos se tiene que dar su especial reconocimiento al pagar sus derechos, evocarlos, rezar a ellos y alimentarlos. Los muertos dependen de los vivos para mantenerse y no penar desfallecido en las tinieblas del otro mundo. De vez en cuando es preciso hacerles sacrificios para darles de comer. A veces se preparan objetos como un palo adornado por cintas y cascabeles que los representa.
Toda ceremonia comienza con una reverencia a los muertos que se extiende hasta los antepasados más remotos. Se cree que los difuntos pueden intervenir en sus vidas, protegerlos o importunarlos. Por eso, es necesario adular y propiciarse a ellos y por los mismos motivos que se procura ganarse el favor de los orichas. Cuando los muertos se sienten queridos y reciben las atenciones, velan por los creyentes en esta religión.
Los santeros creen que tienen que ponerse en guardia contra las almas en pena, “espíritus oscuros”, errantes y mal intencionados, pues los muertos son más fuertes que los vivos. Por eso es indispensable la invocación a los antepasados y a los dioses y la recitación de las oraciones que se le rezan a los muertos.
En cierta ceremonia se sacrifica a los muertos un animal de cuatro patas, normalmente un cerdo. Durante el sacrificio los presentes cantan y rezan en yoruba a todos los muertos, comenzando por los principales santeros difuntos. Como en todos los sacrificios de los animales, se separa la cabeza del cerdo de su cuerpo, colocándola en un plato blanco. Se pone la cabeza junto con la sangre del animal debajo del altar donde los muertos pueden alimentarse. Más tarde la llevan al cementerio o a un bosque.
A veces se recomienda el rezo constante a los muertos de la familia de uno. Esto puede incluir prender una vela a todos y en algunos casos se colocan un pequeño vaso de agua y otro de café al lado de una lámpara como evidencia del respeto y el amor que se les tiene.
¿Qué dice la Iglesia Católica sobre el sacrificio de los animales?
El papa Juan Pablo II se consideraba una persona sensible con el sufrimiento de los animales, y declaró que los animales son poseedores de un alma y proclamó que "los hombres debemos amar y sentirnos solidarios con nuestros hermanos menores".
Él llegó a decir que todos los animales son "fruto de la acción creativa del Espíritu Santo y merecen respeto" y que ellos están "tan cerca de Dios como lo están los hombres" porque los une la creación del "soplo divino" de Dios.
Y Benedicto XVI y el Catecismo cristiano afirma: "Los animales son criaturas de Dios, que los rodea de su solicitud providencial (cf Mt 6, 16). Por su simple existencia, lo bendicen y le dan gloria (cf Dn 3, 57-58). También los hombres les deben aprecio. Recuérdese con qué delicadeza trataban a los animales san Francisco de Asís o san Felipe Neri".