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Antes de escribirte me gustaría hacer un pequeño alto. Tengo una urgente necesidad de
compartir contigo la bendición franciscana:
Debo decirte algo más, ignoro tu situación, los difíciles momentos que estás atravesando. Pero sé dos cosas importantes y te las comento.
1Dios te ama
Eres importante para Él. No importa todo lo que hayas hecho en tu vida, Él te ama, te espera,
y desea que puedas llegar al Paraíso con el alma pura, limpia. Dios te ama, hermano, hermana, y desea abrazarte, consolarte, llenarte de gracias.
Para ello debes restaurar tu amistad con Él, como el hijo pródigo que volvió a la casa de su Padre y el padre corrió a abrazarlo y vestirlo con las mejores ropas.
Confiésate
Haz una buena confesión sacramental. Haz propósitos de enmienda. No imaginas la cantidad de conocidos a los que recomiendo confesarse y tiempo después retornan a contarme las
maravillas que están ocurriendo en sus vidas, antes vacías, ahora plenas con la presencia de
Dios.
Busca a Dios, amigo, amiga, no importa tu situación. Es un Padre amoroso y nunca nos abandona.
Camina en adelante con el corazón en el cielo huyendo de las ocasiones de pecado. Y si caes, pues nada, levántate con la dignidad que tenemos todos los hijos de Dios y ve a confesarte de nuevo.
Y si te preguntas si es verdad que Dios te ama a pesar de todo lo que has hecho, te responderé
con una cita de la Biblia.
Ve a confesarte, limpia tu alma, Dios espera mucho de ti. Sabe que puedes.
2Somos Hijos de Dios
Lee lo que nos dicen las Escrituras en Romanos 8, 14 -15:
Eres su hijo. Anda, busca a Dios, confía en su bondad y Misericordia.
No estamos solos por el camino de la vida, Dios siempre interviene para nuestro bienestar
físico, familiar, espiritual. Eso lo sé bien, lo he comprobado cientos de veces.
El Amor hace milagros
He visto milagros impresionantes, ocurridos en la presencia amorosa de Dios. Vidas renovadas, personas que iban a quitarse la vida y Dios los transformó y ahora le sirven en la Iglesia, restauradas sus vidas, y son felices.
Mujeres que no abortaron porque sintieron la presencia amorosa y tierna de Dios que las consolaba y les decía: “Yo soy y te amo. Eres especial para mí”.
Se supieron amadas, protegidas, seguras, en las manos de Dios. También tú puedes
experimentarlo. Él siempre te va a perdonar y abrazar con ternura.
Me encanta ver cómo Dios es capaz de tomar una vida que ha perdido el camino y su propósito y en segundos la restituye, la llena de esperanza y alegrías.
Y es que Dios, que nos conoce bien, sabe sacar lo mejor de nosotros en cualquier situación.
Su misericordia es infinita. Me brota del alma exclamar como el salmista en el salmo 107:
Quisiera invitarte a leer en voz alta, junto a mí, este fragmento del salmo 25. Te ayudaré a
restaurar la paz en tu alma. ¿Te animas?