Del 5 de mayo al 28 de junio de 1999, las reliquias de Teresa de Lisieux recorrieron el inmenso país de Kazajistán.
Formaba parte de un vasto y asombroso recorrido que vio también a Rusia acoger a la santa francesa.
Eran años marcados por una cierta libertad pero también por una fase de caos económico y social para los estados surgidos de la órbita de Moscú.
Kazajistán era un país en grandes dificultades. Estaba marcado por el aislamiento y la miseria, así como por graves fenómenos de contaminación, debido en particular a los ensayos nucleares durante la era soviética.
Varios cientos de miles de católicos vivían entonces en este territorio. La mayoría eran descendientes de deportados polacos, lituanos o incluso alemanes de la era de Stalin.
“Para vivir aquí hay que ser un santo o un loco”, confesaba un sacerdote a los organizadores de esta peregrinación de reliquias.
Lo recoge el libro (en francés) Cómo Teresa visitó Rusia y Kazajistán (Ediciones Testigos de vida, 2014 ).
Ese libro lo escribió sor Tamara Teuma, virgen consagrada de la diócesis de Fréjus-Toulon, que había acompañado las reliquias de la santo normanda durante su viaje a la antigua URSS.
Un cristianismo que sobrevivió al comunismo
En este país marcado por el ateísmo promovido durante la época de la URSS, la mayoría de la población es de tradición musulmana. Pero se toleran las conversiones al cristianismo.
Las comunidades católicas, separadas por grandes distancias, viven en condiciones muy precarias.
Llevar las reliquias de santa Teresa del Niño Jesús a este territorio fue parte de un deseo de evangelización y comunión que la caída del comunismo hizo posible.
Dondequiera que fue, en iglesias pero también en hospitales, prisiones, capillas aisladas, siguiendo un recorrido a veces improvisado, la santa normanda suscitó fervor y curiosidad.
Sor Tamara menciona la presencia recurrente de “grupos de niños”, y da este ejemplo conmovedor, en uno de los pueblos atravesados:
“La mayoría de los niños tienen problemas hormonales por la radioactividad.
Una niña de 6 o 7 años que aparentaba 80, con cabello blanco, arrugada, y con el cuerpo deformado por el reumatismo, quedó fascinada por Teresa en un largo diálogo de pie durante horas frente al relicario. Nada podía separarla de él.
Al día siguiente, oró de rodillas, lo que le había sido imposible el día anterior".
Conversiones y curaciones
En una etapa de la peregrinación, una pequeña niña musulmana, Molinaxa, pidió el bautismo y tomó el nombre de Teresa, con el consentimiento de su madre, fascinada por la influencia de la santa francesa.
En la ciudad de Shortandy, el paso de reliquias en un hospital llevó a la adopción de un bebé de tres meses por parte de la esposa del embajador de Guatemala, de nombre María Teresa.
Unos años más tarde, el traslado de su marido como embajador de su país centroamericano ante el Vaticano permitió a su hijo adoptivo, ya convertido en un adolescente, conocer a los papas Benedicto XVI y Francisco.
Muchos momentos significativos marcaron el paso de las reliquias de la carmelita en Karaganda.
Esta ciudad vio surgir esta Iglesia de las estepas animada en particular por la diáspora polaca.
Miles de deportados habían muerto de agotamiento en los campos de trabajo que el régimen soviético había establecido en la región.
La pequeña y la gran historia se cruzan
Un superviviente del gulag, Stanislas, recibió el día de la llegada de las reliquias una carta del gobierno francés. Le atribuía un reconocimiento y una pensión de veterano, reparando 54 años de olvido.
Este hombre de origen ruso había participado efectivamente en las operaciones de la Resistencia en Francia.
Incluso fue el conductor del General de Gaulle durante el desfile de la victoria en los Campos Elíseos en agosto de 1944.
En todas partes, la pequeña y la gran historia se cruzan. Y es también el futuro de esta Iglesia católica de Kazajistán el que está tomando forma.
En la ciudad de Karaganda, la hermana Tamara recuerda a un niño de apenas seis años que lloraba amargamente y repetía constantemente: “¡Se va! Ella se va!".
Varios años después, la monja recibirá una carta de Kazajistán, con estas palabras: “Soy ese niño que lloró tanto cuando Teresa se fue, y ahora soy seminarista”.
Este niño movido por santa Teresita participó así en la "primavera de la evangelización" esperada por Juan Pablo II durante su visita a Kazajistán en 2001. Y en el desarrollo de esta Iglesia minoritaria pero ferviente que el papa Francisco saluda en su 38° viaje apostólico.
Mira aquí 54 fotos de Teresita, una santa que sigue encendiendo corazones hoy en todo el mundo: