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Víctor Hugo Valda Antelo (50) esconde una gran particularidad. Es un ingeniero industrial boliviano, formado en Santiago de Chile, al frente del Hospital Católico de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia. «Estoy convencido que en el fondo de todo está la mano amorosa del Señor», expresó Víctor Hugo al momento de comentar una extensa trayectoria con más de 15 años vinculado a los hospitales católicos y hasta con mucho tiempo desarrollando labores en la industria petrolera.
«Los tiempos van cambiando. Ahora hay expertos en gestión de empresa que están a cargo de gestión de hospitales, de una empresa de salud, que tiene que tener alta calidad. En hospitales católicos, la identidad católica y el cuidado de la persona», comentó Víctor Hugo a la hora de explicar aquello de ser ingeniero con experiencia en gestión hospitalaria.
En determinado momento de su vida, cuenta Víctor Hugo, sintió la vocación al sacerdocio, aspecto que lo llevó a viajar a España. Sin embargo, tras regresar al seminario en Santa Cruz y terminar su discernimiento, vio que su vida debía seguir como laico. Esto lo llevó a recibir un llamado del ahora arzobispo emérito de Santa Cruz, monseñor Sergio Gualberti, a ser interventor de un hospital que no estaba en «manos reales» de la Iglesia, tal cual indica. A partir de ese momento fue que comenzó la aventura del Hospital Católico en Santa Cruz.
«Cuando estaba en el seminario me llamaba lo de los enfermos, los más críticos. Y estoy aquí al servicio de los enfermos», prosiguió Víctor Hugo, quien actualmente es padre de familia y está casado con Claudia Ruiz Jiménez (tiene dos hijos de corazón y un de sangre, Santiago de 7 años, a quien considera un milagro de luego de estar 52 días en terapia intensiva).
Víctor Hugo, quien también acaba de ser ratificado en el cargo como delegado episcopal de la Pastoral de la Salud en la Arquidiócesis de Santa Cruz, insiste en que hay un cambio de paradigma en el mundo en cuanto a los hospitales.
La tendencia, entiende Víctor Hugo, es enfocarse en el paciente como principal actor y beneficiario de todas las acciones de un hospital. En ese sentido, además de contar que fue través del «benchmarking» (método de gestión empresarial que busca encontrar las mejores prácticas) -e inspirándose en otras industrias como la aeroespacial o minería- que fue posible instalar un centro de comando hospitalario en el Hospital Católico, reflexionó sobre temas como la humanización de la medicina y el aporte de los hospitales católicos a la sociedad actual.
-Recientemente se dio a conocer la noticia de la inauguración del «Centro de Comando Hospitalario» en el Hospital Católico de Santa Cruz. Según una nota difundida por la Arquidiócesis se trató de un sueño hecho realidad y además un proyecto pionero en el mundo. ¿Podría argumentar un poco más esto?
Percibí, hace unos 15 años, que necesitábamos algo en las instituciones de salud, algún centro de comando que permita minimizar los riesgos, identificar intercurrencia de manera inmediata –si se diera- para avisar a los médicos en sala que tal vez no la habían visto. Pero sí que el operador del centro de comando lo ve en tiempo real. Los monitores, los signos vitales, controlar el tema de las medicaciones, los tiempos, los movimientos en la terapia intensiva, etcétera. Principalmente, para mejorar la seguridad del paciente y hacer más ágil el proceso terapéutico para colaborar a los médicos. Es un poco la función de este centro de comando. Es pionero en el mundo porque, en la pandemia, teníamos 39 camas en terapia intensiva con pacientes entubados con Covid. En cualquier momento podían morirse. Salieron esos elementos de la sala de control de esas industrias para aplicarlos de manera eficiente, efectiva y de acuerdo a la realidad en el Hospital Católico. Digo que es el primero porque lo instrumentamos en junio de 2020. Investigando casi a finales de 2020 salió que era el hospital del futuro, el tema de los centros de comando. Y que a finales de 2020 estaba implementándose en un hospital de Estados Unidos. Después vimos que un hospital en España lo había implementado en 2021. Por eso podemos decir que fuimos los pioneros en el mundo en los centros de comando hospitalario.
-El arzobispo de Santa Cruz, monseñor René Leigue, el día de la inauguración del centro hizo referencia al pasaje evangélico de Mateo en que se narraba cómo Jesús recorría Galilea, proclamando el evangelio, pero también curando a los enfermos y dolencias del pueblo. ¿Cuál es el aporte que le puede ofrecer un hospital católico a la sociedad actual?
Creo que el aporte de un hospital católico en el mundo actual y en el futuro es fundamental. Primero por la misión a la que estamos llamados: curen y evangelicen. Dos elementos fundamentales que el Señor envía a hacer a sus discípulos: curar y evangelizar. Sin lugar a dudas el católico puede ir a visitar enfermos, pero también tener obras propias para ese servicio es fundamental. Un elemento importantísimo es ver a la persona como única, irrepetible y sagrada. Eso implica en el tema asistencial no ver la enfermedad en sí misma, o un número de historia clínica, sino una persona que tiene una enfermedad y que está en el hospital. Eso implica el manejo de las tres dimensiones de la persona: la biológica, psicológica y espiritual. El acompañamiento de la familia, del enfermo. Estar cerca. Cuidarlo de verdad, acompañarlo.
Transformar este lugar de sufrimiento en un lugar de esperanza. Además de la atención cariñosa. También el ambiente que sea cordial. El tema de hotelería, que esté limpio. Para hacer grandes cosas no se necesita muchísimo dinero. Claro que se necesita dinero para tener una buena calidad, hay equipos caros, se le paga fuerte a los médicos. Pero con amor se puede lograr la atención altamente confiable, sostenible y con un valor agregado importante.
-¿Cómo se maneja en el hospital católico el tema de la humanización de la medicina y cuáles son los puntos fundamentales?
El tema de la humanización de la cercanía es fundamental. Si bien tenemos que tener tecnología, tenemos que tener la competencia técnica, resolutiva, científica. Las mejores prácticas en tema de medicina, de salud, atención hospitalaria. En particular para los hospitales católicos es fundamental el tema de la humanización, la cercanía con el paciente, la empatía con el paciente. La misión del hospital católico es recuperar la salud integral de la persona brindando un servicio hospitalario transparente, confiable, accesible, en función de las directrices del Magisterio de la Iglesia. Motivado por el amor a Jesús. Por ejemplo, el tema de la persona, verla en su totalidad. Una persona que además tiene familia, que sufre. El tema de la objetividad y subjetividad. Puede ser que un paciente diga que le duele, el médico puede ver que está exagerando, pero para nosotros esa persona que dice que le duele, le duele. Entonces hay que atenderlo. El tema del esmero en la atención, cuidar sus detalles. Saber qué hacer con los ambientes, que se sienta no en un lugar oscuro, hospitalario. Que pueda sentirse como un hotel, por ejemplo, para que pueda vivir de manera mejor esa enfermedad. También la oración para los que quieran recibir también la comunión, las confesiones. El tema de la honestidad en las comunicaciones, la cercanía, la forma de decirle las cosas de su enfermedad. Todos esos elementos hacen que el paciente sienta que lo amamos y que estamos con él como un hijo de Dios.
-Imagino que está acostumbrado a ver escenas dolorosas o escuchar testimonios duros por su rol, ¿cuál es la respuesta principal que se ofrece a un paciente que enfrenta esta situación?
El Hospital Católico tiene la visión ser un hospital especialista en pacientes críticos, de alto riesgo y quirúrgicos con el tema de la terapia intensiva, donde las personas están al límite. Me viene a la memoria el Covid. Teníamos 39 pacientes críticos, intubados. Hemos tenido la tasa más alta de recuperados, de pacientes intubados. Pero igual había pacientes que se iban y era durísimo. Hemos llorado muchísimo. ¿Cuál es la respuesta a ello? Primero, hacer con esmero y las mejores prácticas para que en la parte técnica estemos haciendo lo mejor. También la parte espiritual, se reza con el paciente cuando quiere. La parte psicológica. Y no solamente con el paciente, también con las familias.
Hemos llorado al respecto, pero también hubo grandes esperanzas. Un paciente estuvo dos meses intubado con Covid. Lo habían desahuciado, humanamente no había qué hacer. Pero se siguió luchando, obviamente sin caer en el encarnizamiento terapéutico. El paciente salió. Está en su casa. Las recuperaciones del Covid son largas, pero está feliz la familia. Están abrazando la cruz.
Hemos visto familias que no abandonan nunca a sus familiares. Pero también se ve familias, muy pocas, pero que no hacen mucho por sus familiares enfermos. Hemos visto enfermos que los han dejado de alguna manera aquí sus familiares. A la vez que se tienen tristezas, se tiene grandes alegrías. Por ejemplo, una niña en la terapia intensiva que llegó mal con convulsiones, entró a terapia intensiva, estaba perdiendo su vida. Y verla reír, verla volver a comer, son cosas (que indican) que estamos haciendo lo correcto. Estamos donde tenemos que estar, con la gracia de Dios.
-Por otro lado, también supongo hay buenas noticias, eventos extraordinarios, algunos hasta los llaman milagros (más allá de lo que implica su verdadero significado), hechos que cambian vidas, ¿tiene algún ejemplo, historia que lo haya impactado recientemente?
Soy un convencido de que hay milagro. Hay cosas, como este paciente intubado y otros más que la medicina no le daban casi nada de posibilidades humanas de vivir y recuperó. Siendo director de hospital, y viendo en detalles cada uno de los elementos que pasan, soy un convencido de que hay milagro. Soy un convencido de que Dios actúa siempre. Unas veces a través de las manos de los médicos, el sistema hospitalario, los que trabajan en el hospital para salvar vidas. Y otras también sobrenaturalmente. Es el amor de Dios que se traduce a través de su hijo y sobrenaturalmente también cuando él ve que es lo mejor para el ser humano, para la familia en la cual actúa.
-Hace algunas semanas usted fue ratificado como delegado episcopal de la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Santa Cruz luego de presentar su cargo a disposición con la llegada de René Leigue, ¿qué significa para usted la renovación de este desafío?
Tengo un gran agradecimiento a Dios, al arzobispo por la confianza. Pero también una gran responsabilidad. Ser el delegado episcopal de la Pastoral de Salud hace que veamos retos como fortalecer el sistema de redes de hospitales católicos, de enfermería, de postas que tiene Santa Cruz para mejor servicio de los enfermos. También el tema de los capellanes. Hay que organizar un poco eso. Hay que ver el tema de los agentes pastorales, los ministros extraordinarios de la comunión que van a hospitales que no son obras sociales de la Iglesia. Son hospitales públicos, clínicas privadas que necesitan ahí de manera particular y especial la presencia de estos hermanos para que llevan a Cristo eucaristía, acompañamiento y amor a los enfermos. Ese es el reto para el delegado.