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 ¿Sientes que rezar es perder tu tiempo?

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Lorena Moscoso - publicado el 05/08/22
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Dios no es el genio de la lámpara: es Padre. Lorena Moscoso, escritora de espiritualidad, reflexiona sobre la importancia de confiar en que Dios sí escucha nuestras oraciones

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Hace unas semanas un sacerdote decía en su sermón de domingo: “si tu no rezas, el mundo no se transforma”. Me encanta saber que Dios quiere y espera que colaboremos con El para construir un mundo mejor. 

Muchos creen que la oración es una pérdida de tiempo, incluso los que practican su fe y rezan, se aseguran de tener un plan B en caso de que Dios no les conceda lo que piden. ¡Qué falta de confianza la nuestra!

La verdad es que somos tan frágiles y nuestras miserias tan grandes, que lo que ocurre realmente es que no confiamos en Dios, no permitimos que El responda a su manera, sino que queremos y esperamos que, en lugar de actuar como un Padre, actúe mejor como el genio de la lámpara, donde uno le pide un deseo y él lo concede sin dilaciones.

Pero Dios no es un genio de la lámpara, Dios es un Padre, y si va a darnos algo, primero se asegura de que sea algo bueno para nosotros, y si es bueno, entonces prepara el camino para recibir aquello de modo seguro, sin que nada sea desperdiciado. 

También sabe que es bueno que mientras pasemos por el mundo, nos mantengamos cerca de Él, para saber entender e intuir Su voluntad y saber mejor cómo pedir. Que hijo cuando camina cerca de su padre no recibe también su sabiduría. Dios se deleita con nosotros, con nuestra compañía y nosotros recibimos un sinfín de gracias. 

La importancia de agradecer

Caminar junto al Padre, es caminar con Su Hijo, estar cerca, recibir continuamente los sacramentos, participar de la misa y del sacramento de la confesión regularmente, para no perder la presencia de Dios en nosotros. Debe “notarse” que caminamos juntos, no solo en el pensamiento, sino en nuestras conductas y decisiones.    

Cuantas veces Dios responde nuestras oraciones, y nosotros olvidamos agradecérselo. Me ocurre con frecuencia, me acuerdo demasiado tarde de agradecer. ¡Que paciencia la de nuestro Padre!, como no salir corriendo y lanzarnos a sus brazos y decirle cuánto lo amamos y cuan agradecidos nos sentimos por su respuesta, y vaya que nos da tesoros inmensos, ¡inmensos!

En mi experiencia, he podido notar tres cosas maravillosas en el actuar de Dios Padre, lo primero, que cuando uno pide algo, El empieza a obrar mucho antes de nuestra oración, hace unos días leía sobre esto: “Antes que llamen, yo les responderé” (Is. 65, 24). 

Dios se adelanta y empieza a obrar mucho antes de que yo pida por mis necesidades, lo sé porque para que yo reciba aquello, primero tuvieron que sucederse algunos eventos y entonces puedo ver que Él ya se adelantó sabiendo que yo se lo pediría. ¡Que Padre tan bueno!

Lo siguiente que puedo observar en su obrar, es que Dios quiere ponernos a la altura para recibir. De esto hablaba cuando decía unas líneas más arriba, que Él prepara el camino para recibir. 

Dios prepara el camino

Si yo le pido a Dios que pueda estudiar en el extranjero por dar un ejemplo, se ocupará primero, de fortalecer mi espíritu, de permitirme vivir algunas experiencias para alcanzar cierta madurez, que aprenda de disciplina o que gane algunas habilidades para enfrentarme a la vida lejos de casa, entonces cuando esto se va desarrollando, llegado el momento, Dios nos da lo que pedimos, siempre y cuando, sea para nuestro bien. 

Quiero poner otro ejemplo que he usado en otras ocasiones. Supongamos una esposa que desea que su esposo cambie algunas actitudes, ella se verá impulsada a pedir eso, “Señor cambia a mi esposo”. Pero Dios no empieza por el esposo, empieza por transformar el corazón de la esposa y entonces en este proceso, la relación de esposos se transforma y eventualmente, llegado el momento, el esposo también será tocado por la oración.

Dios es tan bueno, que hace mas de lo que pedimos, transforma la tierra seca en tierra fértil. 

También se presentarán momentos en que Dios no nos concederá lo pedido porque no es para nosotros. Mi abuela me contaba que de niña ella estaba muy enamorada de un joven, pero que a pesar de sus oraciones las cosas nunca pudieron darse para que terminaran juntos. Después de unos años ella supo que la vida que este hombre llevaba era muy mala, y me decía: “¿Tú te imaginas si Dios me hubiera concedido casarme con este muchacho? Hijita, Dios sabe lo que hace”.

Es necesario pedirle a Dios por nuestras necesidades, porque es nuestro Padre, pero aprendamos de Su Hijo y abandonémonos a Su entera voluntad diciéndole siempre: “pero que no se haga mi voluntad sino la Tuya”.

moscosolorena@gmail.com

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