Acabamos de superar una pandemia, una pandemia que paralizó la vida de todo el planeta. Dejamos de celebrar cumpleaños y reuniones familiares, y también supuso un frenazo para cuestiones tan importantes y urgentes como operaciones, tratamientos de quimioterapia, etc., servicios que mucha gente necesitaba para curarse, para volver a ser dueños de sus vidas.
Entre estos servicios damnificados por la pandemia, hoy vamos a hablar de uno que tuvo que frenar en seco: los exorcismos.
He tenido la oportunidad de contactar con un matrimonio que forma parte del grupo de orantes que acompañan al exorcista de una diócesis española.
– ¡Muy buenas, G. y R.! Gracias por conceder esta entrevista. Tenemos mucho interés en conocer cómo se vivió en vuestra diócesis la actividad del ministerio del exorcismo durante los tres meses más duros de la pandemia.
G.-La verdad es que, durante los tres meses de encierro de la pandemia no se pudo visitar a ninguna de las personas que habían requerido nuestros servicios. Se siguió rezando por ellos, aunque no de forma presencial.
– Antes de la pandemia, ¿con qué frecuencia se reunían con vosotros las personas que necesitaban de estos servicios?
R.- En situaciones normales, una hora larga a la semana es lo ideal, aunque puede hacerse cada dos semanas.
"Nada que ver con las películas"
G.- Por precaución, cuando se pudo empezar a salir y pudimos seguir con nuestro ministerio, redujimos el número de orantes para ser grupos más pequeños, y nos íbamos alternando. También me gustaría señalar que, en nuestra diócesis, la casa que ha cedido el Obispado, dedicada exclusivamente a este servicio, es una casa muy alegre, muy luminosa, que consta de una sala de espera, la iglesia y una biblioteca, y que rezuma santidad por todas partes. En las sesiones siempre se halla expuesto el Santísimo. No tiene nada que ver con el aspecto tétrico y macabro de los lugares que suelen salir en las películas. Es una capilla realmente preciosa.
– ¿Podríamos pensar que Satanás, durante la pandemia, se cebó especialmente con este ministerio?
G.- En la pandemia, Satanás se cebó no sólo con las personas necesitadas de este ministerio sino con todos: no hubo funerales, no hubo Eucaristías, no hubo confesiones, etc.
– ¿Cómo llega un matrimonio católico "normal y corriente" a participar en los exorcismos de su diócesis?
G.- En nuestro caso, podríamos decir que fue "por sorpresa". Llegamos a esta diócesis de forma providencial por el trabajo de mi marido, y nos ofrecimos a colaborar en la parroquia. Desde allí nos reclutaron: buscaban personas con vida de fe para ayudar en este ministerio. Primero se lo ofrecieron a otras personas, pero éstos, al escuchar la palabra "exorcista", dijeron que no rápidamente. Nosotros siempre habíamos admirado a las personas que se ocupaban de este asunto, pero nunca pensé que podríamos llegar a ser nosotros.
"Al principio me asusté un poco"
Al principio, me asusté un poco. Me vi pequeña para esta batalla. Pero mi marido estaba animado, y pensé: "¿Por qué no?" Hay una realidad: nosotros, al igual que todos los cristianos, combatimos contra el demonio todos los días. Luchamos contra pensamientos y tentaciones provocados por el demonio y, a veces, caemos en ellos, y nos quedamos sumidos en la tristeza o en la depresión, y tenemos que combatir contra ello. Formar parte del grupo de los exorcismos es otra manera de combatirlo también.
R.- Así es, cuando dialogas con él, se viste de luces, se disfraza de tu mejor amigo, hasta que tropiezas. Entonces, te hace sentir que no vales para nada… A nosotros, el hecho de pertenecer al Camino Neocatecumenal nos preparó para tener una visión normalizada del tema diabólico.
– ¿Por qué pensáis que le ha resultado tan fácil al demonio hacerse invisible y que ya nadie crea en él?
G.- Esto ha sido algo progresivo. Donde mejor se mueve Satanás, príncipe de las tinieblas, es en lo oculto. Pero llega un momento en que, hay tanto en lo oscuro, que empieza a salir a la luz. Y se ve: en tiktok, en youtube… al alcance de niños muy pequeños. El satanismo se muestra como algo bueno y positivo.
R.- Es el gran juego del diablo. Ya nadie cree en él. Como muchos cristianos no creen que el ser humano pueda ser poseído por el Espíritu Santo. Además, ha sido especialmente fácil desaparecer en una sociedad que se deja influir tanto por el "yo creo" y por el "yo opino", y donde la verdad ha quedado completamente relativizada. Ya no se cree que exista el bien y el mal.
G.- Los cristianos hemos ido dejando de ser centinelas, y hemos dejado la muralla sin defensa. Dejamos de hablar de él, de la muerte… Lo fuimos alejando de nuestras vidas. Yo recomendaría estar atentos, que no nos traguemos cualquier cosa: siempre va a ser más listo que nosotros.
– ¿Hay un antes y un después de participar en este ministerio?
G.- Pues sí, pero también hay un antes y un después de colaborar con Cáritas. Quizás lo que más me ha impresionado es la acción de la Iglesia: es una madre que recibe en este servicio a creyentes y no creyentes. La Iglesia les atiende a todos, con la misma exquisitez. Da igual de donde vengan.
R.- Para mí, es una experiencia que fortalece nuestra fe: primero, porque vemos que el demonio tiene la batalla perdida. Nos damos cuenta de que el demonio está vencido, pero que va a intentar arrastrar con él a todas las almas que pueda.
"El demonio le tiene muchísimo miedo a la Virgen"
Además, hemos podido comprobar que le tiene muchísimo miedo a la Virgen: frente a Ella, corre como una gallina.
G.- En algunos momentos en que la acción del demonio sobre la persona es muy fuerte, interrumpimos el ritual y rezamos un misterio del Rosario, con lo que la persona se calma, y podemos seguir con el ritual.
– Gracias, gracias, gracias, G. y R., por entregar vuestro tiempo, junto con tantas otras personas, a apoyar este ministerio que, por desgracia, aunque algunos quieran mirar para otro lado, sigue siendo muy necesario. Que nunca os falte la asistencia de San Miguel, y que el manto de la Santísima Virgen os proteja del enemigo. Gracias por defender esa parte de la muralla.
¿Rezamos por este ministerio? Why not?