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Hace treinta años, Mick Souza se convirtió en Míster Universo. Y unas décadas más tarde, en un encantador video de Coming Home Network, el ex fisicoculturista habla de su pasado descarriado y de cómo su relación con la Eucaristía le ha traído la alegría que siente hoy.
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Souza explica que siempre creyó en la transubstanciación, o como él dice, “en la presencia real de Cristo en la Eucaristía”. Como culturista, creía firmemente que "eres lo que comes", así que, junto con su hermano, tomó esto literalmente cuando recibieron la Eucaristía y se preguntaban por qué no se convirtieron en mini versiones físicas de Jesús.
Hay que decir que la vida de Mick Souza no ha sido nada fácil. Cuando tenía 3 años, su padre abandonó a su madre y a él y su hermano. Esto hizo que los tres fueran a vivir con su abuela.
Buscando la felicidad
El ex Mr. Universo continúa explicando que en el apogeo de su carrera llevó una vida algo acelerada, involucrando mujeres, autos, sexo... Simplemente cree que estaba tratando de llenar el "agujero de Dios". Sin embargo, más allá de la gloria y la riqueza, comparte, "la reverencia y el asombro que siempre he tenido por la Eucaristía siempre han estado allí".
Y fue esta relación con el Santísimo Sacramento la que lo movió a regresar a la Iglesia Católica. Descubrió que la verdadera felicidad y la paz provienen de una relación con Cristo. De hecho, él cree que al permitir que Jesús entre en nuestros corazones, recibimos mucho más que felicidad; estamos llenos del gozo del Señor.
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Como él mismo señala, la Eucaristía, siendo el Señor, nos permite llenarnos de alegría cada vez que la recibimos. Y como dice, necesitamos “confiar en Cristo, en Sus propias palabras”, y hace referencia a Juan, Capítulo 6 cuando Cristo dice:
Mientras Souza nos invita a reevaluar nuestras metas en la vida, implora a las personas que “por favor regresen a la Iglesia”. Parece tener el mismo entusiasmo y determinación por la Eucaristía que necesitó para convertirse en Míster Universo, y cualquiera que vea el video no puede evitar sentirse conmovido por su contagiosa pasión por Cristo.