Nuestro ángel también conserva el recuerdo de nuestras buenas obras, de nuestros sacrificios, incluso hasta de los más pequeños.
Leemos en la vida de la beata Emilia Bicchieri (1238-1314), que una de las monjas puestas bajo su dirección le pidió, en un día de verano muy bochornoso, permiso para beber un vaso de agua.
"¿Olvida, hermana, que la regla prohíbe beber a esta hora?"
"Lo sé, Reverenda Madre, pero ¿tengo tanta sed?"
"Bueno, hermana, entonces, coloque este vaso de agua en las manos de su ángel de la guarda". La monja se inclinó.
La Aparición y el Purgatorio
Murió unos años más tarde y, al no ser lo suficientemente perfecta para el cielo, entró en el Purgatorio. Tres días después, se le apareció a la Beata Emilia: "Ya no sufro, Reverenda Madre. Con la ayuda de ese vaso de agua que le confié por orden suya, mi ángel apagó el fuego que me atormentaba".
Si nosotros concedemos a nuestro santo ángel muchos de estos pequeños sacrificios, ¡qué tesoro acumularemos más tarde para el Paraíso! Muchos santos han tenido la certeza, y a veces la visión real, de la presencia angélica a su lado.
La bofetada a santa Francisca Romana
Santa Francisca Romana fue, entre todas, una privilegiada de los ángeles. Ella veía y sentía a su ángel de la guarda, y a veces era muy estricta con Francisca, la quería perfecta.
Un día, cuando participó en una reunión de chicas elegantes y bastante frívolas, escuchando calumnias y resoluciones inútiles sin atreverse a dar testimonio de su reprobación, ni desviar la conversación ni abandonar la asamblea, un ruido de bofetada sonó bruscamente. Todas las charlatanas se volvieron hacia Francisca, en realidad era ella quien había recibido la bofetada porque su cara era toda roja... Por otro lado, los actos virtuosos de la santa fueron igualmente misteriosamente recompensados
Letras de Oro
Otro día, mientras leía el oficio de la Santa Virgen en su habitación, la llamaron en medio de un verso. Se movió sin murmurar, luego regresó a su oración.
Pero parecía que tenían una gran necesidad de ella ese día: por tres veces más, en medio del mismo verso, llamaron a Francisca, quien inmediatamente se apresuró y realizó el servicio solicitado sonriendo. A la cuarta vez, encontró en su libro el verso escrito en letras doradas.
Su ángel custodio y los demonios que la acosaban
A santa Francisca como a tantos santos contemplativos, el demonio le tenía envidia, celoso de la felicidad que llenaba en todo su ser esa vida de contemplación.
Una noche el demonio se apareció en forma de corderito y se postró ante ella, para crearle el deseo de orgullo.
Francisca que se dio cuenta enseguida, lo alejó bruscamente, y el diablo tomó la forma de un enorme lobo que lanzaba fuego de su boca y la quería devorar.
La santa mientras quemaba, no perdía la confianza en la misericordia de Dios, y su ángel de la guarda apareció apagando las llamas y el diablo desapareció.
Otra noche que los demonios aparecieron a molestarla ella los amonestó tratándoles de cobardes, porque eran capaz de rebelarse ante una pobre mujer y no ante la Divina Majestad.
Estos enfurecidos tomaron a Francisca para lanzarla por el balcón, pero su ángel vino al rescate poniendo en fuga los demonios
En 1925 el Papa Pio XI la declara la patrona de los automovilistas, a causa de una leyenda según la cual un ángel solía alumbrarle el camino con una linterna mientras andaba, manteniéndola a salvo de infortunios.