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A menudo me escriben nuestros lectores y me preguntan por el sufrimiento. Es un tema muy difícil.
A nadie le agrada sufrir. Y sin embargo es parte de la vida. Si sufres, y es inevitable, al menos dale sentido, aceptándolo y ofreciendo a Dios.
Se preguntan por qué sufren, si van a misa, participan de los sacramentos, rezan el rosario...
La verdad es que nada de esto te preserva de sufrir. Ni siquiera Jesús, por ser el hijo de Dios se libró de ello.
La oración y los sacramentos te fortalecen y te ayudan a darle sentido al sufrimiento. Hacen que tenga valor.
El Maestro que nos enseña el camino siempre será Jesús:
Despreciado por los hombres y marginado, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara, no contaba para nada y no hemos hecho caso de él. Sin embargo, eran nuestras dolencias las que él llevaba, eran nuestros dolores los que le pesaban. Nosotros lo creíamos azotado por Dios, castigado y humillado, y eran nuestras faltas por las que era destruido, nuestros pecados, por los que era aplastado. El soportó el castigo que nos trae la paz y por sus llagas hemos sido sanados (Isaías 53).
Siempre que me escriben y cuestionan por qué sufren, qué hacer, pienso en las palabras de la Virgen María a santa Bernardette Soubirus y que se han hecho muy conocidas: “No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo”. Estas fuertes palabras se cumplieron al pie de la letra.
Ahora quiero pedirte un favor. Busca la Biblia que tengas en casa. Ábrela en Eclesiástico 2 y lee:
Si te has decidido servir al Señor, prepárate para la prueba. Conserva recto tu corazón y sé decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades. Apégate al Señor, no te apartes de él; si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días. Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo. Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación.
Ahora, aun con la Biblia en mano, busca 1 Pedro 5, 10:
A veces pienso que Dios nos poda como el jardinero poda las ramas secas de los arbustos, para fortalecernos y hacer que miremos al cielo y lo busquemos.
Dios permite el sufrimiento para fortalecer nuestra fe
Te invito a escuchar a un sacerdote, el Padre Santiago Martín, en una breve charla que nos enseña a perseverar y encontrar las fuerzas para soportar y ofrecer el sufrimiento. Te lo explica con mayor sencillez que con la que yo podría. No te la pierdas.
Las Sagradas Escrituras nos aseguran en Romanos 5 que el dolor no es inútil, y que aceptado y ofrecido produce en nosotros frutos de eternidad:
Hay tres razones por las que podemos aceptar y ofrecer nuestros sufrimientos. Las menciona el padre Jorge Loring en una de sus charlas:
1. Porque sufriendo por Dios le mostramos nuestro amor, como Él nos lo mostró muriendo por nosotros en la cruz.
2. Porque sufriendo por Dios aumentamos nuestros merecimientos para el cielo.
3. Porque sufriendo uniéndonos a la pasión de Cristo, colaboramos a la redención de la humanidad. Dios quiere que colaboremos a la redención de la humanidad. Es doctrina de san Pablo.
Esto es algo que los santos han tenido muy claro. Decía san Josemaría Escrivá:
Puede parecerte muy fuerte pero luego lees estas palabras de las Escrituras y comprendes:
El sufrimiento ofrecido junto a la humildad para aceptarlo y la oración fervorosa se convierten en un tesoro espiritual de gran valor con el que puedes hacer mucho bien.
Es un sacrificio que da frutos de eternidad. Me gusta recordar las fuertes palabras de la Virgen en Fátima a los tres pastorcitos:
¡Animo! A partir de hoy abraza tu cruz, ofrece todo. Las cosas buenas, y las que no lo son tanto. Tus alegrías y sufrimientos. Hagamos todo por Jesús.
¡Dios te bendiga!