En algunas familias, en algunas escuelas, padres y profesores se encuentran desbordados y sólo atienden a lo prioritario con respectos a sus hijos y estudiantes. Los padres consideran que la provisión de lo necesario (vivienda, alimentación, estudios) son claves para cumplir -y es cierto- con parte importante de su deber, de su rol parental.
Los profesores consideran que su labor educativa -y no se equivocan- fundamentalmente consiste en proporcionar unos conocimientos, unas competencias, como se insiste ahora, idóneas para formar a sus estudiantes de cara al futuro.
Sin embargo, los adolescentes están muy solos, faltos de adultos a pesar de su contante relación con padres, profesores, entrenadores, etc. Andan acompañados infatigablemente de adolescentes que les guían en su tránsito por esta etapa capital de sus vidas en la que se está construyendo su identidad, se están dibujando unas afinidades y gustos culturales, estéticos, deportivos. Se están, en una palabra, diseñando metas que pueden llegar a dar sentido a sus vidas.
El mentor formal e informal
La adolescencia es una etapa delicada, muy sensible, voluble y a la vez colonizada por la omnipresente industria del ocio digital de dimensiones globales. Es una etapa de experimentación con uno mismo, de búsqueda de retos y de ensayo de identidades a menudo guiadas por otros adolescentes. ç
Hay situaciones de riesgo en las que la autoridad del adolescente, de la comunidad adolescente, es ley en el marco de un rechazo a la autoridad del adulto, padre, tío, profesor, entrenador.
El riesgo consiste en carecer de guía experimentada, adulta, prudente.
Ahí emerge la figura del mentor (tutor en nuestro ámbito).
Un mentor que puede estar presente en la escuela formalmente o que puede ser un tutor informal presente en el ámbito deportivo, cultural, musical, comunitario en general. Por ejemplo, aquellos adultos que en las actividades extraescolares han constituido un club excursionista que anima a acampar o a coronar picos razonablemente altos.
Hablamos del tutor de curso que tan bien conoce a los estudiantes pues los ve en todas las circunstancias y sabe mucho de ellos a partir de su experiencia y de las informaciones que le proporcionan los compañeros que también entran en esa aula a dar clases.
La ciencia social insiste en que el tutor ha de estar formado para esta tarea. Y a menudo, sin embargo, se improvisa. En el mundo anglosajón se habla frecuentemente de la necesidad de los mentoring programs.
El mentor formal e informal
Por eso existe lo que se denomina en el mundo anglosajón el mentoring, cuyos ejes son el tutor (mentor), el tutorado (mentee) y una relación estrecha y amigable donde no se debe desdibujar quién es el maestro y quién es el aprendiz dado que estamos en una relación orientada al aprendizaje académico y para la vida.
Los resultados personales, académicos y vitales son relevantes: compromiso escolar, amistades constructivas, capacidad de proyectarse hacia el futuro.
Recuperemos lo que dice la Administración en los Estados Unidos en relación con lo que se denomina el mentoring effect:
Conectar con el adolescente para abrirle al mundo
Es vital conocer las dinámicas de los adolescentes y ser capaz de tener un ascendiente positivo sobre ellos.
El rol del tutor-mentor, al hablar con el tutorado, es presentarle la realidad del mundo, sus posibilidades y sus exigencias.
El centro de interés inicial es, de entrada, los estudios. Pero qué interesante cuando de los estudios se pasa a la vida. Ahí el tutor escolar encarna la madurez, la concreción de metas, personales y académicas. Qué estudiar y cómo vivir. Y los padres deben autorizar, es decir: dar autoridad, a ese tutor. Deben conocerlo y entrevistarse con él. Y aprender con el tutor de su propio hijo a plantearse retos contando con la progresiva libertad del tutorado.
Pero además está el tutor informal, que más allá del acuciante ritmo de la escuela se encuentra en otros ámbitos con el adolescente. La figura más clara es el entrenador (la palabra es magnífica) deportivo, pues puede llegar también a ser el entrenador de virtudes, de vida buena, de metas vitales de bien en la línea de la ética aristotélica.
Ese “entrenador” puede ser también un músico, o un voluntario social capaz de arrastrar al adolescente a descubrir mundos llenos de desafíos que le saquen de su posible, y arriesgado, aislamiento alejado de la realidad.
Hay que decirlo: el adolescente en estas urbes inmensas, impersonales, donde todo son distancias largas, donde encontrarse es una tarea ardua, están amenazados de soledad. Incluso más: de soledad digital.
La labor de los tutores es abrirles las puertas del mundo, mostrarles la riqueza de la realidad social, amical, política, cultural. No todo se acaba en la noche adolescente, poblada por gente muy joven que en masa a veces coquetean con ciertas actitudes entre violentas y vandálicas. Ni tampoco en la terrible pandemia de bullying que se está experimentando en muchos países.
Las competencias básicas que debe alcanzar un estudiante al acabar sus estudios
Entre las ocho competencias básicas que propone la Unión Europea para ser alcanzadas al final de la educación obligatoria, destacamos algunos aspectos que exigen lucidez, que exigen madurez, que exigen la presencia de mentores, de adultos.
Comenzamos por las que nos señalan el papel de la (1) comunicación oral, escrita, de la lectura; de la interacción, la conversación y la socialización en un mundo cambiante. (2) Ahí destaca la importancia del conocimiento de la herencia cultural que nos ofrecen los siglos desde distintas civilizaciones y culturas, a escala, local, europea, planetaria. (3) Y subrayan también la necesidad de manejarse en competencias sociales y cívicas que nos proponen alcanzar un bienestar personal, familiar y comunitario e insisten en el compromiso cívico, en el conocimiento profundo de los mecanismos de la democracia, la justicia y la igualdad. Añadamos la veracidad y la integridad.
Hoy para algunos de nuestros adolescentes de secundaria obligatoria este tipo de competencias básicas les parecen auténticamente indigeribles. Es un lenguaje muy adulto cuando muchos de ellos están deambulando en la calle, o solos en casa, enzarzados en la última ocurrencia de TikTok.
En cambio, hay muchos chicos y chicas cultos que hacen teatro o se comprometen asociativa, musical o deportivamente. Y así proyectan su futuro. En esas iniciativas casi siempre hay un adulto emprendedor que actúa como mentor (tutor) formal o informal.