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¿Por qué no debemos acostarnos enfadados? La explicación de san Benito

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Marzena Wilkanowicz-Devoud - publicado el 24/11/22
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¿Por qué no debemos terminar el día sin hacer las paces? San Benito lo tenía muy claro hace quince siglos y ahora la ciencia lo ha confirmado. Esta es la luminosa explicación que nos dejó el padre de la vida contemplativa benedictina

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Puede que lo hayas oído antes: es mejor no irse a la cama enfadado con alguien cercano. Si dejas que una disputa se prolongue antes de irte a dormir, el resentimiento durará más tiempo. Los investigadores confirman hoy que el sueño interviene efectivamente en el anclaje de los sentimientos negativos en el cerebro.

San Benito de Nursia, padre de la vida contemplativa benedictina, nacido hace quince siglos, lo había explicado de manera profunda y esclarecedora.

«Reconciliarse antes de la puesta del sol»

Cuando comenzó a fundar monasterios en Italia, especialmente el de Subiaco y el de Monte Cassino en el año 529, Benito de Nursia constató la falta de reglas comunes necesarias para una sana vida de comunidad entre los monjes. 

De este modo, hacia el año 530, decidió escribir La Regla con el objetivo de guiar a sus discípulos y orientar su espiritualidad: hitos que él mismo siguió primero. Entre una larga lista de consejos espirituales, llamados «instrumentos de las buenas obras», san Benito ofrece éste: En caso de conflicto, hay que respetar esta regla de  «reconciliarse antes de la puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia». El gesto de ofrecer y recibir el perdón permite redescubrir una relación de verdad, y aprender a amar y ser amado.

Como toda vida, también la vida monástica de clausura no está exenta de molestias y frustraciones cotidianas. Frente a estas dificultades, son valiosos estos pocos «instrumentos de las buenas obras» recomendados por el patrono de Europa y patriarca del monacato occidental:

«No anteponer nada al amor de Cristo».

«No guardar rencor».

«No desesperar nunca de la misericordia de Dios».

«Reconciliarse antes de la puesta del sol con quien se haya tenido alguna discordia». 

Este último consejo fue retomado a su manera por el Papa Francisco en una homilía del 24 de enero de 2014 explicaba que en familia, «a veces se tiran los platos». Pero nunca, aconsejó, «terminar el día sin hacer las paces, sin diálogo, que a veces es un simple gesto, como despedirse ‘hasta mañana’».

Vive cada día como si fuera el último

Pero el perdón no es algo fácil, a veces nos supera. Para practicarlo, san Benito da este consejo que cambia radicalmente la perspectiva: «Tener la muerte presente ante los ojos cada día». Según el santo, para conseguir una vida feliz, hay que amar lo esencial. 

Y para entrar en la vida eterna, como escribió el monje en el Prólogo de La Regla: 

«‘¿Quién es el hombre que quiere la vida y desea ver días felices?’. Si tú, al oírlo, respondes ‘yo’, Dios te dice: ‘Si quieres poseer la vida verdadera y eterna, guarda tu lengua del mal».

Así, conviene vivir cada día como si fuera el último, recordando en todo momento que la gracia se da a todos. Cuando esto sucede, «se dilata nuestro corazón, y avanzamos con inefable dulzura de caridad por el camino de los mandamientos de Dios». 

Como señala San Benito, la puesta de sol simboliza el paso de la muerte y la oscuridad a la resurrección de Cristo. «Desear la vida eterna con la mayor avidez espiritual», para él, significa estar constantemente orientado hacia el objetivo final: «tener la muerte presente ante los ojos cada día», pensar que esta vida tiene un final permite vivir plenamente desde ahora, en su esencia.

Adoptar una mirada de amor

Perdonar y estar en paz es, en definitiva, «rasgar la página en la que se escribió con malicia o rabia la deuda del prójimo», decía el padre Henri Caffarel, fundador de los Equipos de Nuestra Señora. Perdonar es, finalmente, cambiar la visión del otro para adoptar una visión de amor.

Es el momento del despojo total. Perdonar es encontrar en Cristo, que murió perdonando a sus verdugos, la energía para decir desde el fondo del corazón una palabra verdadera que libera y abre a la reparación, al amor verdadero y a lo eterno.

Traducción de Matilde Latorre 

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