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¿Cómo se pueden educar niños y jóvenes en una zona donde persisten el cruce de grupos ilegales, el microtráfico, la pobreza y la crisis de valores? El Colegio Mano Amiga Bello, del Regnum Christi, lo ha hecho desde hace 25 años en una región de Colombia que ha vivido tiempos difíciles.
Mano Amiga llegó a Colombia en 1996 y empezó a sembrar esperanza en el municipio de Bello, ubicado en Antioquia, una región caracterizada por la arraigada fe de sus habitantes, y afectada por el déficit en la cobertura educativa y la violencia.
En el sector se habían construido viviendas para viudas de policías y uniformados con discapacidad víctimas de retaliaciones, de modo que la apertura de una institución educativa católica también ayudaría a «cicatrizar» las heridas generadas en la comunidad tras varios años de conflictos.
Un entorno sano y seguro
Los primeros alumnos fueron 30 niños pequeños, hoy son más de 800 los que se benefician de una educación con identidad católica en un entorno seguro. «El colegio es un lugar de encuentro, está ubicado en un punto neutral y rodeado por tres quebradas de agua y mucha vegetación, lo que hace que la misma naturaleza sea un entorno protector», explicó Walfran Olarte, su director, quien hace 16 años llegó como docente.
«Como dice el himno, Mano Amiga es mi casa de cultura y formación. Yo he crecido a la par con el colegio, he sido catequista desde los 16 años, misión que va muy de la mano con mi labor como maestro. Aquí estamos reconstruyendo tejido social», explicó a Aleteia.
«Los colegios católicos deben ser centros de evangelización. Así como nuestros estudiantes reciben, ellos comparten con otros su fe, participan en grupos juveniles y llevan esperanza a hogares de adultos mayores y fundaciones que atienden a otros niños; los profesores, en su trato cordial con ellos y los papás, también hacen visible el Evangelio, y las familias se sienten acogidas, tratando de replicar afuera lo que viven aquí», agrega Olarte.
Familias diversas y hasta antagónicas
Con la orientación del Regnum Christi, la institución enfatiza en la formación de valores humanos y morales para que los estudiantes rompan el círculo de la pobreza, y se relacionen siempre bajo los principios de respeto y tolerancia.
Los alumnos pertenecen a familias diversas, inclusive algunas antagónicas; muchos han crecido en entornos complejos y hay varios de credos diferentes, pero siempre conviven en armonía: «Tenemos dos egresados musulmanes, hay jóvenes adventistas, protestantes y agnósticos. Todos participan de la oración inicial de la jornada, del Rosario y el Viacrucis, en las que manejamos un lenguaje de acercamiento para que cada uno extraiga enseñanzas, no importa la religión que profese», comenta el director.
Las manos amigas cambian vidas
Historias muy especiales se han vivido en estos 25 años en Mano Amiga, egresados que son los primeros de sus familias en ir a la escuela, jóvenes que han descubierto potencialidades que no sabían que tenían y familias que se han convertido o han empezado a vivir realmente la fe católica.
Son decenas de testimonios de vidas transformadas, gracias a los padrinos y a las manos amigas que han permitido que este colegio hoy celebre un cuarto de siglo con más de 600 egresados. Historias como las de Carolina Acevedo, tal como manifestó a Aleteia: «Todos los egresados van a decir el gran amor que sentimos por el colegio, lo recordamos con amor y agradecimiento, fue un privilegio haber estudiado ahí».
Carolina es vecina del colegio y cuando iba a empezar la secundaria su mamá quiso que ingresara a un lugar sano y seguro, pero sabían que no iba a ser fácil. «Éramos 32 candidatos para dos cupos, pero confiábamos que se podía lograr. Hice los exámenes con toda la gana y la esperanza, mientras mi mamá encendía una velita a la Virgen», recuerda.
La alegría fue muy grande y aunque por el alto nivel académico no consiguió ser la número uno en notas, como estaba acostumbrada, Mano Amiga le ayudó a desarrollar su talento y se convirtió en la niña artista del colegio. Además de que supieron encaminar sus fortalezas artísticas, Carolina creció en la fe y participó de los diferentes programas sociales.
Después de graduarse en Licenciatura en Arte y Cultura, volvió al colegio como maestra durante cuatro años. «Todo lo que sé se lo debo a Mano Amiga y siempre trabajé para que mis alumnos entendieran que estudiar ahí es un privilegio».
La influencia de la educación
Igualmente ha sido para Angie Melissa Montoya, quien está terminando el bachillerato y es actualmente la personera del colegio, ella no duda en afirmar que el colegio ha marcado su vida. Como muestra de su agradecimiento, lidera una iniciativa que rescató la vieja casita de la huerta y la están convirtiendo en un espacio de lectura para los más pequeños:
«Mano Amiga ha cambiado la vida de muchos jóvenes, les ha dado una dirección diferente y no ha permitido que pierdan el tiempo en otras cosas y en otros lugares. Con Mano Amiga se demuestra que la educación cambia la sociedad».
Mano Amiga también hace presencia en la zona rural de Colombia, en Zipaquirá (Cundinamarca), y en otros ocho países a través de colegios católicos sin ánimo de lucro promovidos por el Regnum Christi, que benefician a más de 22 mil estudiantes de poblaciones vulnerables en América Latina y Asia.